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sábado, 18 de enero de 2025

Los camarones de diamantina


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

La homofobia es, desafortunadamente, un brutal impedimento para que la Comunidad LGBTQ+ (así, con mayúsculas) encuentre espacios seguros donde pueda arraigarse y relacionarse con categórica libertad. Ésta surge de una combinación de factores culturales, sociales, religiosos y psicológicos, donde las normas predominantes, la falta de educación, los estereotipos insultantes, el miedo a lo desconocido, la presión del grupo y las inseguridades personales contribuyen a la intolerancia y al rechazo hacia la diversidad sexual.

 

Esta forma de discriminación no sólo amenaza la seguridad física, sino que también causa profundos daños psicológicos y emocionales. Las ofensas físicas y los crímenes de odio sólo prolongan un clima de miedo y peligro, lo que obliga a algunos miembros de la comunidad a refugiarse con una sensación de fragilidad y estrés crónico. Por otra parte, la exclusión social y la segregación institucional impiden un acceso adecuado a la educación, el empleo y la atención sanitaria, lo que aumenta ciclos de marginación y desigualdad. En última instancia, la homofobia y sus manifestaciones también desgastan la cohesión social y la promoción de una sociedad justa e inclusiva para todos.

 

A pesar de esta punzante realidad, los gays hemos encontrado formas (no siempre efectivas ni tradicionales) para apoderarnos de espacios públicos, reclamar (y conquistar) derechos y alzar la voz siempre que sea necesario. Es una lucha difícil y, al parecer, continua, pero muchos trabajamos con regularidad para que eso suceda.

 

Frente a tanto desgaste y espíritu, en ocasiones necesitamos distraernos y reconocernos como una familia unida, amorosa y solidaria. “Los camarones de diamantina” (“Les crevettes pailletées”, en francés), una película dirigida por Cédric Le Gallo y Maxime Govare, es una comedia tan entretenida como conmovedora que, a pesar sus innegables etiquetas, es idónea para cualquiera que disfrute del buen cine.

 

Después de hacer un desafortunado comentario frente a las cámaras de televisión, el nadador Matthias Le Goff –interpretado por Nicolas Gob- es rápidamente tildado de homofóbico. Lo anterior ocasiona un escándalo mediático que comprometerá su lugar en el próximo campeonato mundial de natación.

 

Para limpiar su reputación y, de paso, sacudirse la presión social, Le Goff se compromete a preparar a los “Shiny Shrimps”, un modesto equipo de waterpolo, para que lleguen a los Gay Games que se celebrarán en Croacia. Los “problemas” son que el entrenamiento lo aislará de sus propios intereses y la condición amateur de los camarones.

 

Los “Shiny Shrimps” son, además de aficionados, indisciplinados, fiesteros y desobedientes. Ellos sólo buscan pasarla bien, lejos de las presiones que enfrentan los atletas de alto rendimiento. A pesar de lo anterior, en el equipo se disfruta de un buen ánimo. Son solidarios y poseen un gran espíritu que los ayudará a salir adelante, libres de odios y prejuicios absurdos.

 

Poco a poco, Le Goff encontrará la forma de inspirar a los camarones para que consigan sus primeros triunfos y, al mismo tiempo, descubrirá que no todo se trata sobre él. Por su parte, la historia nos demostrará lo importante que es la aceptación, la lealtad y el pasarla bien pese a lo que piensen los demás. Aquí encontraremos circunstancias desatinadas que nos sacarán más de una sonrisa, pues no se trata de un relato aleccionador (aunque tiene algo de eso y muchísimo más). El director, que se inspiró en sus propias experiencias, quiso regalarnos un filme hecho con el corazón, idóneo para aquellos que buscan reír y llorar al mismo tiempo.

 

Con todo y sus clichés, “Los camarones de diamantina” es una película para todo el público. Sumérjase en ella y déjese llevar por su sensiblería, inclusión y representatividad. Es una emocionante lección de vida y muerte.

 

Disponible en plataformas digitales.

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