Debo confesarles,
queridos lectores, que los años setentas siempre me han seducido gracias a los
increíbles arquetipos, conceptos y productos culturales y sociales que nos
concedieron aquellos afortunados que los transitaron. Lo anterior, claro está,
no está libre de oposiciones y discordias. Con todo, es una época que nos gusta
retratar y perpetuar gracias a sus singularidades.
Y es es esta década el perfecto escenario para que “La
Primera Vez”, una serie colombiana creada por Dago García y producida por
Caracol Televisión, se desarrolle con gran éxito y aceptación por parte del
público latinoamericano.
El relato se sitúa en la Bogotá de los setenta, una época
repleta de bullicios sociales y rebeldía juvenil, que resultó ser el detonante
de cambios tremendamente sustanciales en todos los aspectos de la sociedad
colombiana. Los adolescentes desafiaron las normas establecidas, cuestionaron
las estructuras de poder e impulsaron cambios profundos en las mentalidades y
las ideologías dominantes.
Este momento histórico multiplicó la defensa política y
social que dio paso a la igualdad de género, los derechos civiles y la
liberación sexual. La amistad se redefinió como una relación más auténtica que
reflejó la búsqueda de una verdadera conexión. Por su parte, el despertar
sexual fue más abierto y exploratorio, pues rompió con las restricciones
tradicionales y celebró la libertad de expresión y la diversidad de identidades
carnales.
Nuestros protagonistas, un grupo de estudiantes “liderados”
por Granados, se enfrentarán a las situaciones más disparatadas cuando la
señorita Samper llegue a sus vidas para desordenarlo todo. El reparto,
integrado por Emmanuel Restrepo, Francisca Estevez, Santiago Alarcón, Ana María
Orozco, Cecilia Nava y Julián Cerati, es un encanto. Su profesionalismo y
dedicación está presente en todo momento.
Camilo y sus comparsas (Martín Salcedo, Álvaro Castro, Rodrigo
Arbeláez Peña y Gustavo Pabón) intentarán, a toda costa, mantenerse en pie
debido a las pillerías y temeridades en las que incide Eva cuando ingresa al Colegio
Distrital José María Root, que solía ser absolutamente masculino.
Los amores a primera vista, las jugarretas, los pleitos,
las malas notas en matemáticas (y en otras asignaturas), los besos robados y la
música son los principales ingredientes de esta comedia con grandes dosis de
drama y crítica social.
Uno de los aspectos que más me agradaron fue cómo se tejió
la trama con distintos títulos de la literatura universal. Sin lugar a dudas,
esto le dio mayor dinamismo a las acciones sin perder el hilo conductor. El
equilibrio entre las referencias intelectuales y los momentos más tensos es insuperable,
pues mantiene la atención del respetable todo el tiempo.
Como buen mexicano cuarentón, desconozco los pormenores de
la Colombia de aquellos años; no obstante, ésta es representada con minuciosidad
y esmero en los detalles, si bien no todos son del todo precisos (grafitis en
las locaciones abiertas y canciones que aparecieron en los ochentas). Pese a
los detallitos que sí son bastante palmarios, resulta divertidísimo atestiguar
cómo Eva desordena la aparente tranquilidad de sus contrapartes para enseñarles
sobre el sexo, el amor, los placeres y la vida real.
Otro gran punto a resaltar es el matrimonio de los
Granados, a pesar de que los adolescentes son el motor de esta historia. La
disparidad entre Ana y José es verdaderamente pintoresca pero muy necesaria
para contrapuntear las simplezas de los chicos.
Fresca (aunque, a ratos, atiborrada de datos que apunta a
la nada), ligera y divertidísima a las claras. Dele una oportunidad que no se
arrepentirá. Disfrútela en Netflix.