Por Oscar Fernández Herrera
La pobreza y la inacción son las herramientas que más utilizan los gobiernos para “legitimar” sus ambiciones en los distintos escenarios del país. Después de tanto saqueo, los mexicanos elegimos a Andrés Manuel López Obrador con la esperanza de que las cosas mejorarían; sin embargo, seguimos olvidando nuestra responsabilidad en la vida democrática nacional.
Con la consulta popular de ayer, amplios (sic) sectores de la sociedad buscaron el enjuiciamiento de los últimos cinco mandatarios, aunque la realidad mostró un pobre interés por parte del electorado. Menos del 7% acudió a las urnas.
Es probable que los que participaron en esta maniobra democrática entiendan la responsabilidad compartida (política - sociedad), pero basta con echarle una miradita a las redes sociales para descubrir el enfado y la decepción de muchos porque, honestamente, esta “cuarta transformación” no camina, y el dudoso alcance jurídico de este plebiscito fue determinante para su fracaso.
El ultimátum, por lo tanto, es que el presidente encare los problemas del presente y deje a un lado la demagogia y los revanchismos políticos. El tabasqueño adelantó que, con o sin consulta, se puede inculpar a los exfuncionarios… ¿cuál fue entonces el propósito de la misma? El repudio social en contra de esos políticos y la promesa de una justicia largamente codiciada, aunque todo apunta a un simple capricho para infamar al Instituto Nacional Electoral (INE) y demostrar los contrasentidos de López Obrador.
Si lo anterior fuera poco, el despilfarro de recursos económicos para “escuchar la opinión del pueblo” fue claramente obsceno: 500 millones de pesos que pudieron utilizarse en la adquisición de vacunas contra la Covid, pues los procesos de inoculación las requieren de forma inmediata.
Qué lástima que pese a las señales de un prometedor cambio, la administración obradorista está sucumbiendo ante distracciones, fantasías y obsesiones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario