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sábado, 29 de marzo de 2025

Nightclubbing


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

Lanzado en 1981, el quinto álbum de estudio de Grace Jones, “Nightclubbing”, no solo estableció a la artista como un ícono musical y de la moda, sino que también se convirtió en una piedra angular de la cultura LGBTIQ+ y demostró cómo la música puede desafiar las normas establecidas. La fusión de géneros, la estética provocativa y la voz fría y distante de Jones hicieron de este un trabajo fundamental que marcó un hito en el desarrollo tanto de los éxitos populares como de la música nocturna y underground de la época.

 

Grace Jones es más que una simple cantante. Es una visión completa: una fuerza de la naturaleza, una criatura de la noche cuyo estilo desafió las normas tradicionales de la belleza y la feminidad. En “Nightclubbing”, la dualidad entre lo humano y lo abstracto se reflejó en canciones que combinan funk, reggae, post punk y electrónica. Su singularidad artística brilló en temas como “Pull Up To The Bumper” y “Demolition Man”, donde la percusión y los sintetizadores fueron tan radicales como su estética visual.

 

Sin duda las piezas clave del disco son “Nightclubbing” y “Libertango”, con atmósferas inquietantes y densos ritmos que marcaron la pauta para el resto.

 

El impacto de los clubes nocturnos en la cultura LGBTIQ+ es claro. En la década de 1980, en medio de la crisis del SIDA y el auge de la cultura disco, el mundo de los clubes y bares gay encontró en Grace Jones una musa que celebraba la liberación sexual, la desviación y la individualidad. Las imágenes y actuaciones andróginas de Jones a menudo se percibieron como actos de rebelión contra las normas sexuales y de género, emblemáticas de la comunidad queer. Su presencia en la pista de baile fue tanto un acto político como una expresión artística.

 

“Libertango”, una versión del tango clásico de Astor Piazzolla, se combinó con letras que exploraron el desarraigo y el exilio. Para muchos miembros de la comunidad gay, esta búsqueda de identidad y pertenencia resonó profundamente durante un período histórico en el que, para muchos, la vida fuera de los márgenes de la sociedad fue un desafío constante. La sensualidad que emanó de su voz y el control absoluto sobre su imagen reflejaron una encarnizada postura ante una sociedad que luchó (y sigue luchando) por aceptarlos.

 

Lo fascinante de “Nightclubbing” es que mientras muchos de sus contemporáneos todavía buscaban una estética convencional, Jones abrió un camino hacia el modo outsider. La influencia de su música se prolongó mucho más allá de la escena de los clubes nocturnos. Se abrió camino en la moda, el cine y las artes visuales, donde tuvo un impacto duradero. Como dijo el crítico musical Robert Christgau: “Jones hace que el caos sea hermoso y el caos inevitable”. Es la misma lógica que se filtró en sus visiones sobre identidad y género, temas que la gente abiertamente gay redefinía en ese momento.

 

Más de cuarenta años después de su lanzamiento, el álbum sigue siendo una referencia importante no solo por su originalidad musical, sino también por cómo se relacionó con el momento cultural en el que las identidades LGBTIQ+ comenzaron a tomar su lugar en la historia de la música. La voz de Jones todavía resuena hoy, un recordatorio de que su arte no es sólo un producto sino una forma de resistencia.

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