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viernes, 20 de agosto de 2021

El día que México se paralizó

 

Por Edgar Fernández Herrera

Era un martes 24 de agosto de 2004, en el marco de los Juegos Olímpicos, celebrados en Atenas. El sitio: el Estadio Olímpico. El motivo: la final de los 400 metros planos. En el tercer carril de la pista se encuentra lista y concentrada la sonorense Ana Guevara, dispuesta a hacer historia.

 

Ese día, la responsable de Recursos Humanos de donde laboraba, nos invitó a pasar al comedor para que viéramos la carrera; habían acondicionado una televisión y prácticamente todo el personal de la oficina estaba concentrado para ver a Ana Guevara adjudicarse el oro olímpico. Ella venía precedida de varias victorias en mundiales de atletismo, así que se vivía mucho entusiasmo para que alcanzara lo más alto del podio.

 

Recuerdo perfectamente la narración de Enrique Garay para TV Azteca; pocas veces el país entero estaba enfrente del televisor. La gran rival de la mexicana era la oriunda de Bahamas, Tonique Williams, que iba a arrancar en el carril número cuatro. Ana se veía muy concentrada y hasta solicitó silencio a los tres mil mexicanos que se encontraban en el inmueble.

 

Era un momento tenso, no sólo para las competidoras, sino para todo el público. De repente se escuchó el balazo de comienzo de la carrera. Ana reaccionó muy bien y llegó a los primeros cien metros en 11.3 segundos y a los 22.5 segundos alcanzó los doscientos metros. El objetivo era la bahameña que estaba ligeramente adelantada; sin embargo, antes de llegar al límite de los trescientos Ana Guevara alcanzó a Tonique; la carrera será solamente de dos.

 

Los últimos cien metros son de alarido, Williams y Guevara lideran la carrera, en algún momento la sonorense rebasa ligeramente a la de Bahamas, pero la mexicana pierde fondo, lo cual aprovecha Tonique y deja atrás a Ana y llega a la meta adjudicándose el triunfo, el tiempo que cronometro fue de 49.41 segundos y un poco atrás de ella con 49.56 segundos llegaba Ana Guevara, llevándose la medalla de plata, jubilo en el comedor de Grupo Óptico Lux y de todo México.

 

Ni un minuto y todo México vibró; debo de confesar que me dio gusto, pero también un poco de insatisfacción. Creo que ella pudo quedarse con la medalla de oro, pero Tonique Williams hizo una gran carrera, después de esto, regresé a mis labores habituales.

 

Han pasado 17 años y ahora en Tokio 2020 Ana Guevara es señalada como la mala de la historia. Su paso como dirigente de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE) es muy cuestionable, si bien en este blog no se le acusará absolutamente de nada, ya que no se tiene ninguna prueba al respecto y tampoco se le señalará solamente por ser parte de la administración de AMLO. Este blog no es de política y es en general apartidista, pero sí se puede verter una opinión al respecto, aunque debemos recordar que el manejo y corrupción no es exclusivo de nadie y tampoco creo que se haya agravado con este sexenio o con la dirigencia de la sonorense.

 

Como leerán: este tipo de manejos y de corrupción en el deporte no son exclusivos de este sexenio, la verdad es patético que diferentes ex mandatarios presuman los logros olímpicos, cuando en realidad no hay nada que presumir.

 

Los atletas, independientemente de todo, merecen nuestro respeto, admiración y aplauso, ya que con estas condiciones y lidiar con las diferentes organizaciones, dan su máximo esfuerzo y logran resultados importantes que nos llenan de orgullo; hay que resaltar que Ana Guevara no sufrió de esto o por lo menos no todo el tiempo que duró su carrera como atleta, con sus importantes triunfos en los diferentes competencias en las que participo y obtuvo grandes resultados, ella pudo conseguir el apoyo de una importante institución financiera.

 

Lo ideal sería hacer un gran análisis de los resultados obtenidos en el deporte durante Tokio 2020 y sanear financieramente a las diferentes federaciones y así poder seguir apoyando a los futuros atletas que nos representaran en las siguientes competiciones, pero la verdad dudo mucho que vaya a suceder.

