Por Oscar Fernández Herrera
Vamos por partes e intentemos definir la amistad en
términos un poco académicos: se trata una relación afectiva y voluntaria entre
personas que se caracteriza por el cariño, la confianza, el apoyo mutuo y el
respeto. Es una conexión emocional profunda basada en la afinidad, la
reciprocidad y el disfrute compartido de experiencias. Como es de suponer, cada
uno tiene su propia dilucidación de este prodigioso sentimiento.
Supe del filme animado “Mi Amigo Robot” gracias a su
notoria animación clásica (y es que, en un mercado saturadísimo de propuestas
en 3D, resulta agradable regresar a lo “tradicional” de vez en cuando) y no
pude resistirme a sus trazos sencillos (que no simplistas), su fascinante paleta
de colores y, sobre todo, su presupuesta manifiesta: un agridulce relato sobre
la amistad y su pérdida.
La película, dirigida por Pablo Berger, combina la
tecnología y la imaginación desbordada (en el mejor de los sentidos) para crear
una fábula increíblemente seductora. En ella, el cineasta español nos sumerge
en un mundo futurista donde los robots tienen vida propia y anhelan alcanzar
sus sueños. “Mi Amigo Robot” está llena de personajes fascinantes, una trama enternecedora
y una animación excepcionalmente detallada. Profundiza temas como la amistad,
el amor y la importancia de luchar por nuestros sueños. Es una joya
cinematográfica que produce una sensación de asombro y reflexión.
Perro se encuentra terriblemente solo cuando, para su
sorpresa, descubre a “Amica 2000”, el compañero ideal, y decide comprarlo al
momento. La proximidad es inmediata. Perro y Robot inician entonces una hermosa
amistad, llena de gestos desinteresados, hábitos compartidos y risas
espontáneas. Todo marcha bien hasta que la tragedia se hace presente durante un
paseo en Coney Island.
Después de un rato, el agua salada arruina el banco de
energía de Robot, paralizándolo por completo. La desesperación de Perro es
notoria; sin embargo, cuando regresa con su caja de herramientas para ayudar a
su amigo al día siguiente, descubre que la playa se encuentra cerrada
temporalmente.
De esta forma inician los frenéticos intentos de Perro para
liberar a Robot mientras él espera en su prisión de arena. Los incidentes no
están libres de giros dramáticos e inesperados, pero todos ellos necesarios
para contar una odisea francamente conmovedora.
Con matices llenos de ternura y una profunda conexión
emocional, “Mi Amigo Robot” (original de la autora e ilustradora estadounidense
Sara Varon) es una película merecedora de todos los elogios posibles gracias a
su ingenio y aparente futilidad. Chicos y grandes la disfrutarán por igual.
Llaman la atención las numerosas referencias ocultas en los
poco más de cien minutos que dura el filme. El preciosismo de los escenarios es
otro elemento que me gusta destacar porque iluminan a las acciones con gran minuciosidad.
¿Es “Robot Dreams” una guía para perder al amor de tu vida?
Depende de a quién le preguntes porque los bandos están completamente
polarizados. Para mí, es una cinta animada con tantos méritos que por eso
escribo de ella en esta oportunidad. Lloré en numerosas ocasiones y, sin temor
a equivocarme, recordé amistades ya pretéritas.
Sí, la pronta resignación de Perro es indignante, pero es
ahí donde nos percatamos de su vulnerabilidad emocional. Del mismo modo,
prestamos atención a la fragilidad de Robot, que está a merced de la fatalidad.
Las metáforas sobre cómo se huye del dolor son motivo de profunda deliberación.
Un peliculón, pues.