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sábado, 25 de junio de 2022

Odelay

Por Oscar Fernández Herrera

 

Beck es un músico que en 1993 nos regaló un himno que romantizaba, de alguna manera, el fracaso y la desesperación entre los adolescentes de aquella época. “Loser” (“Perdedor”) era el nombre de la canción. Desesperado por la falta de atención que el público le demostraba en ese momento, Beck comenzó a escribir rolas que rondaban en lo ridículo; fue así que surgió este tema que, a la postre, se publicaría el siguiente año en “Mellow gold”, su primer disco para las grandes ligas.

 

El público conectó rápidamente con ese estribillo bilingüe: “Soy un perdedor / I’m a loser baby, so why don’t you kill me?” Lo adoptó y Beck se hizo bastante popular gracias a su insolencia en los tiempos del grunge. Lo bautizaron como el representante del movimiento slacker (flojo). Las influencias blues, hip hop, folk y delta blues son ahora legendarias y casi perfectas.

 

Después del impensado éxito de su primer álbum, Beck concibió un segundo trabajo integrado por rolas completamente melancólicas, inspiradas por el fallecimiento de su abuelo. Sin embargo, los Dust Brothers lo llevaron en la dirección opuesta. El nombre de este súper disco sería “Odelay” como una referencia a la expresión mexicana Órale; aunque el músico Stephen Malkmus asegura que éste aludía a la frase Oh delay (ah, la tardanza) por el tiempo que les tomó grabar la placa.

 

“Odelay” fue ideado como una fusión de géneros tan disímiles como rock, folk, hip hop, blues, funk, jazz y pop. Se trata de un monstruo sonoro de proporciones épicas, que mostraba el escenario de música estadounidense de finales de siglo. Con él, llegaron los sencillos “Where it’s at”, Devil’s haircut” y “The new pollution” y los nombramientos como “el mejor disco del año”.

 

Escucharlo por primera vez fue completamente asombroso. No dejabas de sorprenderte por un tema cuando ya se agolpaba un par más para sacudir tus emociones. La portada del disco, que mostraba a un perro komondor saltando, era del mismo modo encantadora. A pesar de sus gustos musicales, mi padre (qepd) se enamoró de “Hotwax” y en numerosas ocasiones me la pidió mientras trabajaba en la casa.

 

El gran atributo de este álbum es, sin duda, lo arriesgado que es. La inclusión de tantos ritmos es tan acertada como peligrosa, y en este caso nos regala momentos realmente alucinantes, llenos de guitarras afiladas, tonadas de la canción francesa y experimentos acústicos palpitantes. ¿Cómo explicar la relación entre “Lord only knows”, “Jack ass” y “High 5 (Rock the catskills)”? Quizá resulte imposible, pero ésas y otras canciones se encuentran en el disco “cohabitando” en perfecta armonía.

 

Con las afortunadas disparidades de “Odelay”, Beck compendió, simplificó (en buenos términos) y mostró el espíritu y la substancia de la música pop norteamericana. Después de este estupendo álbum, difundió y fortificó lo hecho en él, sin la necesidad de repetirse. Todo un clásico.


 

80 años de Paul McCartney


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

Fue un golpe al corazón cuando escuché por primera vez a The Beatles, y eso sucedió hace más de 30 años. Era un niño y me cambió la vida para siempre; al pasar los años “Los Bicles” fueron desbancados de ese pedestal en el que los tenía, pues llegaron bandas o artistas que me resultaban más fascinantes o interesantes.

 

Sin embargo, jamás he dejado de escucharlos; siempre vuelvo a ellos y lo hago con mucho gusto y hasta con un dejo de nostalgia. El 18 de junio Paul McCartney cumplió 80 años de vida y dicho acontecimiento no pasó desapercibido para el mundo, ya que todos se volcaron en felicitaciones y en recordatorios relacionados con el impacto que ha tenido en la vida de mucha gente. Es loable llegar a esta edad plena lucidez. McCartney es una leyenda viviente con méritos propios; su música ha trastocado a miles y ha sido inspiración para muchas generaciones.

 

En lo personal no soy su más entusiasta admirador, su música de repente me resulta complaciente y hasta aburrida, pero no dejo de reconocer que nos ha dejado canciones impresionantes como “Maybe I’m amazed” (canción que le escribió a su primera esposa, Linda Eastman), “Uncle Albert/Admiral Halsey” y “Monkberry Moon Delight” (estas últimas dos verdaderas joyas para un servidor) y obvio sus maravillosas canciones con el cuarteto de Liverpool.

 

Mucha gente acusa a McCartney de ser muy pop y puede que tengan razón; no obstante, habría que hacerle saber a esa gente que fue McCartney el que impulsó técnicas de grabación revolucionarias que cambiarían la música del Siglo XX; como ejemplo escuchen “Tomorrow never knows” del Revolver de 1966. Su trabajo en las cintas al revés son todo un hito.

 

Pues bien, esperemos que Sir Paul McCartney haya pasado feliz su cumpleaños y veremos qué más sorpresas nos tendrá reservadas para el futuro, porque al paso y para gusto de sus millones de fans, está de gira y publicando más música.

Band on the run, el disco que redimió a Paul McCartney

Por Oscar Fernández Herrera

 

Después de la ruptura de The Beatles, es muy probable que John, Paul, George y Ringo hayan ideado diferentes acciones para asegurar su permanencia en los escenarios. De la misma forma, podemos asumir que no fue una tarea nada sencilla por todo lo que el Cuarteto de Liverpool representó para la cultura de su época.

 

Idolatrados, pero tremendamente estereotipados y oprimidos como banda, cada uno de ellos se dispuso a componer y grabar con suma libertad para “regalarnos” obras como “Plastic Ono Band”, “McCartney”, “All Things Must Pass” y “Sentimental Journey”. Decenas de canciones post Beatles nos demostraron que el cuarteto se había multiplicado para bien (sin eludir, claro, los fallos y desastres que se irían acumulando con el paso de los años), aunque era doloroso aceptarlo.

 

En aquellos momentos (inicios de los setenta), Paul McCartney titubeó y eso quedó demostrado en sus primeras grabaciones como solista y líder de Wings (el grupo que formaría con Linda McCartney, Denny Seiwell, Denny Laine y Henry McCullough). A pesar de lo anterior, sencillos como “Maybe I’m Amazed”, “Junk”, “The Lovely Linda”, “Uncle Albert/Admiral Halsey” y “Monkberry Moon Delight” lograron notoriedad y reconocimiento tanto del público como de la prensa.

Sin embargo, los primeros cuatro álbumes de Paul (incluidos los acreditados a Wings) padecieron de recriminaciones y etiquetas como “insípidos” y “sobrados”, lo que generó en el músico una profunda depresión.

Pero un gran talento como el de McCartney se manifestaría del modo en como deseaban sus seguidores gracias a “Band on the run” (1973), despejando así cualquier duda con relación a sus habilidades para seguir manufacturando éxitos rentables. Este álbum (el quinto en su cuenta personal) despejó cualquier duda al respecto.

El proceso de grabación inició en Escocia, poco después de que Wings finalizara una serie de presentaciones que aseguró la popularidad del álbum “Red Rose Speedway” ese mismo año. Gracias a la aceptación del sencillo “My Love”, McCartney consiguió la tregua que tanto necesitaba y que le permitiría la realización de su nuevo álbum sin tantas presiones.

Fatalmente, las cosas se turbaron cuando Paul decidió grabar en Lagos, Nigeria, suscitando con ello las repentinas salidas de McCullough y Seiwell del grupo. Esto no suspendió los planes, pues inmediatamente se pensó en el reclutamiento de músicos locales para suplir aquellas ausencias, si bien el asunto no prosperó debido a los señalamientos que hizo Fela Kuti con relación a una supuesta apropiación cultural por parte de Macca. Enfermedades, falta de equipo para grabar y hurto del material compuesto sólo empeoraron las cosas.

A última hora la grabación del álbum triunfó y así el mundo pudo escuchar la obra maestra del ex beatle: “Band on the run”, una colección pop rock tan sólida y bien acabada que hasta el mismo John Lennon aplaudió.  El corte que nombra el disco recupera la agitación que Paul soportaba poco antes de la separación del grupo más famoso de la música contemporánea. El tema, en la más pura tradición del pop amable y deleitable, resonó en todo el mundo para colocarse en lo más alto de las preferencias musicales.

Simultáneamente, “Jet” encantó a los radioescuchas gracias a su gancho comercial. Es un clásico instantáneo. La cuasi acústica “Bluebird” simbolizó la delicadeza que McCartney siempre ha logrado en sus baladas. “Let me roll it” recuerda remotamente el estilo de Lennon, aunque Paul siempre lo ha negado. De cualquier forma, es un éxito absoluto.

 “Mamunia” y “Mrs. Vandebilt” son las únicas canciones con notorios acabados africanos. “Picasso’s last words” es, como todos saben, el resultado de una petición hecha por el actor Dustin Hoffman cuando ambos se encontraron en Jamaica. El cierre del disco lo marca la insuperable “Nineteen hundred and eighty five”. Por donde se le mire, “Band on the run” es uno de los trabajos más prestigiosos y respetados en la historia del rock pop. Es un must have en cualquier colección de discos que se presuma seria.

 Tanto me influenció este álbum que no perdí la oportunidad de homenajear su portada cuando trabajé como caricaturista en un periódico local llamado Siglo XXI.


 

Nadie nos va a extrañar

  Por Oscar Fernández Herrera     Con frecuencia leo cómo la gente idealiza las décadas de los años sesenta, setenta e incluso ochenta...