Por Oscar Fernández Herrera
Conocí a Prince y su tremenda obra musical antes de que él
buscara la legitima posesión de su catálogo y, con él, la posibilidad de
encaminar su destino artístico. En aquel momento, el geniecillo de Minneapolis
transitaba por un periodo de altibajos que fomentó numerosas sospechas con
relación a su legitimidad profesional e importancia comercial.
Después de una época hondamente prolífica (que sumó un poco
más de seis álbumes de estudio y otro puñado más que compuso y produjo para sus
protegidos), Prince se contempló en un momento terminante: “Graffiti Bridge”,
su último esfuerzo solista, no logró los resultados deseados. Fue así que His Royal Badness se trasladó a los
cómodos terrenos de pop para germinar su último gran blockbuster (si bien, afortunadamente, después tendríamos más obras
para deleitarnos): “Diamonds & Pearls”.
La sorpresa no llegó sola, pues con ella emergió The New
Power Generation, una banda de respaldo que lo acompañó (eso sí, con múltiples variaciones)
durante muchísimos años. Esta primera alineación la integraron Tommy
Barbarella, Rosie Gaines, Michael B., Sonny T., Levi Seacer Jr., Tony M., Kirk
Johnson y Damon Dickson. Al combo se sumaron, temporalmente, las bailarinas
Lori Werner y Robia La Morte.
El disco, como ya les adelanté, fue una gran impresión
debido a su comercialidad y “pulcritud”. Muchos se decepcionaron del resultado
final porque, de alguna manera, esperaron el sonido crudo y pionero con el que Prince
definió a los ochenta. Para mí la cosa era distinta, pues fue mi primer
acercamiento a su música (aunque vagamente recordaba “Batdance”). Yo
simplemente quedé embelesado por lo que escuché en ese lejano 1991.
El citado álbum me acercó a Prince y a su sonido urbano que
ciertamente no lo era porque si bien bebió del hip hop y el rap, éstos no sonaron
lo suficientemente orgánicos en las rolas del género. Otra gran distinción fue
la inclusión del new jack swing, un
estilo de música pop muy de moda que fusionaba este género con resonancias del
swing, R&B, hip hop, jazz o dance. La muestra más clara de lo anterior fue
“Gett Off”, uno de los clásicos incuestionables de “Diamonds & Pearls”.
Pero siguió siendo un disco de Prince, así que no pudieron
ignorarse el denuedo y la elegancia que irradiaron temas como “Willing &
Able”, “Cream”, “Money Don’t Matter 2night”, “Insatiable”, Diamonds &
Pearls” y “Strollin’”, entre otros. La sofisticación de “D&P” logró que muchos
de los acérrimos fanáticos del sonido de los ochenta ignoraran el synthpop que diferenció
a los hits más reconocibles del artista.
El “Sr. Steal Your Girl” dio un potentísimo golpe de
autoridad con este álbum, aunque algunos manifestaron que fue más largo de lo
necesario (coincido parcialmente porque, honestamente, me cuesta mucho trabajo
escuchar “Jughead” y “Daddy Pop”). “D&P” prolongó espléndidamente su
superioridad con “Love Symbol”, lanzado un año después. Con este combo, Prince
demostró que sabía cómo mantenerse contemporáneo, inmediato a las tendencias y
a los reflectores.
Como autor, Prince siguió y proliferó los temas recurrentes
en obra: amor (“Diamonds and Pearls”), espiritualidad (“Thunder”) y sexo (“Gett
Off).
Más de tres décadas después, los herederos de Prince han
lanzado, para nuestro perpetuo goce, “Diamonds & Pearls: Super Deluxe
Edition”, una espléndida reedición del material original que, al mismo tiempo, inserta
un conciertazo en el mítico Glam Slam y más de tres horas de grabaciones
inéditas (algunas de ellas circularon años antes en bootlegs).
A diferencia de los grandes clásicos (inéditos) que se
publicaron en las anteriores reediciones de “Purple Rain”, “1999” y “Sign ‘O’
The Times”, aquí sólo encontré rolas “bonitas”, con giros interesantes y
frenesíes ocasionales. Eso sí, debo elogiar y aplaudir la habilísima inclusión
de “Horny Pony – Version 2” (más cruda que la que se lanzó como lado b),
“Letter For Miles” (un enternecedor tributo instrumental para Miles Davis), “My
Tender Heart”, “I Pledge Allegiance To Your Love”, “Instiable – Early Mix” (una
versión aún más carnal y erótica), “The Last Dance - Bang Pow Zoom And The
Whole Nine” (un buen remix de la odiosa “Jughead”), “Martika’s Kitchen”, “Alice
Through the Looking Glass”, “Standing At The Altar”, “Diamonds & Pearls –
Long Version”, “Cream – Take 2”, y “Get Blue”, si bien hay más rolas para todos
los gustos.
Los remixes incluidos en el segundo disco son una genuina
delicia, pero faltan “Gett Off – Extended Remix”, “Get Some Solo”, “Cream –
Ethereal Mix”, “Gett Off – Flutestramental”, y “Housebangers”, entre otras
tantos. El mix inédito de “Gett Off - Damn Near 10 Minutes” es para estallarle
los oídos a cualquiera de lo bueno que es.
La joya de la corona es, sin lugar a dudas, la presentación
en directo del disco, con una banda en plena forma, con sus capacidades artísticas
al máximo. Es impresionante cómo tocan (a diferentes tiempos) los temas del
álbum. Prince se escucha contento y despreocupado (“solo estamos improvisando”,
dice en una de las pistas), resonando con más y más fuerza en cada una de sus
notas vocales. ¡Genio!
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