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sábado, 30 de abril de 2022

Una diosa escandaliza a la ciudad sagrada

 

Por Oscar Fernández Herrera

 

¡Qué impredecible puede resultar la vida de un hombre tan rutinario como yo! En 2mil7 atestigüé algo que sólo emerge en sueños prohibidos: el descenso de una estrella. Björk Guðmundsdóttir, un auténtico prodigio de la música contemporánea, ofreció una única presentación en la Barranca de Huentitán, Jalisco, para el deleite de los miles y miles de mexicanos que desde 1993, seguimos sus aventuras sonoras con enloquecida atención. Cinco años después, la historia me permitiría un segundo zarandeo estelar…

 

Fue en enero cuando una llamada de Ricardo agitó mis más empalagosas euforias. “Björk regresará a México” fue lo que pronunció mi “brother” para que aullara y celebrara la noticia. Cero detalles. Qué importa. Ya aparecerían con el correr de los días… Esa misma tarde mis amigos saturaron, con la confidencia musical, mi página de Facebook. La publicitación de Biophilia, su más reciente placa discográfica, sería el pretexto para que la islandesa pisara suelo azteca por segunda ocasión.

 

Semanas después, con boletos en mano, todo el proceso de eventos seguía aparentando cierta artificialidad: ¿No estaré simplemente fantaseando? ¿Por qué el costo del boleto fue tan sospechosamente barato? ¿No se supone que ante la dimensión de estos conciertos la gente simplemente enloquece?

 

Cuando Aleisa canceló su asistencia al recital por motivos de salud, pensé que cosas más infames podrían revelarse, de tal forma que llegué a su casa con el ánimo descompuesto. No obstante, ahí conocería a Paola Flores, mi nueva compañera de viaje. Una trasnochada llena chismes, música y juramentos en favor de una amistad que por mucho, es elementalísima en mi regordeta existencia, se produjo sistemáticamente. Pasadas las cuatro de la mañana me dirigí con Paola, Carlos (su hermano) y Alejandra (la novia de él) al Parque México. La conmoción iniciaba su largo peregrinaje.

 

El viaje fue plácido, con pocas extrañezas; sin embargo, hubo muchísimas vistas dignas de postal. Con algunas horas de retraso llegamos a Papantla, en el (últimamente) aporreado Veracruz. ¿Primer parada? ¡El Tajín! La oportunidad de recorrer una zona arqueológica tan célebre no iba a desperdiciarse. Mis compañeros de viaje y yo anduvimos por la región capturando los más variopintos instantes y monumentos.

 

Y de pronto recordamos la razón de nuestra visita: disfrutar de la voz de la señora Guðmundsdóttir, por lo que decidimos entrar al Parque Temático Takilhsukut sin mayores aplazamientos.

 

El lugar, pequeño y trivial, difícilmente anunciaba la presencia de una heroína como Björk, capaz de aproximar tecnología y sensibilidad con innúmera exquisitez. El arrebato encantaba a aquellos que habían decidido plantarse ahí con anticipación. Parloteos sin sentido, bromas y vítores espontáneos reinaban aquí y allá. El número de espectadores aumentaba poco a poco.

 

Rebasadas las seis de la tarde principió el cierre oficial de la treceava Cumbre Tajín con Hoppo!, proyecto (neojipi) de Rubén Albarrán (Café Tacvba). El público recibió con mucho entusiasmo a Rubén y compañía, si bien las rolas no engancharon ni produjeron incorpóreas conmociones.

 

Elan y su banda aparecieron en segundo lugar con una propuesta roquera harto descafeinada, lo que generó rechiflas y bullas entre los más de treinta mil concurrentes. La tapatía no pudo ocultar su frustración y finalizó su presentación de manera poco venturosa.

 

El Instituto Mexicano del Sonido demostró oficio con un catálogo resonante que lindó en lo naco y lo kitsch… ¡aplausos! El gentío vociferó y bailó arrebatadamente, reconociéndole al IMS su idoneidad para armar fiesta electrónica y romería cultural. “Escríbeme pronto” fue un dignísimo desenlace para los capitalinos, pues todos al compás de Jump! Jump! Jump!, botamos y rebotamos llenos de satisfacción.

 

Una vez que Camilo Lara y su personalísima oferta melódica abandonaron el escenario, miles de gargantas se unieron en un sólo clamor: ¡Björk! La espera no parecía tener fin cuando los primeros acordes de “Cosmogony” paralizaron al “respetable.”

 

Y esa primera impresión fue suficiente para que la multitud vitoreara eufórica por un largo rato. Pero aquel momento sucumbió ante la presencia de aquella beldad ataviada con un vestido azul eléctrico y una peluca escarlata, diminuta y hercúlea por definición. Björk no escondió ese entusiasmo vivaracho y por poco criminal que traiciona a los aventureros, aunque esta tierra ya la había pisado anteriormente.

