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sábado, 8 de noviembre de 2025

José Guadalupe Posada


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

 

 

Como cada año, en los primeros días de noviembre, con motivo de la celebración y el recuerdo del Día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, los mexicanos solemos colocar altares o disfrazarnos de Catrina, personaje emblemático de nuestra cultura. Desgraciadamente, mucha gente cree que su origen proviene de la película del Agente 007, ignorando su verdadera historia y, sobre todo, quién fue su creador: un artista muchas veces olvidado e incluso desconocido.

 

José Guadalupe Posada, el gran grabador mexicano, nació el 2 de febrero de 1852 en la ciudad de Aguascalientes. Solo se conocen dos fotografías de este extraordinario artista. Desde muy joven mostró una actitud rebelde y se inició en el dibujo satírico, que empezó a publicar en El Jicote. Además, se desempeñó como maestro de escuela secundaria y profesor de litografía. Sin embargo, el destino lo llevó a la Ciudad de México, donde abrió su taller. Fue entonces cuando decidió informar al pueblo sobre todo lo que ocurría en el país. Consciente de que la mayoría de la población era analfabeta, realizaba sus dibujos y grabados de manera sencilla y clara, para que los lectores pudieran comprenderlos solo a través de las imágenes, utilizando el mínimo de palabras. Su trabajo se publicó durante mucho tiempo, antes de que el porfirismo cerrara los icónicos periódicos El Ahuizote y El Hijo del Ahuizote.

 

La característica más distintiva de su obra fue dar vida a calaveras y esqueletos, a través de los cuales ejerció una crítica mordaz y feroz hacia el gobierno, señalando las problemáticas sociales e injusticias que México vivía a finales del siglo XIX y principios del XX.

 

Fue aproximadamente en 1912 cuando Posada creó la figura original de “La Catrina”, aunque en un principio fue bautizada como “La Calavera Garbancera”. Se le llamó así en alusión a la gente que “vendía garbanzos”, es decir, personas que presumían pertenecer a la clase alta, pero negaban su origen indígena. Por tanto, su calavera representaba una crítica social hacia las clases privilegiadas, especialmente a las mujeres de raíces indígenas que aspiraban a un estatus elevado y europeo. Recordemos que el entonces presidente de México, Porfirio Díaz, se alejó de la influencia norteamericana y abrazó la europea, particularmente la francesa.

 

Lo curioso es que, aunque el personaje ya era popular entre la sociedad mexicana, fue el muralista Diego Rivera quien, al incluirla en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, le dio elegancia y la transformó en “La Catrina” (nombre con el que él mismo la bautizó). A partir de entonces adquirió la imagen que hoy todos conocemos.

 

Desgraciadamente, para José Guadalupe Posada el reconocimiento a su arte llegó después de su muerte, ocurrida el 20 de enero de 1913, en un cuartucho del barrio popular de Tepito, en la calle Jesús Carranza número 6.

 

Gran dibujante y maestro en toda la extensión de la palabra en la técnica del grabado, Posada influyó de manera poderosa y decisiva en el arte mexicano, influencia que aún es palpable en generaciones posteriores. Por ello, es fundamental darle el reconocimiento justo que merece este gran artista nacional.

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