Por Edgar Fernández Herrera
Era un martes 24 de agosto de 2004, en el marco de los Juegos Olímpicos, celebrados en Atenas. El sitio: el Estadio Olímpico. El motivo: la final de los 400 metros planos. En el tercer carril de la pista se encuentra lista y concentrada la sonorense Ana Guevara, dispuesta a hacer historia.
Ese día, la responsable de Recursos Humanos de donde laboraba, nos invitó a pasar al comedor para que viéramos la carrera; habían acondicionado una televisión y prácticamente todo el personal de la oficina estaba concentrado para ver a Ana Guevara adjudicarse el oro olímpico. Ella venía precedida de varias victorias en mundiales de atletismo, así que se vivía mucho entusiasmo para que alcanzara lo más alto del podio.
Recuerdo perfectamente la narración de Enrique Garay para TV Azteca; pocas veces el país entero estaba enfrente del televisor. La gran rival de la mexicana era la oriunda de Bahamas, Tonique Williams, que iba a arrancar en el carril número cuatro. Ana se veía muy concentrada y hasta solicitó silencio a los tres mil mexicanos que se encontraban en el inmueble.
Era un momento tenso, no sólo para las competidoras, sino para todo el público. De repente se escuchó el balazo de comienzo de la carrera. Ana reaccionó muy bien y llegó a los primeros cien metros en 11.3 segundos y a los 22.5 segundos alcanzó los doscientos metros. El objetivo era la bahameña que estaba ligeramente adelantada; sin embargo, antes de llegar al límite de los trescientos Ana Guevara alcanzó a Tonique; la carrera será solamente de dos.
Los últimos cien metros son de alarido, Williams y Guevara lideran la carrera, en algún momento la sonorense rebasa ligeramente a la de Bahamas, pero la mexicana pierde fondo, lo cual aprovecha Tonique y deja atrás a Ana y llega a la meta adjudicándose el triunfo, el tiempo que cronometro fue de 49.41 segundos y un poco atrás de ella con 49.56 segundos llegaba Ana Guevara, llevándose la medalla de plata, jubilo en el comedor de Grupo Óptico Lux y de todo México.
Ni un minuto y todo México vibró; debo de confesar que me dio gusto, pero también un poco de insatisfacción. Creo que ella pudo quedarse con la medalla de oro, pero Tonique Williams hizo una gran carrera, después de esto, regresé a mis labores habituales.
Han pasado 17 años y ahora en Tokio 2020 Ana Guevara es señalada como la mala de la historia. Su paso como dirigente de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE) es muy cuestionable, si bien en este blog no se le acusará absolutamente de nada, ya que no se tiene ninguna prueba al respecto y tampoco se le señalará solamente por ser parte de la administración de AMLO. Este blog no es de política y es en general apartidista, pero sí se puede verter una opinión al respecto, aunque debemos recordar que el manejo y corrupción no es exclusivo de nadie y tampoco creo que se haya agravado con este sexenio o con la dirigencia de la sonorense.
Como leerán: este tipo de manejos y de corrupción en el deporte no son exclusivos de este sexenio, la verdad es patético que diferentes ex mandatarios presuman los logros olímpicos, cuando en realidad no hay nada que presumir.
Los atletas, independientemente de todo, merecen nuestro respeto, admiración y aplauso, ya que con estas condiciones y lidiar con las diferentes organizaciones, dan su máximo esfuerzo y logran resultados importantes que nos llenan de orgullo; hay que resaltar que Ana Guevara no sufrió de esto o por lo menos no todo el tiempo que duró su carrera como atleta, con sus importantes triunfos en los diferentes competencias en las que participo y obtuvo grandes resultados, ella pudo conseguir el apoyo de una importante institución financiera.
Lo ideal sería hacer un gran análisis de los resultados obtenidos en el deporte durante Tokio 2020 y sanear financieramente a las diferentes federaciones y así poder seguir apoyando a los futuros atletas que nos representaran en las siguientes competiciones, pero la verdad dudo mucho que vaya a suceder.
NOTA: Portada del diario RECORD, publicado el miércoles 25 de agosto de 2004