Es 1988 y Margaret Thatcher se convierte en la primera ministra más longeva del siglo; en España se fusionan el Banco Bilbao y el Banco de Vizcaya, para convertirse en BBV; el buen Andrew Lloyd Webber estrena su The Phantom Of The Opera y también, en ese año, las tropas soviéticas inician la retirada de Afganistán, tras ocho años de ocupación.
En México era el año en que Carlos Salinas de Gortari era elegido presidente después de unos comicios bastante dudosos; asimismo, en abril se revela que la selección de futbol juvenil incluyó jugadores que rebasaban los límites de edad (Los famosos cachirules), lo que provocó un escándalo, pues la FIFA decidió castigar a la Federación Mexicana de Futbol y -entre otras cosas- no se pudo asistir al Mundial de Italia 1990.
En un suceso más particular, 1988 fue el año en que falleció una tía a causa del cáncer. En aquel entonces, yo era muy cercano a mis primos (hijos de esta familiar) y en esos momentos tan difíciles, uno de mis primos me prestó un disco que -sin saberlo- se convirtió con el correr de los años en mi disco favorito de todos los tiempos, me refiero al Revolver de The Beatles.
Se trataba de una edición nacional. Los fanáticos beatles saben perfectamente que las ediciones de sus discos que publicaron hasta 1967, difieren mucho de la discografía británica. Ya tenía algunos años escuchando al cuarteto, sobre todo en la radio (cómo olvidar el Club de Los Beatles en Radio Éxitos, o 7 minutos y 90 segundos en Radio Universal, y Cara a Cara de Radio Capital) y los pocos discos que me prestaban (que inmediatamente grababa en casete). De la misma manera, tuve muchas cintas que grababa directamente de la radio; pero cuando escuché el Revolver fue increíble a pesar de que tenía ingenuos once años. No sabía cómo explicarlo, pero sentía la música: había una gran diferencia entre el misticismo de Harrison, al pop de McCartney y las canciones un poco extrañas de Lennon (muchos años después me enteraría que todas las innovaciones de grabación del estudio, como las famosas cintas al revés, eran producto del trabajo y sí, hay que decirlo tal cual, de la genialidad de Paul McCartney)
Esta joya maestra se empezó a grabar en los míticos estudios Abbey Road un 6 de abril de 1966 y publicado en agosto de ese mismo año. El álbum de la caratula ilustrada en blanco y negro (que contrastaba enormemente con las portadas de los discos de la era hippie), contiene catorce canciones de altísimo nivel y resulta imposible decir que alguna de éstas destaca una más que otra. Todas se conjugan de una manera extraordinaria y dan como resultado el diamante de la discografía del Cuarteto de Liverpool y de toda la música del siglo XX.
Como escribí líneas arriba, es el disco fundamental en el soundtrack de mi vida, me ha llevado a lugares impensables y despertó ese amor que le tengo a la música y al rock en particular.
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