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viernes, 16 de abril de 2021
Black Star
Black Star
Por Óscar Fernández
Herrera
¿Existen palabras lo
suficientemente adecuadas para explicar la grandeza de David Bowie? No lo creo,
pues disfrutamos su música como ninguna otra, reconociéndole su encanto en todo
momento. Y es que discos como The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The
Spiders from Mars, “Heroes” y Scary Monsters son capaces de despertar los más
apasionantes sentimientos, aunque nunca logremos asimilarlos del todo. De nuevo
me faltan los calificativos para referirme a una obra tan basta como la del camaleón,
¿no es así́? Sin embargo, si has oído a Bowie alguna vez, estoy convencido de
que sabes de qué estoy hablando. Su música nos permite apropiarnos del mundo y
todo lo que hay en él.
En este momento traigo a la
memoria aquellos días en los que me la pasaba tarareando el Outside (1995)
porque no puedo contar mi historia sin un par de melodías de ese trabajo
dedicado al asesinato de Baby Grace, ya que se las arrebaté a su creador para
redefinir mi apreciación de las cosas. Desde que escucho al gran duque blanco,
mi vida sabe a curiosidad y fortuna.
No obstante, el andar de este
hombre estelar nunca fue tan resplandeciente como suelen citar algunos de sus biógrafos:
sus abruptos inicios como músico, el fracaso de sus primeras composiciones (se
ha señalado a ‘The Laughing Gnome’ como su peor canción) y su aparición en
menciones publicitarias para ganarse la vida son sólo unas cuantas muestras de
lo que ocurrió́ antes del éxito comercial. La edición de David Bowie en 1969,
en el que se incluía la impresionante ‘Space Oddity’, significó el primer escalón
hacia el estrellato. Con la aparición del andrógino Ziggy Stardust tres años después,
Bowie logró la madurez artística que tanto buscaba. Fue la época más ingeniosa
del músico británico, extendiéndose por más de diez años, y que finalizó con
la publicación de Let’s Dance en 1983.
Si bien los años ochenta
estuvieron repletos de inconsistencias artísticas, Bowie siempre encontró́ la
manera de sorprender a propios y extraños. En cada uno de sus discos es posible
encontrar al menos una canción provocadora y atemporal. Con la aparición del
nuevo milenio, el preciosismo de sus trabajos resultó indiscutible: Heathen
(2002), Reality (2003) y The Next Day (2013) son prueba de ello.
Blackstar (2016), el álbum que Bowie grabó como despedida y agradecimiento para sus seguidores debido a su próximo fallecimiento, es audaz, hermoso y triste. Se trata de una colección de siete canciones que valen como el auto epitafio de su autor. Pero hay más.
Lo primero que puede apreciarse
con el monumental corte homónimo, es el desinterés de Bowie por la notoriedad
en término de ventas. Es un álbum que mira al futuro arrojando algunos guiños
al pasado, todo personificado por el melancólico saxofón, el instrumento que definió́
al sonido de Major Tom.
Además de la pista inicial,
sobresale ‘Lazarus’. Con ella, se descubren frases que adquirieron sentido
cuando nos enteramos de la enfermedad del cantante: “Look up here, I'm in
heaven. I've got scars that can't be seen. I've got drama, can't be stolen.
Everybody knows me now…”
Las atmósferas tan inquietantes
del disco hicieron eco a través del jazz que crece con cada nota. La belleza
morbosa que vieron los primeros críticos de Blackstar se desvanece al notar el
verdadero propósito de este trabajo, aunque Bowie jamás renunció a ser actual,
transgresor y arriesgado.
De igual forma, resulta fácil (e importante) sentir cómo deambula la fuerza de Kendrick Lamar en ‘Girl Loves Me’, ‘Blackstar’, ‘I Can’t Give Everything Away’ y ‘Lazarus’, vigorizando con ello el trabajo de acompañamiento que realizan Donny McCaslin, Ben Monder, Tim Lefebvre y Mark Guiliana. ¿Qué más se puede decir? El último disco de Button Eyes (su último alter ego) es una obra maestra.
Aquella noche de 1997
Aquella noche de 1997
Por Edgar Fernández
Herrera
Hace 24 años, México se
convulsionaba debido al tramo de la gira latinoamericana “Popmart Tour”, de U2.
