Después de la grandeza que significó la Bossa Nova
para la música brasileña a finales de los años cincuenta, ésta quedó marginada
en un segundo plano para dejarle su gloria a un ritmo completamente diferente:
Tropicalia. El tropicalismo, por su parte, intentaba una radicalización de la
música popular carioca y su resultante universalización gracias a letras audaces
y a la incorporación de instrumentos como la guitarra eléctrica. Como resultado
de esta propuesta tan revolucionaria, se produjeron reacciones disparejas y
condenatorias.
Esta tendencia de ruptura, abanderada por Caetano
Veloso, Gilberto Gil, Tom Zé y Nara Leão, se
produjo entre 1967 y 1968, y se identificó con un sonido autodenominado como
“canibalismo cultural” porque se “nutría” de ideas de otras culturales para
producir algo único y original. Contrariamente a lo fantástico del movimiento,
su permanencia en la escena musical brasileña no fue fácil. Después de muchos
altibajos, su huella se perdió en los ochenta para resurgir poco después de la
mano de artistas como Arto Lindsay, Beck y un número asombroso de disc jockeys
nipones que recuperaron al género para mezclarlo con tonadas ingeniosas y
chispeantes.
Entre los representantes más destacados del
tropicalismo está María Bethânia, con una trayectoria de más de cincuenta años,
cerca de sesenta grabaciones de estudio y más de treinta millones de discos
vendidos. Su debut lo marcó la presentación musical “Opinião” en 1964, aunque
el éxito total llegaría un año después con “Carcará” (Buitre), una canción en
la que glorificaba el coraje y la determinación de los migrantes nordestinos de
Brasil, después de que el hambre y la sequía los expulsara de sus tierras. Con
tal solo dieciocho años, Bethânia ya se pronunciaba contra el golpe militar a
través de sus primeras interpretaciones.
La cantora bahiana supo mostrar, desde un inicio, los
movimientos sociales amplios que el absolutismo sudamericano desmanteló
bruscamente. Trabajadores rurales y urbanos, estudiantes e intelectuales
hallaron en Bethânia un modo para oponerse al régimen militar.
La fuerza interpretativa de aquella mujer no pasó desapercibida
por mucho tiempo. El periodista Isaac Piltcher escribió (refiriéndose a
“Carcará”): “La letra de la música no tiene nada de subversivo. Pero, si
perteneciera al cuerpo policial, definitivamente encarcelaría a María Bethânia”.
No obstante, un poderío vocal no es suficiente para
explicar la grandiosidad de la hermana menor de Caetano Veloso. Su teatralidad,
pero, principalmente, su contemplación sobre el pueblo brasileño (indígenas,
negros y anónimos en general) y la irrompible dependencia que éste guarda con
la religión la distinguen enormemente en un escenario tan necesitado de estilo
e inspiración.
Seguida por Caetano, Gal Costa, Gilberto Gil y otros artistas,
la abelha rainha (abeja reina, como se le conoce en tierras cariocas) cantó la
revolución brasilera en verso y prosa (en muchos de sus discos recita poemas y
lee pasajes filosóficos) por medio de símbolos de resistencia y totalidad
frente a los poderes político y militar de la época.
Intérprete de composiciones de Vinicius de Moraes y
Chico Buarque, y textos del poeta Fernando Pessoa, María Bethânia es una voz
que debe escucharse en al menos una ocasión, a pesar de la barrera del lenguaje
(si bien tiene algunas piezas en español, francés e inglés). Su personalidad ha
sido comparada con un orisha, una divinidad de la religión yoruba.
Diez canciones para conocerla: “Gloria In Excelsis -
Missa Agrária / Carcará”, “Cheiro De Amor”, “Mulher, Sempre Mulher”, “Janelas
Abertas No. 2”, “Sonho Meu” (con Gal Costa), “Detalhes”, “As Canções Que Você
Fez Pra Mim”, “Día 4 De Dezembro”, “Alguem Me Avisou” (con Caetano Veloso y
Gilberto Gil), y “Mano Caetano”. ¡Extraordinarias!
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