Por Edgar Fernández Herrera
Han pasado 25 años de la publicación de este disco; no fue el primero que escuché de David Bowie, pero sí fue el que me atrapó y me invitó a sumergirme en la obra del llamado “camaleón inglés”.
El 3 de febrero de 1997 fue publicado el vigésimo disco del polifacético músico y compositor inglés, una etapa con fuerte influencia del drum ‘n bass.
Un mes antes, Bowie festejaba sus 50 años con un concierto efectuado en New York, en el que estuvo un grupo selecto de invitados: Lou Reed, Robert Smith, Sonic Youth, Frank Black, y Billy Corgan, entre otros.
Junto a Reeves Gabriel, Mark Plati y Zac Alford, Bowie trabajó durante tres semanas en las canciones que conformarían el plato. Este fue el primer trabajo grabado enteramente de forma digital, influenciado por The Prodigy y Underworld. Es muy notable el ritmo agresivo y dinámico, inaudito en la discografía de Bowie, pero –como siempre- el artista desafió sus propios paradigmas, muy parecido a lo que vivió en la trilogía berlinesa.
Han pasado 25 años y “Earthling” sigue sonando vital, potente
y como casi toda la discografía de Bowie, vigente, con temas espectaculares
como “Little Wonder”, “I´m Afraid Of Americans” (excluida del 1.Outside y
recuperada para este disco), “Dead Man Walking”, “Tellig Lies”, y “Seven Years
In Tibet” (“Turn to question the mountain,
Why pigs can fly…”).
Hay verdaderas joyas en la vasta discografía de David Bowie, pero “Earthling” no desmerece; es un gran disco, que sigue actual y tremendamente fascinante.
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