Por Oscar Fernández Herrera
Después de más de doce meses de clases a distancia agrupadas en diferentes modalidades y propósitos, resulta natural que tanto el gobierno federal como las autoridades escolares aseguren que el regreso presencial a las aulas es un asunto impostergable; sin embargo, este llamado se produce cuando el tercer embate de contagios por coronavirus está en su momento más crítico.
Pese a la trascendencia del asunto, Delfina Gómez, titular de la Secretaría de Educación Pública, presentó un decálogo de acciones para “garantizar” un regreso ordenado, que minimice los riesgos para toda la comunidad escolar. Desafortunadamente, la lectura que se ofreció fue más un “que Dios los acompañe y ya veremos sobre la marcha”. No se detalló ninguna gestión concreta (excepto las generalidades que todos conocemos y que no han resultado eficientes para el freno de contagios) ni se anunció el respaldo a escuelas y familias con recursos federales adicionales (que mucha falta hace).
De los ordenamientos detallados por la dirigente de la SEP, llamó mucho la atención una carta compromiso de corresponsabilidad porque, en un principio, delegaba todas las responsabilidades a los padres de familia, “liberando” de posibles culpas a la administración federal. Poco después se modificó el documento.
El reproche más puntual que puede hacérsele a este decálogo es su limitación, pues carece de información detallada que asesore a profesores y padres frente a posibles escenarios e impedir así situaciones no deseables. La falta de un protocolo más riguroso pone en duda la formalidad y el compromiso de las autoridades (tanto federales como locales) con relación a la seguridad e integridad de los más pequeños.
El desarrollo de la pandemia no parece dar tregua en ningún sentido, y es cierto que los niños padecieron de una descomunal (e inútil) carga de trabajo y muchos de ellos quedaron abandonados en términos sociales y emocionales. Es necesario recuperarlos cuanto antes, pero no a costa de su salud.
Tiempo al tiempo, pues esto es sólo el principio.
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