Por Oscar Fernández Herrera
Un día, así de simple, me convertí en un orgulloso universitario. Pasé de ser un aburrido estudiante de secundaria a ser un “ceceachero” deseoso de reconocer un mundo completamente ignorado, alimentado por todo lo que la máxima casa de estudios me brindaba en aquel momento. También imaginé que mis padres confiaban en mis pocos talentos para aprender y actuar con responsabilidad, así que me apresuré a comportarme como un “auténtico” unamita.
Uno de mis primeros intereses fue un pequeño club de cine. Después de mis clases, o antes si era necesario, acudía con frecuencia para embobarme con distintas obras cinematográficas (muchas de ellas totalmente novedosas) que después comentaba con mi familia. En una de esas me tocó ver “Canoa”, un filme dirigido por Felipe Cazals en 1976. Cuando terminó la función, supongo que mi rostro ostentaba un gesto de consternación y furia reprimida.
Nunca antes tuve la oportunidad de ver una película así, pues mis padres eran muy cuidadosos con relación a lo que se miraba en la televisión. No, no eran “mochos” ni ignorantes porque ambos opinaban que las cosas llegarían oportunamente con el tiempo; y de tal forma fue con esta “memoria de un hecho vergonzoso” y muchas cintas (o libros y discos) más.
El argumento de “Canoa” se basa en los hechos ocurridos el 14 de septiembre de 1968 en San Miguel Canoa, Puebla, cuando un grupo de cinco jóvenes universitarios que llega a este pequeño pueblo rural es erróneamente tildado como comunista y brutalmente atacado por sus habitantes.
La película utiliza este hecho para explorar temas como la intolerancia, el desconocimiento y la violencia en la sociedad mexicana. A través de los personajes y sus acciones, se muestra cómo el miedo y la desinformación pueden llevar a la gente a cometer actos terribles contra aquellos que perciben como diferentes o amenazantes.
Cazals utilizó una estética realista y cruda para darle fuerza a la trama, lo que hace que la película sea difícil de ver en algunos momentos. Sin embargo, esto también hace que el impacto emocional de la historia sea mucho más poderoso.
Debo admitir que, con los años, mi religiosidad se esfumó para cederle su lugar a una visión más juiciosa de las cosas (aunque no siempre doy con los mejores argumentos). Debido a lo anterior, mi primer impulso (completamente animal, lo sé) fue abominar a Enrique Meza Pérez, el infame sacerdote que manipuló a sus ignorantes (y enajenados) feligreses para cometer semejante atrocidad. Lo he dicho desde entonces: la religión suele ser la injustificable razón detrás de muchísimos males de la sociedad “moderna”. El fanatismo y la manipulación de los pueblerinos les arrebató la vida a esos jóvenes que sólo deseaban pasar el rato.
A ratos documental, a ratos un filme crudísimo, destacan el primerísimo actor Enrique Lucero como el cura, Arturo Alegro como Ramón Calvario Gutiérrez, Roberto Sosa Rodríguez como Julián González Báez, Ernesto Gómez Cruz como Lucas, y un jovencísimo Jaime Garza como Roberto Rojano Aguirre. Todo el elenco hace un trabajo extraordinario.
Olvídense del lugar que “Canoa” ocupa dentro de la lista de las cien mejores películas del cine mexicano, según la opinión de 25 críticos y especialistas del cine en México, este documento audiovisual merece un reconocimiento crítico e inmediato de aquellos que vemos en el cine un recurso para la denuncia, el testimonio y la memoria. Búsquela en formato físico o digital (en YouTube).
Estupenda recomendación. Particularmente me sucedió lo mismo con "Los Olvidados" otro filme al que espero le dediques algunas líneas. Espero la próxima recomendación.
ResponderBorrar