Por Oscar Fernández Herrera
Pese a la concepción generalizada con relación a la música pop contemporánea, hay propuestas del género que eluden los clichés y las descaradas intenciones comerciales. Una de ellas es la que impulsa Josh Rouse, cantautor indie estadounidense; por ello, es importante reseñar “1972”, uno de sus trabajos más interesantes y deleitables.
Caracterizado como una imperfección utópica, “1972” es un agridulce retrato de los diferentes episodios que el autor experimentó en más de una ocasión (ambientándolos en el año de su nacimiento): abandono, depresión y adicciones, entre otras fatalidades. El acompañamiento de cuerdas ligeras produce una sensación de nostalgia que vale la pena explorar.
La atemporalidad de sus letras es una de las bondades más elogiadas por la crítica, si bien no todas las generaciones podrán conectar con ese “espíritu nostálgico” que salpica a toda la obra. El soul del disco es tan contagioso que bien merece la atención.
El disco asciende más y más con cada reproducción, permitiéndonos descubrir sorpresas que acentúan una sensación placentera. Rouse se escucha cómodo con este estilo y sus canciones transmiten a placer ese júbilo. Los ganchos melódicos y los dulces falsetes son un puntual complemento.
Sorprende enormemente la modesta notoriedad que el álbum logró en 2003; sin embargo, nunca es tarde para llevarse por “Love Vibration”, “Come Back (Light Therapy)”, “James” y el track homónimo.
El punto en contra está en su atmósfera setentera, que bien no podría seducir al escucha desprevenido.
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