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sábado, 25 de junio de 2022

Band on the run, el disco que redimió a Paul McCartney

Por Oscar Fernández Herrera

 

Después de la ruptura de The Beatles, es muy probable que John, Paul, George y Ringo hayan ideado diferentes acciones para asegurar su permanencia en los escenarios. De la misma forma, podemos asumir que no fue una tarea nada sencilla por todo lo que el Cuarteto de Liverpool representó para la cultura de su época.

 

Idolatrados, pero tremendamente estereotipados y oprimidos como banda, cada uno de ellos se dispuso a componer y grabar con suma libertad para “regalarnos” obras como “Plastic Ono Band”, “McCartney”, “All Things Must Pass” y “Sentimental Journey”. Decenas de canciones post Beatles nos demostraron que el cuarteto se había multiplicado para bien (sin eludir, claro, los fallos y desastres que se irían acumulando con el paso de los años), aunque era doloroso aceptarlo.

 

En aquellos momentos (inicios de los setenta), Paul McCartney titubeó y eso quedó demostrado en sus primeras grabaciones como solista y líder de Wings (el grupo que formaría con Linda McCartney, Denny Seiwell, Denny Laine y Henry McCullough). A pesar de lo anterior, sencillos como “Maybe I’m Amazed”, “Junk”, “The Lovely Linda”, “Uncle Albert/Admiral Halsey” y “Monkberry Moon Delight” lograron notoriedad y reconocimiento tanto del público como de la prensa.

Sin embargo, los primeros cuatro álbumes de Paul (incluidos los acreditados a Wings) padecieron de recriminaciones y etiquetas como “insípidos” y “sobrados”, lo que generó en el músico una profunda depresión.

Pero un gran talento como el de McCartney se manifestaría del modo en como deseaban sus seguidores gracias a “Band on the run” (1973), despejando así cualquier duda con relación a sus habilidades para seguir manufacturando éxitos rentables. Este álbum (el quinto en su cuenta personal) despejó cualquier duda al respecto.

El proceso de grabación inició en Escocia, poco después de que Wings finalizara una serie de presentaciones que aseguró la popularidad del álbum “Red Rose Speedway” ese mismo año. Gracias a la aceptación del sencillo “My Love”, McCartney consiguió la tregua que tanto necesitaba y que le permitiría la realización de su nuevo álbum sin tantas presiones.

Fatalmente, las cosas se turbaron cuando Paul decidió grabar en Lagos, Nigeria, suscitando con ello las repentinas salidas de McCullough y Seiwell del grupo. Esto no suspendió los planes, pues inmediatamente se pensó en el reclutamiento de músicos locales para suplir aquellas ausencias, si bien el asunto no prosperó debido a los señalamientos que hizo Fela Kuti con relación a una supuesta apropiación cultural por parte de Macca. Enfermedades, falta de equipo para grabar y hurto del material compuesto sólo empeoraron las cosas.

A última hora la grabación del álbum triunfó y así el mundo pudo escuchar la obra maestra del ex beatle: “Band on the run”, una colección pop rock tan sólida y bien acabada que hasta el mismo John Lennon aplaudió.  El corte que nombra el disco recupera la agitación que Paul soportaba poco antes de la separación del grupo más famoso de la música contemporánea. El tema, en la más pura tradición del pop amable y deleitable, resonó en todo el mundo para colocarse en lo más alto de las preferencias musicales.

Simultáneamente, “Jet” encantó a los radioescuchas gracias a su gancho comercial. Es un clásico instantáneo. La cuasi acústica “Bluebird” simbolizó la delicadeza que McCartney siempre ha logrado en sus baladas. “Let me roll it” recuerda remotamente el estilo de Lennon, aunque Paul siempre lo ha negado. De cualquier forma, es un éxito absoluto.

 “Mamunia” y “Mrs. Vandebilt” son las únicas canciones con notorios acabados africanos. “Picasso’s last words” es, como todos saben, el resultado de una petición hecha por el actor Dustin Hoffman cuando ambos se encontraron en Jamaica. El cierre del disco lo marca la insuperable “Nineteen hundred and eighty five”. Por donde se le mire, “Band on the run” es uno de los trabajos más prestigiosos y respetados en la historia del rock pop. Es un must have en cualquier colección de discos que se presuma seria.

 Tanto me influenció este álbum que no perdí la oportunidad de homenajear su portada cuando trabajé como caricaturista en un periódico local llamado Siglo XXI.


 

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