Por Oscar Fernández Herrera
Beck es un músico que en 1993 nos regaló un himno que romantizaba, de alguna manera, el fracaso y la desesperación entre los adolescentes de aquella época. “Loser” (“Perdedor”) era el nombre de la canción. Desesperado por la falta de atención que el público le demostraba en ese momento, Beck comenzó a escribir rolas que rondaban en lo ridículo; fue así que surgió este tema que, a la postre, se publicaría el siguiente año en “Mellow gold”, su primer disco para las grandes ligas.
El público conectó rápidamente con ese estribillo bilingüe: “Soy un perdedor / I’m a loser baby, so why don’t you kill me?” Lo adoptó y Beck se hizo bastante popular gracias a su insolencia en los tiempos del grunge. Lo bautizaron como el representante del movimiento slacker (flojo). Las influencias blues, hip hop, folk y delta blues son ahora legendarias y casi perfectas.
Después del impensado éxito de su primer álbum, Beck concibió un segundo trabajo integrado por rolas completamente melancólicas, inspiradas por el fallecimiento de su abuelo. Sin embargo, los Dust Brothers lo llevaron en la dirección opuesta. El nombre de este súper disco sería “Odelay” como una referencia a la expresión mexicana Órale; aunque el músico Stephen Malkmus asegura que éste aludía a la frase Oh delay (ah, la tardanza) por el tiempo que les tomó grabar la placa.
“Odelay” fue ideado como una fusión de géneros tan disímiles como rock, folk, hip hop, blues, funk, jazz y pop. Se trata de un monstruo sonoro de proporciones épicas, que mostraba el escenario de música estadounidense de finales de siglo. Con él, llegaron los sencillos “Where it’s at”, Devil’s haircut” y “The new pollution” y los nombramientos como “el mejor disco del año”.
Escucharlo por primera vez fue completamente asombroso. No dejabas de sorprenderte por un tema cuando ya se agolpaba un par más para sacudir tus emociones. La portada del disco, que mostraba a un perro komondor saltando, era del mismo modo encantadora. A pesar de sus gustos musicales, mi padre (qepd) se enamoró de “Hotwax” y en numerosas ocasiones me la pidió mientras trabajaba en la casa.
El gran atributo de este álbum es, sin duda, lo arriesgado que es. La inclusión de tantos ritmos es tan acertada como peligrosa, y en este caso nos regala momentos realmente alucinantes, llenos de guitarras afiladas, tonadas de la canción francesa y experimentos acústicos palpitantes. ¿Cómo explicar la relación entre “Lord only knows”, “Jack ass” y “High 5 (Rock the catskills)”? Quizá resulte imposible, pero ésas y otras canciones se encuentran en el disco “cohabitando” en perfecta armonía.
Con las afortunadas disparidades de “Odelay”, Beck compendió, simplificó (en buenos términos) y mostró el espíritu y la substancia de la música pop norteamericana. Después de este estupendo álbum, difundió y fortificó lo hecho en él, sin la necesidad de repetirse. Todo un clásico.