Por Oscar Fernández Herrera
“El PRI abusó del país y los mexicanos se agarran ahora de lo que pueden”. Con esta arrolladora frase una amiga trató de explicarme por qué Morena tomó los territorios del PRI en las pasadas elecciones, las “más grandes de la historia” reciente de nuestra agitada nación, y prolongó su mando en términos de diputaciones federales y locales.
Para ampliar lo anterior, podríamos ser más concretos y agregar tres elementos más: cansancio, abandono y pudrimiento de la entidad política que en algún momento de nuestra triste historia formó una dictadura casi perfecta, una en la que el sentido de igualdad era casi grotesco.
Después de más de setenta años de gobiernos priistas que, en el mejor de los casos trabajaban a medias, llegó la soñada “alternancia” con el Partido Acción Nacional; no obstante, la ilusión pronto cedió su lugar a la desesperanza y al enfado social. Lejos de los aciertos de ambas formas de gobierno, el uso del pobre como simple moneda de cambio ha sido la constante en el México posrevolucionario.
En medio de tantas iniquidades, sectores de la población se pronunciaron en contra de los acaparamientos de las élites; no obstante, poco o nada prosperaron debido a la ignorancia y la disgregación de la gente, y los frenos impuestos por los funcionarios “públicos”. A pesar de lo anterior, algunas manifestaciones encontraron cierta resonancia entre los grupos sociales más humildes, que demandarían mayor igualdad y el fin de las distinciones para la minoría gobernante.
Con la llegada de los primeros grupos opositores al poder, la discusión relacionada con al sentido del binomio derecha – izquierda cobró mucha importancia en México, si bien los resquemores y entredichos para el grupo de derecha han perdurado hasta la actualidad. Más allá de la jerga política, existen sobradas razones para justificar tales reproches.
Contrariamente a los intereses antipopulares que la derecha representa en nuestro país, de ella han destacado figuras que, con el tiempo, han implicado profundas transformaciones para el bienestar social. Del mismo modo, los saltos que estos personajes dieron a la izquierda tienen diferentes explicaciones: arrepentimientos, ideologías reformadas y oportunismos políticos. De todo podemos encontrar.
La derecha, rezagándose cada vez más, ha sido incapaz de transformarse más allá de los discursos y los juramentos en campañas. La relación que guarda con los ricos y los conservadurismos son aspectos dominantes que le han imposibilitado un papel más firme en la tardía democratización mexicana.
En 2006, Andrés Manuel López Obrador alimentó el antagonismo entre ambas posturas (sin que pasemos por alto las posturas intermedias), aunque buena parte de la sociedad mexicana desconoce el significado de ambos conceptos y numerosos analistas reiteran que éstos carecen de fundamentos reales para distinguirlos.
La polarización siguió y, al final, le dio a AMLO el triunfo en las últimas elecciones presidenciales; sin embargo, afirmar lo anterior no es suficiente para explicar su aplastante triunfo en las urnas: hartazgo, desencanto y una apresurada necesidad para romper con la hegemonía PRI – PAN. Sumémosle la retórica (que apela a una férrea defensa del pobre frente al rico), las denuncias que mostraban la codicia de los poderosos y la aparente “rebeldía” de Obrador para tener una mejor respuesta.
Independientemente de sus necedades y el nulo sentido de la modernización que demuestre López, la derecha sigue siendo víctima de sus demasías y carencias. La permanencia de unos políticos (como los ex mandatarios panistas que malgastaron sus condiciones de manera terrible) sólo empeora los escenarios, por lo que ya no debería consentirse.
En seguida está una sociedad cegada y encandilada al fanatismo (en ambas direcciones), apática y hasta displicente para asumir una postura más juiciosa, que le ponga un alto a los abusos que siguen y siguen.
Por último, la anulación del diálogo, los actos propagandísticos a través de “Las mañaneras” y la descalificación permanente no tardarán en fortalecer a esa derecha que muchos creen muerta. Esperemos que la izquierda (que tanto no es) se libere de esas malas prácticas a favor de un pueblo hambriento de mejores resultados.