Por Oscar Fernández Herrera
¡Se trata de un “Walking Dead” del reino fungi! Con este infame denominador algunos se han dirigido a “The Last of Us”, la última serie de HBO que está monopolizando la atención de propios y extraños. Con un guion inspirado por el videojuego desarrollado por Naughty Dog, este programa nos relata las andanzas de Joel y Ellie, quienes buscan resistirse a una siniestra pandemia ocasionada por una cepa del hongo Cordyceps. Esta seta es capaz de someter a su huésped para alterar su comportamiento de forma brutal.
Mi primer acercamiento con esta obra fue a través de mis alumnos, así que mi interés en ella apareció pronto, aunque nunca la he jugado debido a que este tipo de entretenimiento no me seduce en lo absoluto. Lo anterior no impidió que disfrutará enormemente los dos primeros episodios de la serie.
Es necesario insistirle a los fanáticos del videojuego que en ocasiones es imposible “calcar” o respetar (si desean usar un término más propio) lo que puede jugarse en la PlayStation. El lenguaje de ambos mecanismos difiere y, en ocasiones, se confrontan. Lo menciono porque leo descontentos porque la serie no está “siguiendo” algunos de los cánones establecidos por el juego distribuido por Sony. Se trata de una adaptación y, en esos términos, debe entenderse que constarán modificaciones (algunas de ellas sustanciales). Si se dejan de lado estas consideraciones, la serie brillará con luz propia, conquistando a nuevos públicos y complaciendo al fandom original.
No obstante, una de las razones de la popularidad de “The Last of Us” es que, a pesar de los (forzosos) ajustes, se mantiene fiel a la historia original. Otra de sus más grandes cualidades es la fortísima correspondencia que existe entre Pedro Pascal y Bella Ramsey, los protagonistas de esta historia. El sello que ambos le dan a sus roles le da al relato un alto valor humano. Sin conocer la profundidad del desarrollo de Joel y Ellie en el videojuego (debido en parte por los atributos que permiten estas plataformas), en la pantalla se podrían fortificar aún más sus interacciones.
Más allá del peligro que suponen los zombis pandémicos (que no se les ha nombrado así por el momento), esta serie no desatiende las indiscutibles hostilidades políticas, empeorando de esta suerte las circunstancias.
Pero, al mismo tiempo, las escenas de acción son sorprendentes, casi hiperrealistas a pesar de su naturaleza del todo ficticia. Las emociones están aseguradas. La confirmación de una segunda temporada, cuando sólo se han emitido dos episodios, descubre la importancia de la que podría ser la serie dramática más importante de este año. Imperdible. Disfrútela por HBO los domingos a las 20:00 horas.
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