Por Óscar Fernández Herrera
“Niño en alquiler, espada en alquiler, a su servicio”. Así comienza El lobo solitario y su cachorro, una historia escrita por Kazuo Koike e ilustrada por Goseki Kojima que cuenta la tragedia de Ogami Ittō, un deshonrado asistente del gobierno que busca venganza por la cruel muerte de su esposa. Junto a su pequeño hijo Daigorō, el lobo solitario emprenderá una aventura llena de dolor y autodescubrimiento.
Kozure Ōkami (como se le llamó en Japón) se ambienta en el Shogunato Tokugawa, describiéndonos una sociedad feudal nipona excesivamente rígida, llena de reglas y pautas que deben cumplirse sin excepción. Las costumbres que se muestran en los veintiocho volúmenes de la obra complementan con exquisitez una trama que siempre va en ascenso.
La pluma de Koike traza el camino de un ronin (samurái sin señor) que a pesar de la desgracia, se mantiene fiel a sus creencias. El pequeño Daigorō, por otra parte, observa y aprende todo el tiempo sin importarle el riesgo que esto le ocasiona. Si lo anterior fuera poco, el preciosismo de los trazos del maestro Kojima resulta innegable, pues hay ilustraciones que roban el aliento.
Como si se tratara de un enorme rompecabezas, El lobo solitario y su cachorro se divide en pequeñas lecciones de vida que van reclamando su trascendencia con cada episodio que se presenta, regalándonos momentos de aguerrida crudeza o incontenible ternura.
Al seguir el meifumado (el camino del infierno, cuyo único desenlace es la muerte o la venganza), Ittō no tiene más opción que recorrer aquel Japón solariego alquilando su espada al mejor postor. Koike, a través del ronin, nos mostrará las particularidades de una nación -en plena transformación- que poco a poco va sepultando a sus nobles guerreros.
Publicada originalmente entre 1970 y 1976, El lobo solitario y su cachorro es un manga que reclama el estatus de obra maestra. En México se encuentra disponible gracias a Panini Manga. Búsquela y prepárese para descender a los infiernos de un hombre víctima de la traición y la mentira.
Si te perdieras, ¿dónde esperarías?
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