 

NOTA: Portada del diario RECORD, publicado el miércoles 25 de agosto de 2004

Sing Street


 

Por: Edgar Fernández Herrera

Hace unos días vi Sing Street (2016), es una película irlandesa-britanica que se adentra en los años ochenta con una historia repleta de música, amor, sueños y amistad. El filme fue dirigido por John Carney.

Dicho filme está ambientado en Dublín, durante la recesión económica que azotó en general al imperio británico, pero -al contrario de otros extraordinarios filmes como “This Is England” o “Pride” que también están ambientadas en esa época y muestran sus problemas sociales y económicos- en Sing Street no veremos eso; lo que apreciaremos son las inquietudes propias de la juventud y lo importante que era el vestuario y la música.

 

La trama gira en torno a Conor, un joven irlandés que conoce a la misteriosa Raphina y a la que invita a participar de un videoclip para su banda con el objetivo de conquistarla. El único problema es que no tiene una banda y ni siquiera ha escrito una canción para el supuesto videoclip.

 

De este modo, Conor hará lo que sea necesario para cumplir su palabra y en el camino forjará un importante vínculo de amistad con sus nuevos compañeros de banda, además de los lazos con su familia.

 

Es una película muy juvenil, no retrata el drama, como los títulos antes mencionados; sin embargo, al observarla con atención, uno se dará cuenta que la superación es el tema central de dicho filme, ya que los protagonistas harán todo lo posible para alcanzar sus sueños.

 

Destaca de manera sobresaliente la banda sonora. The Cure, Duran Duran y The Clash pasan lista de presente y acompañan a nuestros protagonistas en sus correrías.

 

Sing Street no es mala película, pero tampoco cambiará la vida de uno; se trata de un filme muy simple, pero muy disfrutable.

 

 

 

Un accidentado y preocupante regreso a clases

 

Por Oscar Fernández Herrera

 

Después de más de doce meses de clases a distancia agrupadas en diferentes modalidades y propósitos, resulta natural que tanto el gobierno federal como las autoridades escolares aseguren que el regreso presencial a las aulas es un asunto impostergable; sin embargo, este llamado se produce cuando el tercer embate de contagios por coronavirus está en su momento más crítico.

 

Pese a la trascendencia del asunto, Delfina Gómez, titular de la Secretaría de Educación Pública, presentó un decálogo de acciones para “garantizar” un regreso ordenado, que minimice los riesgos para toda la comunidad escolar. Desafortunadamente, la lectura que se ofreció fue más un “que Dios los acompañe y ya veremos sobre la marcha”. No se detalló ninguna gestión concreta (excepto las generalidades que todos conocemos y que no han resultado eficientes para el freno de contagios) ni se anunció el respaldo a escuelas y familias con recursos federales adicionales (que mucha falta hace).

 

De los ordenamientos detallados por la dirigente de la SEP, llamó mucho la atención una carta compromiso de corresponsabilidad porque, en un principio, delegaba todas las responsabilidades a los padres de familia, “liberando” de posibles culpas a la administración federal. Poco después se modificó el documento.

 

El reproche más puntual que puede hacérsele a este decálogo es su limitación, pues carece de información detallada que asesore a profesores y padres frente a posibles escenarios e impedir así situaciones no deseables. La falta de un protocolo más riguroso pone en duda la formalidad y el compromiso de las autoridades (tanto federales como locales) con relación a la seguridad e integridad de los más pequeños.

 

El desarrollo de la pandemia no parece dar tregua en ningún sentido, y es cierto que los niños padecieron de una descomunal (e inútil) carga de trabajo y muchos de ellos quedaron abandonados en términos sociales y emocionales. Es necesario recuperarlos cuanto antes, pero no a costa de su salud.

 

Tiempo al tiempo, pues esto es sólo el principio.

Nadie nos va a extrañar

  Por Oscar Fernández Herrera     Con frecuencia leo cómo la gente idealiza las décadas de los años sesenta, setenta e incluso ochenta...