Por Oscar Fernández Herrera
"El Gato Viudo" es la primera canción de Salvador
Flores Rivera, mejor conocido como Chava Flores, que recuerdo cuando me
preguntan sobre la música de mi infancia. Sin embargo, fueron muchísimas más
las coplas y tonadillas de él las que canté en los mejores años de mi
inocencia. Cepillín, Pedro Infante y Chico Che fueron solo un puñado de
intérpretes que me acercaron a la lírica y el humorismo del gran Chava Flores,
sin que yo lo supiera. Sin embargo, pronto descubriría su talento en artistas
de la talla de Óscar Chávez, Amparo Ochoa, Los Folkloristas, Guadalupe Pineda,
Rubén Schwartzman, Gabino Palomares, y Eugenia León.
Recordado como el “cronista musical de la Ciudad de
México”, Chava Flores enfrentó una dolorosa infancia tras el fallecimiento de
su padre. Después de practicar numerosos oficios, se asoció con un amigo para
publicar “El álbum de oro de la canción”, un suplemento que lo relacionó con
los músicos que lo inspirarían a escribir y componer. “Dos horas de balazos” y
“La tertulia” fueron sus primeras obras. ¡Qué forma de iniciar su celebérrima
trayectoria! Ambos temas se publicaron con gran éxito en 1951.
Debido a la formidable recepción por parte del público, nuevos
clásicos no se hicieron esperar. “La Bartola”, “La Interesada” y “El Gato
Viudo”, entre muchos otros, se hicieron de un lugar muy especial entre los
mexicanos. El humor, presente desde un inicio, funcionó a la perfección para
que Chava retratara las situaciones más cotidianas con precisión e ingenio.
Sin lugar a dudas, Chava Flores no sólo conquistó los
escenarios con su talento, sino que también se consolidó como un verdadero
documentador de la vida cotidiana en la Ciudad de México. A través de sus composiciones,
retrató con claridad la vida en la (ahora) CDMX y se convirtió en un testigo
musical de esa época. Sus canciones, llenas de humor, crítica social y hasta ternura,
lograron captar la esencia de la idiosincrasia capitalina para transformarlas
en melodías que aún resuenan en la memoria chilanga. Canciones como “Los quince
años de Espergencia” o “Voy en el metro” demuestran claramente su capacidad
para observar la cotidianidad y plasmarla en versos realmente ingeniosos.
El buen Chava Flores obtuvo su título de cronista musical
de la “capirucha” por su original y tremendo enfoque sobre las experiencias de
la gente de la ciudad. No sólo contó anécdotas del barrio, sino que las
encumbró al nivel del arte, transformándolas en estampas de gran notabilidad
cultural. Su trabajo reflejó no sólo los excesos de la ciudad, sino también las
tensiones sociales y los contrastes de la vida urbana, todo en un estilo
accesible que incorporó géneros como el bolero, el danzón y el mariachi. En
este sentido, Flores no sólo creó música, sino que también concibió un espacio
donde la cultura popular y la historia felizmente se cruzaron, lo que demostró
ser tanto entretenimiento como una poderosa forma de cronología.
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