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lunes, 14 de junio de 2021

María Bethânia


 

Después de la grandeza que significó la Bossa Nova para la música brasileña a finales de los años cincuenta, ésta quedó marginada en un segundo plano para dejarle su gloria a un ritmo completamente diferente: Tropicalia. El tropicalismo, por su parte, intentaba una radicalización de la música popular carioca y su resultante universalización gracias a letras audaces y a la incorporación de instrumentos como la guitarra eléctrica. Como resultado de esta propuesta tan revolucionaria, se produjeron reacciones disparejas y condenatorias.

 

Esta tendencia de ruptura, abanderada por Caetano Veloso, Gilberto Gil, Tom Zé y Nara Leão, se produjo entre 1967 y 1968, y se identificó con un sonido autodenominado como “canibalismo cultural” porque se “nutría” de ideas de otras culturales para producir algo único y original. Contrariamente a lo fantástico del movimiento, su permanencia en la escena musical brasileña no fue fácil. Después de muchos altibajos, su huella se perdió en los ochenta para resurgir poco después de la mano de artistas como Arto Lindsay, Beck y un número asombroso de disc jockeys nipones que recuperaron al género para mezclarlo con tonadas ingeniosas y chispeantes.

 

Entre los representantes más destacados del tropicalismo está María Bethânia, con una trayectoria de más de cincuenta años, cerca de sesenta grabaciones de estudio y más de treinta millones de discos vendidos. Su debut lo marcó la presentación musical “Opinião” en 1964, aunque el éxito total llegaría un año después con “Carcará” (Buitre), una canción en la que glorificaba el coraje y la determinación de los migrantes nordestinos de Brasil, después de que el hambre y la sequía los expulsara de sus tierras. Con tal solo dieciocho años, Bethânia ya se pronunciaba contra el golpe militar a través de sus primeras interpretaciones.

 

La cantora bahiana supo mostrar, desde un inicio, los movimientos sociales amplios que el absolutismo sudamericano desmanteló bruscamente. Trabajadores rurales y urbanos, estudiantes e intelectuales hallaron en Bethânia un modo para oponerse al régimen militar.

 

La fuerza interpretativa de aquella mujer no pasó desapercibida por mucho tiempo. El periodista Isaac Piltcher escribió (refiriéndose a “Carcará”): “La letra de la música no tiene nada de subversivo. Pero, si perteneciera al cuerpo policial, definitivamente encarcelaría a María Bethânia”.

 

No obstante, un poderío vocal no es suficiente para explicar la grandiosidad de la hermana menor de Caetano Veloso. Su teatralidad, pero, principalmente, su contemplación sobre el pueblo brasileño (indígenas, negros y anónimos en general) y la irrompible dependencia que éste guarda con la religión la distinguen enormemente en un escenario tan necesitado de estilo e inspiración.

 

Seguida por Caetano, Gal Costa, Gilberto Gil y otros artistas, la abelha rainha (abeja reina, como se le conoce en tierras cariocas) cantó la revolución brasilera en verso y prosa (en muchos de sus discos recita poemas y lee pasajes filosóficos) por medio de símbolos de resistencia y totalidad frente a los poderes político y militar de la época.

 

Intérprete de composiciones de Vinicius de Moraes y Chico Buarque, y textos del poeta Fernando Pessoa, María Bethânia es una voz que debe escucharse en al menos una ocasión, a pesar de la barrera del lenguaje (si bien tiene algunas piezas en español, francés e inglés). Su personalidad ha sido comparada con un orisha, una divinidad de la religión yoruba.

 

Diez canciones para conocerla: “Gloria In Excelsis - Missa Agrária / Carcará”, “Cheiro De Amor”, “Mulher, Sempre Mulher”, “Janelas Abertas No. 2”, “Sonho Meu” (con Gal Costa), “Detalhes”, “As Canções Que Você Fez Pra Mim”, “Día 4 De Dezembro”, “Alguem Me Avisou” (con Caetano Veloso y Gilberto Gil), y “Mano Caetano”. ¡Extraordinarias!

 





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