Por Oscar Fernández Herrera
Una escena harto cotidiana: decenas de personas esperan, impacientes, el llamado para abordar el autobús que los llevará a su destino. Nada fuera de lo común, ¿verdad? Bueno, el problema con esta circunstancia es que, de pronto, todos los pasajeros descubren que no pueden abandonar la central de buses por más que lo intenten. No, no se encuentran sitiados ni la fuerza de la naturaleza se los impide. Simplemente no pueden.
Todo esto sucede en un pequeño poblado cubano y funciona estupendamente para atrapar la atención del público. Se trata de “Lista de espera”, un filme dirigido y concebido por Juan Carlos Tabío a partir de un cuento de Arturo Arango. En ella, el director retrata una romántica, pero dolorosa realidad en la Cuba de Fidel Castro.
Al comprobar que todas las guaguas no disponen de lugares para transportar a más pasajeros, nuestros protagonistas apostarán su suerte al bus de la estación local para transportarse. No obstante, aquel autobús está descompuesto y Fernández, el administrador del lugar, no cuenta con las refacciones necesarias para echarlo a andar.
De este modo, nuestros protagonistas se verán obligados a relacionarse y descubrir con ello sus temperamentos y personalidades. De este modo, la situación los llevará a crear un refugio utópico, apartado de la cotidianeidad y las mortificaciones diarias.
Protagonizada por Vladimir Cruz (recordado por su participación en “Fresa y Chocolate”), “Lista de espera” nos desnuda la naturaleza de los hombres, con sus pros y contras. Detrás de ese sainete disfrazado de ternura y comedia, encontramos una puntual crítica a las desigualdades que ha sufrido el pueblo cubano durante las últimas décadas.
Sencilla, entretenida y con algunas sorpresas argumentales, esta película lo distraerá por un buen rato. Imperdible.
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