Por Edgar Fernández Herrera
Hace veinte años se estrenó una de
las mejores películas que he visto, con unos giros de trama que uno no se
espera; y no, no es cine de Hollywood. Se trata de una obra maestra coreana:
Oldboy.
Ignoro totalmente si en ese momento
llegó a las salas de cine en México y, si así fue, debió ser un paso muy
efímero. Yo la descubrí gracias a mi proveedor “bucanero” de cine en Ribera de
San Cosme. Me la recomendó tanto que no pude resistirme y la compré. Me dijo:
“Tarantino es un pendejo” y ante tal aseveración no pude negarme.
Considerada como la más importante
película coreana de todos los tiempos. Es un salvaje viaje cinematográfico
hacia el ardiente deseo de venganza en dos hombres enfrentados. Inspirada en el
manga homónimo, la película fue dirigida magistralmente por Park Chan-wook. Es su
consagración como director (fue premiado en Cannes en 2004, y recibió el
galardón de las manos de Quentin Tarantino). Oldboy es la culminación de la
llamada trilogía de la Venganza, pues fue precedida en esta saga por “Sympathy
for Mr. Vengeance” y “Señora Venganza”.
Con una historia en apariencia
sencilla, un hombre de negocios es secuestrado y retenido, sin saber el motivo,
durante quince años en una celda en la que sólo hay una televisión. Al ser
liberado, está dispuesto a todo porque no tiene nada que perder. Su único
objetivo es desentrañar el misterio y encontrar a su captor y vengarse, pero
aquí los giros tan inesperados en la trama la hacen una historia espectacular, pues
lleva como tema central la venganza. El protagonista sufrirá de arrepentimiento
y sentirá la humillación, y eso hace muy poderosa a la historia. Al final, nos
veremos forzados a reflexionar. ¿Descansamos después de consumar una venganza?
Independientemente del guion, la
película atrapa con sus imágenes violentas; de ahí el comentario despectivo de
mi antiguo proveedor de cine, ya que la violencia de Tarantino es una
coreografía y Chan-wook no utiliza coreografías. Su violencia es y se ve
natural. Hay una escena en un pasaje o túnel en donde nuestro protagonista
pelea solamente con un martillo contra decenas de tipos, mejor armados que él. La
pelea es anárquica, no se ve un orden; por el contrario, se aprecia una torpeza
y una desesperación, pero eso es lo que provoca que la escena sea tan icónica.
En 2013, el gran Spike Lee se encargó
de dirigir el remake hollywoodense, con Josh Brolin, siendo todo un fracaso en crítica
y taquilla. No vayan a perder el tiempo con esta versión.
Gran recomendación de esta película
surcoreana. Una obra maestra.
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