Por Oscar Fernández Herrera
Sábado por la noche y nada interesante para distraerme un rato, así que decido curiosear en Amazon Prime Video para hallar una buena película. Después de algunos minutos, elijo “Sin señas particulares”, de Fernanda Valadez. Filme crudísimo, que muestra, sin ambigüedades, la brutalidad que enfrentan las personas que se arriesgan a llegar a la frontera norte con la intención de cruzar hacia Estados Unidos y lograr el “sueño americano”.
Me quedé sin palabras. Hubo un momento en que quise detener las acciones para mirar a otro lado y escapar de ese monstruoso escenario que soportan los paisanos que sólo desean una realidad más propicia. Quizá por cobardía. Quizá por una incapacidad para reconocer que el país está completamente jodido y a nadie parece importarle. No sé por qué, pero decidí terminar la película. No me arrepiento, pues, al final, es necesario “incomodarnos” con esta barbarie que, todos los días, apila miles de cuerpos frente a la complicidad de autoridades y ciudadanos.
“Sin señas particulares” cuenta la historia de Magdalena, una madre que busca a su hijo que desapareció en su intento por llegar a EU. En su camino, se encontrará con Miguel, un chico deportado que, después de abandonar suelo americano, sólo quiere reencontrarse con su madre, a quien no ha visto desde hace muchos años.
Se trata de un filme lastimosamente necesario para comprender el México reciente, del que todos somos responsables. Es un llamado de atención con relación a temas como la pobreza, la falta de trabajo bien remunerado, la migración, el narcotráfico y las desapariciones forzadas. “Sin señas particulares” no brinda soluciones para estos problemas, pero sí nos obliga a preguntarnos las razones de tanta inacción.
De la misma forma, nos sensibiliza con relación a miles de historias de madres, padres e hijos que buscan a sus desaparecidos. Es necesario “experimentar” esta fatalidad para conocer el país del que nadie quiere hablar. El ritmo, característico del cine independiente, es algo pausado, con grandes espacios entre los diálogos; a pesar de ello, lo anterior permite un realismo aún más crudo, con emociones completamente amargas. La fotografía de Claudia Becerril Bulos es hermosísima.
Distanciada de los pocos blockbusters nacionales, “Sin señas particulares”, ópera prima de su directora, es un filme que le dejará un nudo en la garganta.