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viernes, 7 de enero de 2022

 

Por Oscar Fernández Herrera

 

Con las recientes afirmaciones del clérigo Alejandro Solalinde, relacionadas con AMLO y “rasgos muy importantes de santidad”, la polémica no se hizo esperar: descalificaciones y aplausos colisionaron en el ring público de las redes sociales. Desafortunado mensaje, señalaría con toda puntualidad, pues encarna el irrompible fanatismo de los seguidores del presidente.

 

La torpeza política de Solalinde me sorprende ya que sus disputas sociales lo han privilegiado como una persona sensata y entendida de las consecuencias de una oratoria tan imprudente como desproporcionada. Lástima que su entusiasmo lo marcara como un simple predicador de frases coloquiales o un replicador de adjetivos.

 

¿El padre Solalinde ya rebasó la línea donde la ingenuidad y la buena fe cambian de nombre? Probablemente, si bien en nosotros no debe existir la simplicidad. Lo dicho por el sacerdote mexiquense obedece, sin lugar a dudas, a una propaganda certera. Continúa el divisionismo, pues.

 

Preocupa que este tipo de manifestaciones sigan monopolizando la charla pública cuando la violencia y la pobreza extrema resultan ya descomunales.

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