Björk y el sutil encanto de la naturaleza
Por Oscar Fernández Herrera
En un mundo henchido de tonadillas complacientes y triviales, resulta un indiscutible placer atestiguar el sentido que Björk Guðmundsdóttir le da a su música, siempre impredecible y juguetona. “Biophilia,” uno de sus trabajos discográficos más arriesgados, es razón suficiente para desenterrar bellos recuerdos y mirar firme hacia adelante.
Lanzado el 5 de octubre de 2011 por Universal Music, “Biophilia” es un arrebato artístico capaz de aproximar tecnología y sensibilidad con innúmera exquisitez, si bien hubo algunos guiños similares con Nátturá, sencillo digital que grabó con Thom Yorke, y “Mount Wittenberg Orca,” un EP que grabó con Dirty Projectors.
Las diez pistas que dan forma al disco son un delicado pulsar automatizado, como pocos en la historia de la música reciente, capaz de revolucionar emociones. Imposible destacar alguna canción por encima de otra; sin embargo, Thunderbolt personifica un enérgico ciclón intergaláctico gracias a su arpegio digital. Crystalline, por supuesto, es un contrafuerte multiestelar para el resto de las selecciones, tan correspondidas con diferentes fenómenos físicos o recursos musicales.
El escalofriante ritmo de Hollow sobrepasa, por momentos, las pretensiones de su creadora, aunque Virus simboliza el punto más alto de “Biophilia” gracias a su soporte generativo –que da lugar a la sorprendente Sacrifice, un juramento entre los hombres y la naturaleza. Mutual Core se perfila como el último corte promocional.
Como añadido, Björk lanzó una serie de remezclas en ocho entregas que, posteriormente, formalizarán el recopilatorio “Bastards”. La aproximación a esta obra garantiza una enloquecida fascinación a manos de una beldad ataviada con un vestido azul eléctrico y una peluca escarlata, diminuta y hercúlea por definición.
*** Creditos: Portada por M/M Paris, Fotografia por Inez van Lamsweerde and Vinoodh Matadin
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