PRINCE
Por Oscar Fernández Herrera
La interrogante “¿Por qué escuchas música tan rara?” es, junto con otras similares, el pan de cada día cuando participo en alguna conversación sobre gustos musicales. Honestamente, no creo que las canciones que escucho sean raras. Son de lo más común para mí; sin embargo, muchas de ellas sí son de lo más preciado que hay, pues me han acompañado por años. ¿Saben por qué? Porque soy un melómano, y eso se lo debo a PRINCE.
Antes de conocerlo, durante mis días de secundaria, escuchaba tonadas bastante comerciales y casi todas ellas en español. No me mal interpreten, pues aún escucho algo de aquellos días y no me avergüenza admitirlo. Pero, en definitiva, todo cambió cuando me arriesgué a conocer música nueva.
En 1994 le presté atención a Michael Jackson -quizá como consecuencia natural de mis primeros gustos musicales- pero inmediatamente después llegó PRINCE a mi vida y con él, descubrí el verdadero sentido de la música.
Fue un accidente. Buscaba algo que me emocionara y definiera mi personalidad cuando me topé con un disco de éxitos del geniecillo púrpura. Mi hermano me animó a comprarlo inmediatamente.
¡Qué sensación tan extraña sentí al escuchar “I Wanna Be Your Lover” por primera vez! ¡¿Quién era este tipo?! En aquel entonces mi comprensión del inglés era nula, pero las canciones que sonaban en el estéreo resultaban turbulentas y espectaculares... y eso me gustó.
Puedo asegurarles que mis primeros intentos para aprender inglés se produjeron porque quería cantar “I Would Die 4 U” con aquella provocación recién descubierta.
No obstante, en aquellos años, PRINCE cayó en un periodo obscuro: una guerra abierta en contra de su sello discográfico, un cambio de nombre (objeto de burlas), la muerte de su hijo Boy Gregory por causa del Síndrome de Pfeiffer, el desplome de las ventas de sus discos, y la indiferencia de la prensa especializada.
No importaba, ahí estaba yo escuchándolo con profunda admiración, esperando que algún día tocara en México... algo que nunca sucedió.
Además de ser un referente para la música y la moda, PRINCE también se enfrentó a imposiciones morales e instituciones ultraconservadoras.
Regresando a lo meramente sonoro, su gran contribución a la música contemporánea fue su habilidad para fusionar el soul, el gospel, el blues, el funk, el jazz y el rock, lo que le dio un estatus de genio indiscutible. Dueño de un rango vocal bastante peculiar (los hermanos Gibb aseguraron alguna vez que envidiaban las habilidades vocales de PRINCE), era un ágil guitarrista y dueño de los secretos de un estudio de grabación, donde imaginó y materializó grandes discos como Dirty Mind (1980), 1999 (1982), Purple Rain (1984), Parade (1986), Sign 'O' The Times (1987), Diamonds & Pearls (1991), The Gold Experience (1995), Musicology (2004), 3121 (2006) y Art Official Age (2014)...
Por si fuera poco, debe haber al menos una decena de formas para demostrar que el Hip Hop bebe directamente de la obra de PRINCE (basta con escuchar a D'Angelo, Lil Wayne y Kendrick Lamar).
¿Qué otra cosa aportó PRINCE a la música? Su férrea lucha para que los artistas recibieran la justa retribución por su trabajo. Lástima que pocos lo acompañaron en esta tarea.
Por esta misma razón, era casi imposible encontrar vídeos o discos de él en internet hasta antes de su lamentable muerte. Era tan celoso de su trabajo que no podías encontrar sus discos físicos ni en tiendas especializadas. Su brazo censor también alcanzó a muchos de sus fanáticos, a quienes demandó y ridiculizó (en una canción llamada PFunk) por hacer uso indebido de su obra.
Sí, era extravagante, pero era -al mismo tiempo- un hombre profundamente espiritual y de fuertes convicciones. Tampoco olvido su activismo a favor del cuidado de los animales.
Tienes que escucharlo al menos una vez para que mis palabras cobren sentido.
Hoy celebro a PRINCE con estas palabras y reseñando algo de su catálogo: 1999. Lanzado el 27 de octubre de 1982, 1999 es (quizá) el álbum de Prince que más ha influido a la comunidad negra gracias al uso de sintetizadores, guitarras y sonidos electrónicos. Éste definiría al conocidísimo Sonido Minneapolis, del que forman parte The Time, Vanity Six y The Family (entre otros músicos de largo y mediano alcance). VH1 colocó al álbum (doble, por cierto) en el sitio 49 de su lista “Los álbumes más grandes de todos los tiempos”. El Slant Magazine hace referencia a él como uno de los cincuenta discos de pop más finos de la música contemporánea. En 2008, 1999 entró al Salón de la Fama del Grammy.
Además del tema homónimo, son súper recomendables “Little Red Corvette”, “Delirious”, “Let's Pretended We're Married”, “Automatic”, “Something In The Water”, “How Come U Don't Call Me Anymore?”, “Irresistible Bitch”, y “Horny Toad”.
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