Se trataba de la segunda ocasión en que el cuarteto irlandés visitaba nuestro país.
En febrero de ese año, U2
publicó como primer sencillo “Discotheque”, un tema con notorios coqueteos a
la música dance y electrónica. Para su desgracia, éste no fue bien recibido y
fueron duramente criticados. Al liberar el álbum “Pop” (1997, Island Records)
al siguiente mes, las críticas fueron mixtas; la prensa y los fans no lo
aceptaron de buena manera después de dos grandes discos: Acthung Baby (1991) y
Zooropa (1993).
En lo personal, me parece un gran
disco; el último disco en el que Bono y compañía en verdad se arriesgaron y
siguieron con su fase de experimentación, dejando un puñado de muy buenas
canciones como “Wake Up Dead Man”, “Staring At The Sun” o “The Playboy Mansion”
y que, por desgracia, no han tenido la etiqueta de clásicos por la poca atención
que se le puso al disco en su momento. La gira estuvo a punto de la quiebra.
Con su monstruoso arco y limón, el transporte era muy difícil (lo que encarecía
los boletos); por si fuera poco, las presentaciones contaron con poca asistencia
en Europa y Estados Unidos. Pero todo cambiaria al llegar a Latinoamérica.
En este entorno, se esperaba a U2
con mucha euforia; mi Tío Alberto fue el encargado de comprar tres boletos
(para él, mi prima y yo). No recuerdo el mes en que se compraron, pero no
olvido lo tortuoso que resultó adquirirlos, si bien finalmente llegó la
llamada telefónica de mi prima: “ya tenemos boletos”. Fue una felicidad
indescriptible, sólo quedaba esperar a que llegara el tres de diciembre de
1997.
Durante meses me negué́
rotundamente a leer o revisar noticias de U2, pues no quería saber qué
canciones estaban interpretando durante la gira; todo debía ser una sorpresa,
llegué incluso a evitar los bootlegs que veía en el tianguis del Chopo.
Después de meses tanta espera,
llegó el momento de la cita. Esa tarde nos dirigimos al Foro Sol del entonces
Distrito Federal (ahora CDMX). Mucho tráfico alrededor del inmueble; al llegar,
obligatorio dar el vistazo en los puestos para checar las playeras, tazas,
posters, etc., yo me compré una playerita y el encendedor (es una lástima que
se haya perdido esta bonita tradición de encenderlo para alguna canción).
No recuerdo la hora exacta en la
que ingresamos al foro, pero sí recuerdo que estaba a reventar; la gente estaba
feliz y ansiosa, muchas chicas bonitas deleitaban la vista. Tuvimos que esperar
hasta las diez de la noche, ya que el concierto se iba a transmitir a algunas
ciudades de Estados Unidos y Canadá; asimismo, tuvimos que presenciar a
Control Machete, el grupo abridor y que era la banda del momento. Pobres tipos,
los abuchearon en sus escasos quince minutos que estuvieron en el escenario,
excluyendo el momento en que cantaron -es un decir- “Comprendes Mendes” (cuando
la gran mayoría de la gente los acompañó para después despedirlos). Después el
plato fuerte de la noche.
El escenario se iluminó a las
diez en punto. Empezó́ a sonar un remix de un viejo éxito discotequero llamado
“Pop Muzik” y a un costado del gigantesco escenario, sobre un pasillo, salieron
Bono (como un boxeador, mamonsísimo), The Edge (vaquero espacial), Adam
Clayton (muy profético el muchacho, pues salió́ con un cubrebocas y un look muy
apocalíptico) y, por último, Larry Mullen Jr, muy sobrio, sin ninguna caracterización.
Al llegar al escenario principal y tomar sus instrumentos, empezaron a sonar
los acordes de “Mofo”; la espera había terminado.
