Por Oscar Fernández Herrera
Los Aterciopelados son una banda colombiana que se distinguió grandemente al fusionar rock pop con algunas tonadas de la música tradicional de su país. El éxito internacional llegó con los sencillos “Bolero falaz” y “Florecita roquera”, si bien sus seguidores fácilmente pueden agregar a la lista muchísimas rolas más. De igual forma, Andrea Echeverri, líder de la agrupación, se apropió de un pedacito de la historia del rock latinoamericano gracias a su maravillosa participación en el “unplugged” de Soda Stereo. “En la ciudad de la furia” sigue resonando con impresionante fuerza después de tantos años.
Conocí a Los Aterciopelados gracias a la vorágine que produjeron las canciones antes citadas, ya que casi nadie escapó a su embrujo; no obstante, mi desmedida fascinación por ellos emergió cuando asistí al Teatro Metropólitan, en la CDMX, para escuchar los temas de “Gozo Poderoso”, un álbum con el que celebraban el fin del milenio y la llegada de una espiritualidad cósmica que los empujó a los grandes escenarios.
Producido por Héctor Buitrago, se trata de su trabajo más comercial hasta ese momento, si bien no contaba con algún hit del calibre de “Bolero falaz” o “Maligno”. Lo que destaca prontamente es esa inquebrantable fusión de ritmos folclóricos de su natal Colombia y la propuesta alternativa que los distinguió desde el principio, robustecida con discretos pero efectivos loops electrónicos. Todo ello fue bellamente decorado con letras más profundas y elaboradas.
Desde la inclasificable “Luz azul”, queda claro que la agrupación sudamericana nos preparó un discazo lleno de gratas sorpresas: emocionante, juguetón y hasta maduro. “Uno lo mío y lo tuyo” sobresale por ese llamado a la unidad que poco a poco se disipa entre egoísmos y materialismos. Pese a lo que pudiera pensarse, se le escucha puntual.
En “Rompecabezas”, Echeverri encuentra la fórmula ideal para desahogar sus penas amorosas y consagrar un resurgimiento. “Gozo poderoso” es una glorificación a la música, esa sublime manifestación artística que nos anima a vivir intensamente. Recuerdo que cuando la escuché quedé embobado.
“El álbum” y “La misma tijera” presumen el típico saber latino que nos define como pueblo. La primera resalta por sus ingeniosas letras, mientras que la segunda tiene los coros inconfundibles de la banda. “Transparente” desnuda la enérgica personalidad de Andrea, una declaración de principios.
“A su salud” es un magnífico cierre, pues está directamente relacionada con “Luz azul”, la primera canción de este disco. Está de más insistir: escúchelo y goce poderosamente.
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