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sábado, 25 de enero de 2025

Caetano Veloso 1967


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

Por alguna extraña razón (una de esas que uno no logra explicarse pero que termina asimilando con la mayor naturalidad posible), le tengo un amor casi desmedido a Brasil. Su cultura popular, su idioma y su gente son como un anzuelo para mis sueños más románticos y suplicantes: disfrutarlo sin limitaciones. Todos los días (sí, todos los días) escucho una canción en la lengua de Fernando Pessoa o se me escapa alguna palabrilla lusa durante mis charlas cotidianas. Me resulta casi forzoso.

 

Si bien mi primer recuerdo brasilero se encuentra inmortalizado en una polaroid en la que luzco unos graciosos “manguitos” (o brazaletes de olanes) que usé cuando bailé samba a la tierna edad de seis años, este cariño verde – amarelo se lo debo a Caetano Veloso, cantante, compositor y poeta bahiano, reconocido por su innovadora fusión de géneros como la bossa nova, el tropicalismo y la música popular brasileña.

 

Furioso, desafiante, romántico, político y siempre resuelto a transformar y redefinir su entorno, Caetano es, para mí y millones de seguidores, la voz del Brasil más auténtico que hay. Su disco homónimo, publicado en 1967, es un testimonio fiel de cómo su autor fusionó la bossa, la samba y muchísimos elementos del rock psicodélico para darle vida al movimiento tropicalista, una propuesta radical que desafió las normas culturales y políticas de aquella época.

 

¡Qué arranque, señores! Lo primero que escuchamos en “Tropicália” (el primer corte) es la voz nasal y aguda de Dirceu, percusionista de Veloso, que cita al cabellero Pêro Vaz de Caminha para hablar de las tierras dignas de ser colonizadas (sonidos exóticos y estereotipados de la jungla brasileña como un fondo satírico pero punzante) y cederle el turno al guitarrista bahiano que exclama, con fuerza, “Sobre la cabeza, los aviones. Bajo mis pies, los camiones. Señala contra los altiplanos mi nariz”.

 

“Caetano Veloso” puede describirse fácilmente como un trabajo genuinamente revolucionario, uno que supo eludir la censura de la dictadura militar y columpiarse grácilmente entre un nacionalismo más puro y las ideas de izquierda que deambularon por toda Latinoamérica. Veloso guardó distancia frente a la izquierda más radical y siempre luchó en contra de los poderes fácticos (el exilio del siguiente año es resultado de sus constantes luchas).

 

Otra de las pistas más sobresalientes es “Alegria, alegria”, pues ella simbolizaría el nacimiento de Tropicália, una expresión artística que se opuso al régimen militar y a la globalización cultural. Las letras, que hablan de la Coca Cola, los amores superficiales, la guerrilla y el matrimonio, se conocieron antes durante el Festival de Discos de Televisión. Es el primer gran clásico de Caetano; su “(I Can't Get No) Satisfaction”.

 

“Soy Loco por ti, América”, cuya traducción correcta sería “Estoy Loco por ti, América”, es un alegre manifiesto que muestra cómo el orgullo del pueblo brasileño lo animó a nutrirse de aquello que sonaba en Estados Unidos (Janis Joplin, Frank Zappa, The Beatles) para fortalecerlo con rasgos netamente latinos. La canción presume ritmos de la cumbia colombiana y el mambo cubano (aunque está interpretada en español y portugués); una auténtica locura de menos de cuatro minutos. Con todo, Caetano no renuncia a lo político al cantar sobre “el hombre muerto, el hombre pueblo” … el “Che” Guevara.

 

El frenesí, encarnado en forma de frevo, llega con “Superbacana” (expresión brasileña que se usa para describir algo que es genial, increíble o fantástico) y sus cuasi chiquilladas e incompatibilidades lingüísticas.

 

“No dia em que eu vim~me embora” es un track cargado de emociones contenidas, una mezcla de emoción y ansiedad, donde la libertad se siente como una oportunidad infinita, pero la nostalgia del hogar deja un vacío profundo. Una belleza.

 

Pese a los elogios y el éxito comercial que logró el disco, Caetano no se mostró orgulloso de él; incluso lo tildó de excéntrico y confuso. Es una obra maestra, apuntaría yo sin dudarlo. Una que precedió a decenas de grandes álbumes para nuestro perpetuo deleite.

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