Bono, fiel a papel, comenzó́ a
cantar. La canción tiene referencias a su madre, quien falleció́ cuando él era
muy joven. Es muy probable que Bono, junto a John Lennon y Roger Waters, sean
los artistas pop que han escrito las canciones sobre sus progenitoras más
sensibles. Al terminar la canción, siguieron con “I Will Follow” para hilarla
con canciones del nuevo plato discográfico como “Gone” y después presentar
“Even Better Than Real Thing”, un clásico muy ovacionado. Más tarde sonaron
“Last Night On Earth” y “Until The End Of The World”. La gente coreó y aplaudió́
todo lo que Bono decía, cantaba y bailaba en el escenario. Se les veía
contentos a los cuatro. Uno de los momentos cumbre de la noche fue cuando
interpretaron “All I Want Is You”, en la que se escuchó́ la letra de Never Tear
Us Apart, de INXS. De igual forma, Bono se tomó́ la libertad de incluir con un español
francamente malo “La Bamba” mientras interpretaba “Desire”. Uno de los
instantes más bonitos del concierto fue cuando The Edge tomó el micrófono y su
guitarra para cantar una versión muy sentida de “Sunday Bloody Sunday”.
Con “Where The Streets Have No
Name” el concierto finalizaría su primera parte; para después regresar al
escenario a través del Limón e interpretar “Discotheque”, “If You Wear That
Velvet Dress” y la infaltable “With or Without You”. Vuelven a despedirse y
retornan para un segundo encore con “Hold Me, Thrill Me, Kiss Me, Kill Me,
“Mysterious Ways” (The Edge se luce con su guitarra) y después pasar el
momento conmovedor de la noche: Bono le dedicaría “One” a Michael Hutchence,
que en esos días había fallecido. La noche cerró con una versión parcial de la
enorme “Wake Up Dead Man”.
Pasaría una década para que U2
regresara a tierras aztecas debido a que el cuarteto vetó a México por un
incidente que sucedió́ esa noche de diciembre de 1997, en los camerinos, con el
hijo del entonces presidente Ernesto Zedillo.
Toda aquella presentación quedó
inmortalizada en el concierto en el video “PopMart: Live From Mexico City”,
único concierto de aquella gira lanzado hasta la fecha y, posteriormente, con
el disco “Hasta la vista Baby! U2 Live From Mexico City”, que incluye catorce
temas extraídos del concierto. La nota que hoy escribo la quería publicar en
para el próximo año, cuando se cumplirán 25 años de aquella presentación, pero
hace unos días liberaron un par de conciertos (entre ellos el de México de
1997) en la página oficial de Youtube de la banda.
Desde hace casi 15 años ya no
escucho a U2, pues a partir del disco “How To Dismantle An Atomic Bomb” el
cuarteto perdió́ el rumbo y sólo se ha dedicado a navegar en mares muy tranquilos,
sin arriesgarse y sin ser propositivos, además de las actitudes de diva y el
infame protagonismo que tiene el Sr. Paul David Hewson; no obstante, aún
disfruto todos esos discos que publicaron entre 1991 y 2000, la mejor época de
U2.
viernes, 9 de abril de 2021
La vida de Brian
La vida de Brian
Por Edgar Fernández
Herrera
Hace cuatro años la BBC publicó
una lista de las cien mejores comedias (en la que, por cierto, no incluyó
ninguna en idioma español). Un ejercicio bastante arriesgado, ya que la comedia
es un género muy particular de cada país y hacer un consenso general resulta difícil;
¿cómo lo consiguió́? Bueno, solicitó la ayuda de 253 críticos de 52 países y
al contabilizar los resultados de estas listas, la máxima ganadora fue “Una Eva
y dos Adanes (Some Like Hot) de 1959, del director Billy Walder. Sin embargo,
hoy no hablaremos de la película ganadora (que fue protagonizada por la gran y
hermosa Marilyn Monroe), sino de la que ocupó el sexto lugar de este conteo y
que es mi comedia favorita de todos los tiempos después de la genial “El
ceniciento” (protagonizada por German Valdés Tin Tan). Sí, me refiero a “La
Vida de Brian” (Life Of Brian, de 1979), la grandiosa cinta dirigida por Terry
Jones y protagonizada por el grupo de comedia inglés Monty Python.
Los Python fue un grupo de
comedia británico conformado por Graham Chapman (1941-1989), John Cleese (1939), Terry Gilliam (1940),
Eric Idle (1943), Terry Jones (1942-2020) y Michael Palin (1943). Ellos lograron la fama en su programa
de televisión llamado “Monty Python´s Flying Circus”, que se transmitió́ por la
BBC de 1969 a 1974; por cierto, en Netflix se pueden encontrar todas las
temporadas. La influencia de este grupo es comparable a la que The Beatles ejerció́
sobre la música. Su comedia, muy inglesa, trascendió́ todas las fronteras y
localismos.
