Por Edgar Fernández Herrera
“Todavía estoy esperando que se trate de otra de
sus bromas pesadas y que Keith se levante para reírse de todos nosotros”,
Roger Daltrey
El pasado 7 de septiembre, pero de 1978, dejó
este mundo uno de los grandes músicos —particularmente baterista—: el gran,
genial y admiradísimo Keith Moon, integrante de esa sensacional banda llamada
The Who y, para un servidor, el GOT de la batería de todos los tiempos.
Fanático de la música surf, Moon nació en
Londres, Inglaterra, un 23 de agosto de 1946. Se unió a The Who en 1964 y,
desde un inicio, destacó por su manera tan potente y hasta desquiciada de tocar
la batería. No importaba el género (soul, blues, surf o rock), siempre
ejecutaba con una maestría que pocos —o nadie— lograban igualar. Con el paso
del tiempo aparecieron otros músicos igualmente virtuosos y con su propio toque
de locura, pero Moon siempre fue el mejor. Parecía que, al sentarse frente al
instrumento, se fusionaba con él: lo que se escuchaba era un estruendo rítmico,
ensordecedor y, sobre todo, orgánico.
Siempre he sostenido que la base rítmica de The
Who es única y la mejor que pudo haber existido en la historia de la música.
Keith Moon, junto con John Entwistle (bajista), formaban una dupla sorprendente
y absolutamente solvente.
Desde temprana edad, Keith mostró una
hiperactividad —y una locura— naturales. Si a eso le añadimos su adicción al
alcohol y a las drogas, la combinación resultaba explosiva. Literal. Sus
excesos fueron inverosímiles, nunca antes vistos ni documentados. Basta
recordar su debut en la televisión norteamericana en el programa Smothers
Brothers Show, donde interpretaron su himno “My Generation”. Hacia el final de
la actuación, Pete Townshend azotó su guitarra hasta destrozarla (algo bastante
habitual en él), pero Moon se unió al frenesí pateando su batería hasta hacerla
volar. Y no es una metáfora: había colocado pólvora dentro del instrumento y lo
hizo estallar, provocando un caos absoluto. A Townshend se le quemó el cabello
y sufrió una sordera parcial de por vida. Keith, sorprendentemente, salió
ileso, pese a haber recibido el impacto directo. Esta mítica actuación puede
verse en el filme “The Kids Are Alright”.
Otro episodio delirante ocurrió cuando Moon
cumplió 21 años. Estaban de gira y se encontraban en Flint, Michigan,
hospedados en un Holiday Inn. Allí se organizó la fiesta de cumpleaños, y, como
imaginarán, fue una orgía de alcohol, drogas y mujeres. En algún momento, la
discográfica mandó un pastel del cual salió una chica. Keith la ignoró por
completo (supongo que ya había tenido suficiente sexo) y, en su lugar, tomó un
pedazo del pastel y comenzó una guerra. Todos participaron, al grado de salir
al lobby a atacar a huéspedes y empleados. El personal del hotel intentó calmar
la situación, pero Moon, lejos de tranquilizarse, corrió hacia un Lincoln
Continental, se subió y, al quitarle el freno, terminó por lanzarlo directo a
la alberca. Este episodio le valió a The Who ser vetados de por vida por esa
cadena hotelera. Vaya momento hilarante.
Otra de sus aficiones era destrozar habitaciones
de hotel y usar los disfraces más insólitos. En una ocasión, incluso salió a
caminar por la calle vestido con un uniforme nazi.
Desgraciadamente, todos estos excesos lo llevaron
a una muerte prematura. En la fiesta anual de Buddy Holly organizada por Paul
McCartney —en la que, por cierto, se estrenó la película “The Buddy Holly
Story”, protagonizada por Gary Busey—, Moon estuvo presente y, curiosamente, se
mostró tranquilo. Intentaba desintoxicarse de sus adicciones. Al terminar la
celebración, regresó a su vivienda y allí ingirió 26 pastillas de Heminevrin,
lo que le provocó una sobredosis fatal. Cuando llegaron los médicos ya no
pudieron hacer nada para reanimarlo. Se había ido el mejor —o uno de los
mejores— bateristas de la historia.
Curiosamente, cuatro años antes, en esos mismos
apartamentos ubicados en el número 12 de Curzon Place 9, Shepherd Market,
Mayfair, había fallecido la cantante Cass Elliot.
Moon the Loon tenía apenas 32 años cuando murió.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario