Por Oscar Fernández Herrera
Resulta innegable señalar que el actual aeropuerto de la CDMX ya no resulta funcional debido a múltiples factores: infraestructura y localización son los más apremiantes. No obstante, todo apunta a que la cancelación de la terminal de Texcoco y la habilitación de la base área de Santa Lucía no solucionarán el delicadísimo problema de transporte que padecen los usuarios frecuentes.
El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) refleja perfectamente el populismo de doble discurso que ha caracterizado al presidente López Obrador, pues sólo busca demostrar a toda costa la presumida capacidad del gobierno para construir e inaugurar obras faraónicas en tiempo récord, sin importar si son factibles, seguras y, sobre todo, transparentes. Por otra parte, el AIFA (aunque lo contemple en su nombre) no es (aún) internacional porque carece de legitimaciones que lo acrediten como tal y sólo cuenta con una sola corrida a Caracas, Venezuela. Sí, sólo UNA (no una a la semana, al mes… o al año).
Con relación a la económico que resultará el aeropuerto, los datos ofrecidos por el gobierno son poco claros y nada fiables; eso sin considerar que la obra sigue en construcción, por lo que el coste prosigue. Todo esto nos hace preguntar: ¿por qué inició entonces operaciones el AIFA? Fácil: estrategia electoral. Se le ha llamado, por todo lo alto, la gran “obra del pueblo” mexicano, aunque no esté finalizada ni resuelva algún problema de movilidad.
La razón más simple de este acto es la próxima revocación de mandato. AMLO desea, a toda costa, “fortalecer” su mandato, “consolidar” su aceptación y “garantizar” así su “cuarta transformación”. Olvidémonos de la violencia, la economía o la falta de medicamentos. Elefantes blancos y concursos de popularidad parecen la norma.
¿Y qué sucede con la derecha? Semidormida, cegada y ascendiendo a los corruptos de siempre.
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