Debido al éxito de la televisión,
pronto dieron el salto al cine; y en su tercer largometraje (“La vida de
Brian”) consiguieron su obra maestra, que resultó ser una sátira religiosa que
narra la vida de Brian, un hombre que tuvo la mala suerte de nacer el mismo día
y a corta distancia de Jesucristo y por esto lo solían confundir con el Mesías
(rol que a él no le interesa ocupar).
Cuenta la leyenda que, a unos días
de iniciar el rodaje de la película, el grupo inversor retiró todo el dinero
ya que consideraron el guion como blasfemo; de hecho, los Python tuvieron
muchos altercados y debates con figuras religiosas a raíz de la película. Lo
que no contaban todas estas personas es que los Python tenían de entre sus
millones de admiradores a un gran amigo: George Harrison, quien tenía muchas
ganas de ver esta película en una sala de cine. Fue así́ que el Beatle
hipotecó su mansión y su estudio de grabación para crear Handmade Films y
conseguir tres millones de libras esterlinas que costaría el filme. Terry Jones
diría después que “esta sería la entrada de cine más cara de toda la historia”.
Por cierto, se puede ver a Harrison como extra en una escena de la película,
aunque no tuvo créditos en ella. Fue lo de menos, ayudó a sus amigos, vio su película
en su cine favorito y recuperó su inversión, ¿qué más quería?
Aunque la película tuvo problemas
con ciertos grupos religiosos y en varios países, fue todo un éxito de
taquilla.
Todo el filme es una verdadera
joya, pero destacaré la escena final, donde muestran que el humor es corrosivo
y puede tener su dosis de mala leche: Eric Idle despide la película con la
pegadiza “Always Look On The Bright Side Of Life”, una escena surrealista ya
que vemos a Brian escuchar cómo los demás crucificados cantan:
“Hay cosas malas en
la vida
Que pueden volverte
loco
Otras te hacen jurar
y maldecir
Cuando muerdas en
hueso a la vida
No te quejes, sólo
silba
Eso ayudará a que
las cosas mejoren
Y... Siempre Mira el
lado brillante de la vida...
... Siempre Mira el
lado luminoso de la vida...”
Durante la interpretación se oyen
frases de los actores que interpelan al público; en ellas hablan sobre la
propia película, el precio de la entrada y, sí, acaban hablando de un tal
Bernie. Lo último que se escucha en la película es: "¿quién crees que va a
pagar por ver esta basura? Bernie, jamás recuperaras tu dinero”. Los Python se
refieren a Bernard Delfont, el CEO del EMI -la productora que los dejó tirados
a punto de comenzar a rodar al entrar en pánico nada más leer el guion.
Actuaciones increíbles, pero
destaca el gran Terry Jones (director de la misma) como la controladora madre
de Brian y es sublime.
“RE”
“RE”
Por Óscar Fernández
Herrera
RE, de Café Tacuba. Conocí́ a
esta banda mexiquense desde el principio, así́ que he atestiguado su meteórico
ascenso en la paupérrima escena del rock nacional. Sí, ya no es aquella banda
con una propuesta enérgica y cuasi vanguardista; sin embargo, no dejan de
sorprender. RE, su segunda placa, es un trabajo ecléctico: toma elementos
prestados de la música popular mexicana y los mezcla con un rock de buena
manufactura para regalarnos una colección de veinte canciones memorables. Juguetón,
melódico y político, RE ofrece de todo un poco, y eso lo hace agradable para
los que lo escuchen. Vivirlo fue toda una experiencia. Percibí́ en el una obra
sencilla y vibrante en términos de forma, textura y composición en equilibrio
con una marcada sensibilidad por los temas sociales (que irían desarrollando después
con mayor gracia, por supuesto).
“El Aparato”, “Ingrata”, “Esa
Noche”, “Trópico de Cáncer”, “El Fin de la Infancia”, “Las Flores”, “El Baile y
el Salón” y “El Puñal y el Corazón” son indispensables en el soundtrack de mi
vida.
Nadie nos va a extrañar
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