Por Oscar Fernández Herrera
En múltiples ocasiones he señalado que escuché mucha música por causalidad o fortuna. Se trata de una sensación maravillosa: descubrir algún disco por simple fortuna para apropiártelo y “vivirlo” por muchísimos años. Es, sencillamente, insólito. Fue así que conocí a Ryan Adams, un cantautor pop rock con una discografía bastante prolífica e interesante. El disco que capturó mi atención fue “Love is hell”, de 2004.
Poco o nada conocía de Adams (probablemente el dato más sólido era el relacionado con su paso por Whiskeytown, su primera banda de country alternativo), así que todo lo que escuchara en “Love is hell” pertenecería a la sorpresa. Definitivamente no estaba preparado para lo que vendría.
El álbum es un recorrido por la melancolía; con piezas lentas y suaves, cargadas de letras que hablan de la soledad y el deseo. La voz de Ryan es áspera y, por momentos, susurrante. En él predominan el blues y el rock, aunque el soul también hace acto de presencia.
De manera personal, considero que las letras son la peculiaridad más notoria del disco: confesionales e intimistas, de esas que desnudan el alma. La precariedad de los arreglos fortalece su inclusión. Es importante insistir que en “Love is hell” la línea principal es la nostalgia.
¿Destacadas? “Political scientist”, “Anybody wanna take me home” (original de “Rock and Roll”, su disco anterior), “Love is hell” (que se ajusta mucho más a la obra antecesora), “Wonderwall” (sí, la de Oasis), “The shadowlands” (¡tremenda!), “My blue Manhattan” y “Hotel Chelsea nights”.
A pesar de los encomios, la crítica despedazó a “Love is hell” con descripciones realmente monstruosas. La acusación más recurrente fue la pretensiosa suficiencia de Adams como compositor (el ritmo de lanzamientos musicales no demostraba, para ellos, genialidad) y las lánguidas imitaciones en muchas de las canciones.
Quizá mi cariño por este disco corresponda a mis nulidades sobre el artista; no obstante, no quiero ni deseo hacerlo a un lado. Me gusta y de ese se trata la música, ¿no estoy en lo cierto?
Espero que mis palabras lo animen a escucharlo al menos una sola vez. Le aseguro que en él encontrará virtudes.
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