Vistas a la página totales

sábado, 13 de septiembre de 2025

The Cure, septiembre de 2004


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

A Ademir, Jair, Eber y Mauricio

 

Hace veintiún años, The Cure publicaba su duodécimo álbum de estudio titulado “The Cure”, el primero bajo el sello Geffen Records. Esto dio pie a una gira internacional que, afortunadamente, marcó el regreso de la banda inglesa a México después de doce años, y por primera vez, al entonces Distrito Federal. La única ocasión previa en la que habían pisado suelo mexicano fue en Monterrey, Nuevo León, durante su Wish World Tour en el ya lejano 1992.

 

Desde el primer anuncio, mi amigo Ademir y yo comenzamos a organizarnos para ir al concierto. Con el paso de los días, más personas se unieron a la caravana. No recuerdo con exactitud cuándo fue la preventa de los boletos, pero sí tengo muy presente que Eber —primo de Ademir— fue quien se encargó de comprarlos. No alcanzamos para la primera fecha, programada para el 4 de septiembre, pero, debido a la gran demanda, abrieron dos fechas más. Nosotros conseguimos boletos para la segunda, el 5 de septiembre. Ahora venía lo más difícil: esperar.

 

La fecha llegó. Domingo 5 de septiembre. Ya teníamos toda la logística preparada para ese día. Muy temprano me dirigí a la casa de Ademir, punto de reunión acordado. De ahí partimos Eber, Jair (hermano de Ademir), Mauricio —un amigo suyo al que conocí ese día y a quien apodaban “el Vinatas” (nunca supe por qué)—, el propio Ademir y yo.

 

Durante el trayecto, la tarde transcurría tranquila. Algunas cervezas, un poco de lluvia... pero finalmente llegamos al “Domo de Cobre”, en la delegación Iztacalco. Antes de entrar al recinto, caminamos un poco para ver la mercancía que vendían los ambulantes. Me compré una playera —que, por cierto, aún sobrevive— y actualmente está en poder de mi hermana. Después de curiosear un rato, por fin estábamos listos para ingresar al Palacio de los Deportes.

 

Tras una breve espera, a las 20:00 horas comenzaron a sonar los primeros acordes de “Plainsong”. Éxtasis puro. Recuerdo que Robert Smith tardó un poco en salir al escenario, pero cuando apareció, el Palacio se vino abajo con la euforia del público. Aún no me reponía de la emoción cuando comenzó a sonar “Shake Dog Shake”, del incomprendido “The Top”. Sonó increíble, con una rabia contenida. Le siguió una maravilla: la grandiosa “The Figurehead”. Vaya forma de comenzar un concierto.

 

Smith, como es habitual, no interactuó demasiado con el público, aunque sí saludó con cortesía y presentó “A Night Like This”. Luego interpretaron dos canciones del nuevo álbum. Después, llegó un momento esplendoroso con cuatro clásicos: “Lovesong”, “Push” (que sonó gloriosa), “In Between Days” (con todos saltando y coreando al ritmo de Yesterday I got so old, I felt like I could die...) y la siempre hermosa “Just Like Heaven”. Luego de tanta luz, llegó la oscuridad con la angustiante “One Hundred Years”, seguida por “Disintegration”, uno de los puntos más altos de la noche. Tras esta, la banda se retiró momentáneamente. El público rugía y exigía más.

 

The Cure nos complació y regresó para interpretar cuatro encores. El primero incluyó dos temas del álbum “Bloodflowers” y culminó con una desoladora interpretación de “The Promise”. Sonó fantástica, un verdadero tour de force sobre la esperanza, la decepción y la espera interminable por promesas que nunca se cumplen. Fue inevitable pensar en alguien.

 

El segundo encore fue simplemente brutal (disculpe usted la expresión). “The Drowning Man” fue una sorpresa absoluta. Jamás imaginé escucharla en vivo. Siguieron con otro clásico, “Charlotte Sometimes”, y después “Primary”, que ejecutaron con gran maestría. Cerraron este bloque con lo mejor de la noche: “Faith”. Sonó majestuosa. Una atmósfera melancólica nos envolvía mientras Smith cantaba con gran sentimiento. El público acompañaba el ritmo de la batería con las luces de celulares y encendedores. El recinto se veía hermoso.

Después de esa intensa carga gótica, la banda cambió el tono con un set más eléctrico y pop: “The Walk”, “Let’s Go To Bed” y “Why Can’t I Be You?”. En esta última, Robert Smith, en pleno baile, dio un paso en falso y casi se cae. Afortunadamente, salió ileso de la situación.

 

Tristemente, llegó el final. Las dos últimas canciones de la noche fueron “Grinding Halt” y la clásica e imperdible “Boys Don’t Cry”, ambas de 1979. Nostalgia pura. Era el momento de la despedida: Simon Gallup, Perry Bamonte, Jason Cooper, Roger O'Donnell y, por supuesto, Robert Smith. Lamenté mucho que no tocaran “Pictures Of You” ni “A Forest”, pero haber escuchado “The Drowning Man” y “Faith” hizo que todo valiera la pena: el boleto, los años de espera, todo.

 

Era hora de regresar a casa y prepararse para ir a trabajar en unas horas. Desvelado y harto de esa oficina, pero ese lunes 6 de septiembre estaba feliz: había presenciado a mi banda favorita.

 

Un año después, todos nos reunimos en mi casa. Plática, recuerdos de esa noche, risas, alcohol y música de The Cure. Una gran velada.

 

2 comentarios:

  1. Saludos Edgar, fué una noche maravillosa llena de alegría y nostalgia para todos nosostros, definitivamente una de las mejores noches de toda mi vida, gracias por compartirnos tu perspectiva de tu am memorable momento, desde San Luis Potosí un abrazo enorme y mis mejores deseos.

    PD: Vinatas fué mi apodo porque trabajaba en una vinatería de renombre, idea de Ademir jajajajaajaja.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Saludos Mauricio, que bueno tener noticias de ti, yo ando en Cancún. Y esa noche en particular fue uno de mis grandes recuerdos, y lo mejor es que lo compartí cln grandes amigos. Saludos y no hay que desparecernos

      Borrar

Attila

  Por Oscar Fernández Herrera     Para bien y para mal, la música italiana ha tenido un profundo impacto en el pop mexicano. Desde hac...