Por Oscar Fernández Herrera
Dramático, glamoroso y, por momentos, lóbrego, “Felt mountain”, el álbum debut de Goldfrapp, ha cosechado múltiples elogios desde que se lanzó al mercado hace más de dos décadas. El dúo conformado por Alison Goldfrapp y el productor Will Gregory rápidamente maravilló al público y a la prensa especializada con esta colección de rolas cuasi cinematográficas, melancólicas y placenteras.
Con un sonido que recuerda ligeramente a Portishead, este disco se distancia de los de Bristol, Inglaterra, al incorporar compases electrónicos setenteros a su propuesta musical. Nunca más sonaron tan maravillosos.
La gran peculiaridad de “Felt mountain” es su elegancia, pues en él todo suena inquietantemente cálido y explícito. La voz de Alison se ajusta a sus obsesiones y pasiones. Sin tener un solo desperdicio, las composiciones hablan de lo humano y sus contrasentidos. Todo con un toque minimalista.
Sobresalen “Lovely head”, “Human” y “Utopia”, si bien todos los temas merecen una aclamación de pie.
Después de este increíble debut, Goldfrapp rectificó su camino para llevarlo a atmósferas pop mucho más familiares.
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