Por Oscar Fernández Herrera
Soy un melómano. Gracias a mis maravillosos padres, desde pequeño reconocí la influencia de la música en mi humilde existencia. Decenas de discos, en todos los formatos posibles, me han acompañado desde siempre, si bien aún me falta mucho por encontrar. Debido a lo anterior, es que continuamente escudriño tanta música como sea posible. Nunca que sabe qué sorpresas aguardan su feliz descubrimiento.
De igual forma, debo reconocer que, en ocasiones, la música llega a mí por accidente o circunstancia. Ese fue el caso de ’64 – ’95, el tercer álbum de Lemon Jelly, un dúo británico de música electrónica bastante interesante. Después de sus primeros discos, “Lemon Jelly.ky” y “Lost Horizon”, Fred Deakin y Nick Franglen tomaron sampleos de canciones comercializadas entre 1964 y 1995 para componer otras totalmente nuevas.
El resultado es disímil, pero originalísimo como en sus dos trabajos anteriores; no obstante, sus más acérrimos seguidores se mostraron confundidos y hasta decepcionados, pues en este tercer disco se aprecia un sonido urbano que poco se asomó en las primeras obras de la banda. Esto contrastó enormemente con los agradables pasajes ambientales que los habían instalado como una flamante propuesta tanto artística como comercial.
Las disonancias teatrales en “’88 – Aka Come down on me” y “”’79 – Aka The shouty track” pueden resultar contrarias al resto del álbum; no obstante, su dinamismo es cumplidor. Las guitarras son capaces de producir un espíritu rocanrolero bastante chispeante. Son, al mismo tiempo, las pistas más discutidas por sus matices. Debo señalar que me fascinan las dos.
Con todo, los momentos más sublimes de “’64 – ’95” llegan con la por poco ambiental “’95 – Make things right” y las bailables “’75 – Aka Stay with you” y “’90 – A man like me”. Todas ellas ofrecen bastantes confirmaciones para reconocer el auténtico valor del disco: sensuales y enérgicas. No deje de escucharlas, por favor.
Obscuro e impetuoso, las consecuencias directas de este disco probablemente encaminaron a Lemon Jelly a un preocupante silencio del que poco o nada se ha sabido. Quizá el rompimiento que “’64 – ’95” significó mucho más que las reacciones iniciales del público.
¿Cómo generalizar este disco? Gozoso, crujiente, melancólico y exuberante… todo eso y más.
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