Por Edgar Fernández Herrera
Este 2025 se cumplen 50 años de uno de los discos
que me enseñaron a ser libre; todo un ícono del rock y, particularmente, del
punk neoyorquino, nacido en el mítico club CBGB. Me refiero al monumental
“Horses” de la poetisa Patti Smith.
La primera vez que escuché este disco fue hace
muchos años. Solía reunirme con un grupo de amigos con los que teníamos charlas
interminables sobre música, cine y libros. Cada quien tenía su momento para
poner música: compartir, recomendar y, por supuesto, presumir los discos que
teníamos, jejeje. En una de esas sesiones, una amiga puso un compact disc que
comenzó con un piano íntimo, y luego una voz que no cantaba, declamaba: Jesus died
for somebody's sins, but not mine... Me levanté de mi lugar y pregunté quién
cantaba. Me respondieron: “Patti Smith”. Me acerqué al estéreo, tomé la caja
del disco y sonaba “Gloria”, el clásico de Van Morrison, pero en una versión
más agresiva, más ruda. Si la música ya me había impactado, la portada me
impresionó aún más. En ese momento, me volaron el cerebro. Quedé hipnotizado y
enamorado de Patti Smith.
Grabado en los míticos Electric Lady Studios, el
disco fue editado en 1975 por el sello Arista. Patti Smith, además de su
maravillosa voz, también tocó la guitarra, acompañada por Lenny Kaye (guitarra
y bajo), Jay Dee Daugherty (batería), Ivan Kral (guitarra) y Richard Sohl
(teclados). Juntos gestaron toda una revolución. Pero esto no fue producto de
un golpe de suerte; ya llevaban tiempo trabajando en el proyecto. Además, Patti
Smith no era ninguna improvisada. Tenía ya siete años en la escena artística y
musical de Nueva York. Era joven, aunque no tanto: en ese año tenía 28 años.
Era muy conocida, sobre todo por su papel como poeta, hasta que se topó con
Lenny Kaye. Juntos empezaron a musicalizar sus poemas. No fue complicado: la ex
empleada de librería tenía una pasión inmensa por la música.
Cuando entraron a los Electric Lady Studios,
tenían muy claro lo que querían lograr con este disco: combinar poesía con el
sonido garagero que tanto amaban. Al
principio fue complicado, ya que el productor —el legendario John Cale (sí, el
músico vanguardista que fue miembro de The Velvet Underground)— quería un álbum
más arreglado. Sin embargo, a pesar de esas diferencias, la banda y Cale
lograron un sonido crudo, potente, pero sin perder la rabia ni el salvajismo.
El disco abre con una de las declaraciones
artísticas más fuertes e impactantes: “Jesús murió por los pecados de alguien,
pero no por los míos”, una línea de un poema titulado «Juramento», que Smith
había escrito años antes. Vaya forma de comenzar un disco. La frase es
provocadora, pero encaja perfectamente con la versión del clásico de Them, me
refiero a “Gloria”. Una canción que no le pide nada a la original, incluso
superior a la versión de The Doors. La siguiente pista es un lindo reggae,
aunque con una letra trágica: narra un suicidio posterior a una discusión.
Hablamos de “Redondo Beach”.
“Birdland” tiene su origen en otro poema de
Smith, influenciado fuertemente por A Book of Dreams de Peter Reich, y
acompañado por una tormenta musical. Luego viene “Land”, una canción de más de
nueve minutos que es pura improvisación, casi una epopeya, donde se menciona al
poeta Arthur Rimbaud y se alude al consumo de cocaína. “Land” es salvaje e
inteligente, pero muchos punks más recalcitrantes (saludos, Johnny Lydon) no la
toleraban. No la consideraban punk, porque era sofisticada, extensa, y no
hablaba de la cultura de los años 70. Al contrario: era un puente que conectaba
distintas generaciones culturales.
Y estas son solo algunas razones por las cuales
este álbum está incluido en el Registro Nacional de Grabaciones de la
Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, además de la enorme influencia que
ha tenido sobre generaciones enteras de músicos y artistas.
La portada del disco es arte puro. Fue tomada por
el también legendario Robert Mapplethorpe. Es un retrato en blanco y negro de
Smith, vestida con una camisa blanca, corbata y un saco colgado sobre el
hombro. Fue idea de Mapplethorpe: quitarse el saco y cargarlo con naturalidad,
creando una imagen andrógina que se convirtió en un símbolo de libertad,
rebeldía y emancipación femenina.
Esta obra monumental cumple, este año, medio
siglo de vida. Un disco obligatorio que debe escuchar —y tener— cualquier
melómano que se respete.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario