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viernes, 23 de julio de 2021

No me hallo

Por Edgar Fernández Herrera

Era una noche de 1988 o 1989. Me encontraba con mi hermano y algunos primos en la casa de los abuelos maternos. Desde que tengo memoria sólo se podía ver el canal 13 (“Imevision” en aquel entonces). En la pantalla está el sr. Víctor Trujillo en su papel infame de Brozo, el payaso tenebroso, en un programa que si mal no recuerdo se llamaba “El diario de la noche”, lejos aún en su papel de supuesto analista político. Aquí el programa era de variedades, con unas modelos semidesnudas, platicas jocosas, sketches, invitados, música y la risa escandalosa y el dizque ingenio que “presumía” Trujillo para usar el albur. Ese era el programa de Brozo. En la sección musical, Brozo presentó una banda de rock mexicano oriunda de Guadalajara, Jalisco, llamada “El Personal”.

 

Interpretan una genialidad llamada “Niño, déjese ahí”. Lo impactante es que no es rock, es un reggae bien estructurado y lo interpretan de buena manera; el vocalista lanza unas rimas por demás divertidas. Al final, Brozo se acerca y, como siempre pasaba, saluda a la banda y trata de agarrarlos de bajada, pero el vocalista salió más cabrón, y le devuelve el albur de manera fregona y elegante. No lo supe en aquel instante, pero aquel vocalista era Julio Haro.

 

Julio Haro era el cantante y el escritor de las letras de las canciones, el corazón creativo de la banda. En dos vertiginosos años Julio y el bajista Andrés Haro pasaron de grabar demos caseros a llenar el foro público más grande de Guadalajara, abarrotado de chavos deseosos de una alternativa dentro del conservador ambiente cultural de la ciudad. Haro fue parte de una generación de chavos que buscaban el cambio de una Guadalajara mocha; eran grandes artistas y con su arte subversivo, trastocaron esa sociedad de los 80’s. Entre los acompañantes de Haro y El Personal, se encontraban los moneros y caricaturistas Falcón, Jis y Trino.

 

Para entender lo subversivo de la música de El Personal, hay que ponerlo en contexto: Julio Haro era gay en tierra de machos, ateo en tierra de católicos, artista dentro de una familia de conformistas y músico de reggae en tierra de mariachis; por cierto, hay que aclarar que Julio no nació en la bella Guadalajara, el vio la luz por primera vez en Sonora.

 

El debut de esta impresionante banda de rock mexicano (sí, de rock mexicano, aunque se escuche en el plato reggae, bolero, cumbia) fue en 1987 en el mítico y contracultural Bar 9; y fue al siguiente año que el grupo publica su único disco con la alineación original (Julio Haro, Andrés Haro –no había parentesco alguno entre ambos–, Alfredo Sánchez, Oscar Ortiz y Pedro Fernández). Se trata de una obra maestra del desenfado, el sano cinismo y de un humor corrosivo.

El plato inicia con la divertida “¡Niño, déjese ahí!”, toda una oda a la masturbación, con una letra hilarante e híper divertida:

 

“¡Niño, déjese ahí!

Que no vas a crecer sano

Que te vas a quedar enano

Que te van a salir muchos pelos

En la palma de la mano.

Ay Ay Ay Ay Ay…”

 

Soberbia su parodia u homenaje, según como se le quiera apreciar, al gran Pérez Prado:

 

Yo soy, el puñetero

Que sí señor, el puñetero

Yo soy, el onanista

Que sí señor, el onanista

Yo soy, el chaquetero

Que sí señor, el chaquetero

Yo soy, el mata la bachita

Que sí señor, el mata la bachita

 

“No te hagas” es un rocanrolito de amor gay maravillosa, con un solo de kasú incluido: “No te hagas que a ti te está pasando lo mismo que a mí / No te hagas que a ti también te gusta estar junto a mí / Cuando me miras / Cuando te acercas / Cuando sonríes, amor / es más fácil de sentir”.

 

Inmediatamente después escuchamos la divertida y alburera “Dale de comer al conejito”.

 

Después de escuchar “Menjurje”, pasamos a “La Tapatia”, todo un tour por la ciudad de Guadalajara, donde Julio y una compañera o compañero (no lo especifica muy bien la canción) la lleva, saliendo de la central camionera, al mercado de San Juan, la plaza central, el Hospicio Cabañas, la Catedral, la Avenida Juárez, y el cine Variedades. Este recorrido provoca hambre y antojos, por eso la canción termina de la siguiente manera, “¿Sabes qué quisiera mijo? / Que antes de que yo me vaya / cómprame una jericalla”. Una maravilla y es probablemente la mejor canción del disco.

 

Terminando “La Tapatía” empieza a escucharse todo un himno de falta de identidad y sentido de la vida que es la homónima “No me hallo” y pasar al antihimno en reggae que es “Nosotros somos los marranos”, cuya letra hace mofa de manera espléndida de todos aquellos que para lavar su conciencia se hacen pasar por ecologistas, el tema final “Broche de oro”, un tanto dura, en la que quizá se pueda leer entre líneas que Julio Haro ya sabía que estaba infectado del VIH (“En tu cuerpo encontré la felicidad / me prendí de tu cintura / hasta que me pasaste la factura”).

 

El arte del disco, corrió a cargo de los caricaturistas Jis & Trino.

 

Pocos o casi nada de videos se pueden encontrar en la red de este singular grupo; sin embargo, hace unos años, Ediciones Pentagrama lanzó a la venta un documental sobre la banda, dirigido por monero “Yazz”, en donde se puede ver entrevistas, algunos videos de sus conciertos y ensayos, desde sus inicios hasta 2003, año en que salió este documento visual. Lo realmente valioso de esta película es ver a la banda ensayando en un cuarto diminuto, interpretando “Broche de Oro” y que están siendo grabados por Jis.

 

Desgraciadamente, Julio Haro murió de Sida a la edad de 37 años, el 4 de enero de 1992, dejándonos esta soberbia placa y que es considerado por muchos como uno de los mejores discos de rock mexicano. Es una verdadera pena que las muertes de Haro y Fernández hayan truncado este proyecto.


 

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