 

Entonces inició un delicado palpitar acústico, como pocos en la historia de la música moderna, tan vilipendiada y humillada por el éxito comercial, gracias a la entrega de la islandesa y el entusiasmo de sus súbditos. “Hunter,” del Homogenic, sugirió una noche llena de aplausos, lágrimas y mucho sudor…

 

“Thunderbolt” convulsionó al escenario con su ritmo eléctrico: No one imagines the light shock I need… el baile automatizado de la afluencia manoseaba a su diosa y su naturaleza multiestelar una y otra vez. “Hidden Place,” “Crystalline” y “You’ve Been Flirting Again” reclamaron su notoriedad como clásicos dentro del catálogo de la intérprete escandinava.

 

“Isobel” fue, de acuerdo con mi humilde criterio, la primera gran sorpresa de la noche con su escalofriante coro: My name Isobel, married to myself. Un indomable frenetismo se apoderó de mí para lanzarme a un bullicioso espeluzno, del que participaron miles y miles a una sola voz. La obvia derivación que significó “Virus” revolucionó nuestros corazones, ¿No es verdad, Paola?

 

“Jóga” y “Pagan Poetry” no pudieron aparecer en mejor momento. La colisión sonora desenterró pensamientos antes marginados por el paso de los años: la facultad, el mañana como una posibilidad real, y aquella persona a la que sublimé con mis palabras y caricias durante tantos años de amor no correspondido. Desgraciadamente Paola cedió a la misma clase de punzantes introspecciones.

 

Un día sucederá… un día todo se hará realidad… los primeros compases de “One Day” arrinconaron cualquier sospecha de desánimo para dar principio a una empalagosa felicidad. Y en mágica coincidencia, llegó un mensaje a mi celular: “Disfrútalo, hermano, y olvídate de todo, je je je. Todo tiene un momento y ahora es tu oportunidad para vivir…” No lo dudé y le marqué a Carlos Gerardo, mi amigo (mi hermano), para incluirlo en tan prodigiosa experiencia.

 

-“¡¿Me escuchas?! ¡Quiero que disfrutes esto!...”-fueron mis palabras para que Carlos adivinara lo que anhelaba compartirle: the atmosphere will get lighter, and two suns ready to shine just for you… I can feel it! Aún me resulta increíble la aproximación que logramos mi hermano y yo debido a Björk. Su primorosa interpretación sobrevivirá eternamente.

 

“Mutual Core” permitió un fugaz paréntesis. “Pluto,” por el contrario, vivificó las pasiones en un ciclón intergaláctico. El gentío saltaba y se desplazaba con algo de deslucimiento, pues el lugar impedía explosiones rítmicas de gran magnitud. “Náttúra” auguró el sombrío pero inevitable final.

 

Paola y yo nos observamos por un instante cuando “Declare Independence” nos arrancó un último grito. En el escenario reinaba una espontánea revolución coreográfica, que nos animaba a participar de un último baile. Las consignas que nuestra artista favorita lanzaba eran aprehendidas y expelidas en la forma de un coro ultradimensional. No hubo lugar para el tradicional encore…

 

¿Una experiencia religiosa? Sí. ¿Segundas partes nunca fueron tan buenas? Probablemente. ¿La tercera será la vencida? Sólo Björk podría superarse a sí misma… Paola, Ale, Carlos y yo guardamos silencio para atesorar el momento. Sin otra cosa que decir, abordamos el autobús que nos devolvería a la cotidianidad de nuestra amada capital.

 

Con todo mi amor para Aleisa: nuestro peregrinaje aún continúa y en él sólo se agolpa una sola palabra: Björk, sea en la luz o en la obscuridad. ¿Seríamos capaces de catalogar las veces que su música ha punteado nuestras aventuras? Ruego a la vida te conserve a mi lado hasta el último de mis días.

 

Carlos Gerardo: ¿Quién imaginaría que después de ignorarnos mutuamente en el autobús terminaríamos siendo hermanos? Ya no puedo contar mi historia sin nombrarte con una enorme sonrisa y un interminable agradecimiento por todas las veces en que me has ayudado a seguir más allá. Gracias por ser y estar, por darme la mano cuando tantos me han dado la espalda, por aceptarme a pesar de mi larga serie de defectos. Lamento que no hayamos asistido juntos a este concierto, si bien puedo asegurarte que ya vendrá la oportunidad de hacerlo después. Recuérdalo: la vida siempre es hacia adelante...

 

Ricardo Flores: ¡Brother! Espero que esta amistad que recién comienza, llegue muy lejos. No tengo palabras para corresponder tu afecto y estimación… te aseguro que algo grande nos espera.

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