Por Oscar Fernández Herrera
“Adolescencia”, una miniserie original de Jack Thorne y
Stephen Graham para Netflix, el gigante del streaming, es uno de esos relatos
que te dejan con una absurda sensación. Es magnífica, pero te estremecen su lectura
y sus actuaciones. No puedes abandonarla una vez que empiezas con ella, pero en
todo momento procesas información que te enfrenta con las circunstancias que
mortifican a adolescentes y adultos… ¡¿qué carajos ocurre con las familias de
hoy en día?!
Conmovedora y dolorosa, “Adolescencia” arranca cuando la
policía irrumpe en el hogar de Jamie Miller para llevárselo como sospechoso del
asesinato de Katie, su compañera en el colegio de la zona. La familia,
desconcertada, reunirá las piezas de un rompecabezas que, al final, les
mostrará la más cruda realidad. Una para la cual no hay protección alguna.
Lo primero que resalta es el detalle técnico de la serie,
pues cada uno de los cuatro episodios se grabó en una sola toma. Imagínense la
precisión y el desarrollo actoral que ello implicó. Las acciones,
ininterrumpidas, se conectan con rapidez y precisión. No hay saltos ni
incoherencias argumentales. Los diálogos son inteligentes y notables; no
querrás perderte un solo segundo.
Quizá esto sea lo más atrayente de “Adolescencia”: la
presentación de su trama, ya que no atestiguamos el crimen, ignoramos la
participación de algún cómplice y tampoco presenciamos el juicio. Todo se
reduce a los diálogos entre Jamie y su familia, el inspector Luke Bascombe y
Briony, una psicóloga infantil. Pero la tensión siempre está ahí.
En definitiva, “Adolescencia” no es una serie fácil de
digerir, pero sí una imprescindible. De esas que te sacuden por dentro y te
obligan a reflexionar sobre lo que hay detrás de los silencios familiares, los
traumas no resueltos y las palabras que nunca se dicen. Una obra poderosa que
confirma que, a veces, el verdadero horror no está en lo que se muestra, sino
en lo que callamos.
Disponible en Netflix.
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