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lunes, 7 de junio de 2021

¿Qué sigue?

 

Por Oscar Fernández Herrera

 

Después de un proceso electoral considerablemente tortuoso como el que vivimos ayer, queda preguntarnos qué sigue para lograr la añorada transformación nacional. No obstante, la respuesta es tan difícil de hallar que, como en otros momentos, sólo queda la especulación como una mera aproximación.

 

Calificadas como las “elecciones más grandes de la historia”, éstas quedarán ahí para quien desee interpretarlas como mejor le parezca. Pero este ejercicio democrático tendría que ser el principio de una serie de acciones y rutinas para lograr un verdadero fenómeno progresista.

 

Independientemente de las filias políticas que nos subieron al ring durante las últimas semanas, los mexicanos deberíamos ya entender que el sufragio no resuelve por sí mismo la estremecedora cantidad de problemas que nos enlutan. Desagraciadamente no es así.

 

¿A quién culpar de lo anterior? ¿Al inalterable control que nos “regaló” el priismo por casi ochenta años? ¿A la descorazonadora “alternancia” que nos quiso ofrecer el panismo? ¿A la decepción que nos embarga a miles de mexicanos? ¿Al fútbol o a las telenovelas?

 

Mis palabras no buscan dar respuestas porque mi juicio no alcanza para semejante prodigio. No, es sólo un ejercicio purgante de enojos y frustraciones. Pero hay conductas que deberíamos analizar para empezar una reconstrucción que implique mejores prácticas sociales y políticas.

 

Restringir este hecho a una mera cuestión de ganadores y perdedores es, en mi opinión, algo insensato. Es cierto: ganan los políticos (dejando de lado si fueron votados o no) y perdemos los ciudadanos (incluidos los morenistas que hoy amanecieron tan felices). Para ejemplificar lo anterior, mencionaré el ejemplo de Gildardo Pérez Gabino, un político de Tultitlán que ha estado implicado en la política local por años. Me callaré mis opiniones con relación a su desempeño porque, honestamente, lo desconozco; empero, sí señalaré que su trabajo suma casi treinta años con resultados variopintos.

El punto que quiero resaltar es la permanencia y bien lo saben, queridos amigos. ¿Cuántos “aborrecibles” funcionarios públicos del neoliberalismo militan ahora en Morena? Que únicamente citemos lo que nos ajusta es bien cómodo, pero no borra los hechos. Ellos (los políticos), como dice la frase, siempre ganando con cargo o sin él. Eso sí, no faltará quien argumente “epifanías” o “arrepentimientos” para defender estas fulleras maniobras.

 

Perdemos los ciudadanos al permitir la subordinación de voluntades y pensamientos, entregándonos incondicionales a las causas ajenas sin cuestionar. La falta de empatía y, como lo señalé en mi última reflexión, la necia determinación de que sean sólo unos posicionamientos lo que sobresalgan son males que exhibimos sin pudor.

 

En este campo de batalla los perjudicados somos nosotros porque así lo quiere la élite en el poder, sin importar el color que representen. Un amigo me eliminó de Facebook y no encuentro razón de ello que no sea la discrepancia en este rubro. La dificultad de aceptar que no todos compartimos ideales será una fatalidad para muchos, pues no podrán con un mundo tan plural e incongruente como éste.

 

¿Los políticos? Bueno, ellos podrán señalarse y acusarse de todo, pero al final muchos terminarán en alianzas, apadrinamientos y en partidos políticos con doctrinas tan contrarias que resulta imposible aceptarlas con una sonrisa. Ningún acérrimo morenista me ha explicado por qué tantos ex priistas son ahora la base de ese movimiento de supuesta regeneración. El mismo AMLO es un ejemplo claro de ello, pero líbrate de mencionarlo porque, en automático, eres fifí o neoliberal.

 

La clase política observando nuestro divisionismo y aprovechándose de él. No, tampoco soy tan ingenuo como para proponer un “sí, todos de la mano, luchando por un sólo propósito”. Es imposible y para nada aconsejable. Necesitamos contrapesos y oposiciones que susciten diálogos y soluciones concretas a favor de la sociedad. Basta de tanta demagogia sin razón.

 

Entonces, ¿quién ganó y quién perdió en estas elecciones? Ganaste tú, querido amigo, si ejerciste tu derecho a voto libre y secreto. Ganaste si tu opción resultó ganadora. Ganaste si tu candidato no fue el que votó la mayoría y lo aceptaste con madurez y sentido civil.

 

Recordemos que lo de ayer no será permanente, pues los resultados no son eternos, y por mucho que los egos incómodos deseen lo contrario, el mapa político nacional cambia cada tanto. Gracias a ello se pudo expulsar al PRI de Los Pinos, ¿no?

 

Las burlas y el engreimiento de muchos al degradar a posibles interlocutores por lo que consumen en términos de información fue algo que me incomodó muchísimo. Encontré frases tan bonitas como “es que seguramente ve a Chumel o a Loretito”. Admitiendo que fuera cierto, ¿qué les hace pensar a esas personas que tienen el derecho de enjuiciar lo que otros lean o vean? ¿por qué suponen que sólo es válido lo que ellos consumen? No defiendo lo que encarnan estos y otros comunicadores (si es que lo son), pero de ahí a asumirme como autoridad para decirle a los demás qué leer o ver es ya otro cantar.

 

La congruencia fue otro aspecto que dio mucha tela para contar. Tropecé con incoherencias tan presumibles como felicitaciones para el español Abraham Mendieta y censuras para The Economist o Le Monde (¿nos gusta que los extranjeros se pronuncien con relación a los temas nacionales o no?). Feministas que simplemente “torearon” la deplorable postura del tabasqueño frente a su movimiento, pero sí abogaron por su partido.

 

Qué cosas, ¿no? No obstante, lo único que me importa es la autocrítica. Si somos incapaces de reconocer fallas en nuestro proceder, estamos amolados. Eso explica, en buena medida, nuestra realidad. Ninguno está por encima de otro, y menos si carecemos de humildad.

 

Participemos en pláticas más abiertos y respetuosas, pues las coincidencias nos ubican en desventaja frente a los que confrontan sus ideas con otros. Sólo así lograremos acuerdos.

 

¿Qué sigue? Mucho. El trabajo de la sociedad mexicana recién comienza. Seamos críticos y proactivos. Todos estamos en el mismo barco y, por otra parte, ya tenemos a muchos maldicientes y criticones. La cuesta está pronunciada, pero no hay manera de sortearla.

 

Si Morena arrasó o no es materia de discusión para gente más leída que yo, aunque sí celebro la oportunidad que tuve para relacionarme con gente que admiro y a la que le he aprendido mucho, aunque sí puedo adelantarles que me parece curiosa la repartición política que resultó en la CDMX.

 

Suena “Sun King”, de Los Beatles, y así llega mi despedida.

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