Por Oscar Fernández Herrera
Lanzado en 1981, el quinto álbum de estudio de Grace Jones,
“Nightclubbing”, no solo estableció a la artista como un ícono musical y de la moda,
sino que también se convirtió en una piedra angular de la cultura LGBTIQ+ y
demostró cómo la música puede desafiar las normas establecidas. La fusión de
géneros, la estética provocativa y la voz fría y distante de Jones hicieron de
este un trabajo fundamental que marcó un hito en el desarrollo tanto de los
éxitos populares como de la música nocturna y underground de la época.
Grace Jones es más que una simple cantante. Es una visión
completa: una fuerza de la naturaleza, una criatura de la noche cuyo estilo
desafió las normas tradicionales de la belleza y la feminidad. En “Nightclubbing”,
la dualidad entre lo humano y lo abstracto se reflejó en canciones que combinan
funk, reggae, post punk y electrónica. Su singularidad artística brilló en
temas como “Pull Up To The Bumper” y “Demolition Man”, donde la percusión y los
sintetizadores fueron tan radicales como su estética visual.
Sin duda las piezas clave del disco son “Nightclubbing” y
“Libertango”, con atmósferas inquietantes y densos ritmos que marcaron la pauta
para el resto.
El impacto de los clubes nocturnos en la cultura LGBTIQ+ es
claro. En la década de 1980, en medio de la crisis del SIDA y el auge de la
cultura disco, el mundo de los clubes y bares gay encontró en Grace Jones una
musa que celebraba la liberación sexual, la desviación y la individualidad. Las
imágenes y actuaciones andróginas de Jones a menudo se percibieron como actos
de rebelión contra las normas sexuales y de género, emblemáticas de la
comunidad queer. Su presencia en la
pista de baile fue tanto un acto político como una expresión artística.
“Libertango”, una versión del tango clásico de Astor
Piazzolla, se combinó con letras que exploraron el desarraigo y el exilio. Para
muchos miembros de la comunidad gay, esta búsqueda de identidad y pertenencia resonó
profundamente durante un período histórico en el que, para muchos, la vida
fuera de los márgenes de la sociedad fue un desafío constante. La sensualidad
que emanó de su voz y el control absoluto sobre su imagen reflejaron una encarnizada
postura ante una sociedad que luchó (y sigue luchando) por aceptarlos.
Lo fascinante de “Nightclubbing” es que mientras muchos de
sus contemporáneos todavía buscaban una estética convencional, Jones abrió un
camino hacia el modo outsider. La influencia
de su música se prolongó mucho más allá de la escena de los clubes nocturnos.
Se abrió camino en la moda, el cine y las artes visuales, donde tuvo un impacto
duradero. Como dijo el crítico musical Robert Christgau: “Jones hace que el
caos sea hermoso y el caos inevitable”. Es la misma lógica que se filtró en sus
visiones sobre identidad y género, temas que la gente abiertamente gay redefinía
en ese momento.
Más de cuarenta años después de su lanzamiento, el álbum
sigue siendo una referencia importante no solo por su originalidad musical,
sino también por cómo se relacionó con el momento cultural en el que las
identidades LGBTIQ+ comenzaron a tomar su lugar en la historia de la música. La
voz de Jones todavía resuena hoy, un recordatorio de que su arte no es sólo un
producto sino una forma de resistencia.
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