Por Oscar Fernández Herrera
Prince dejó una huella indeleble en la música con su fusión
única de funk, rock, R&B y pop, para dar paso a un sonido completamente transformador
que rompió barreras y definió décadas. Su habilidad para mezclar géneros, su destreza
como músico y su audaz estilo artístico lo consolidaron como una de las figuras
más influyentes de la historia musical. Con todo, aún hay mucha música suya
para redescubrir (sí, estoy refiriéndome a los álbumes que, por alguna razón,
han sido menospreciados o desairados por algunos sectores del “respetable” y el
análisis periodístico).
Cuando “The Rainbow Children” se lanzó al mercado en 2001, Prince
trabajaba casi en el anonimato; su música era inaccesible para el gran público
y omitida por la crítica especializada que, en aquel momento, escasamente lo
etiquetó como un trabajo demasiado teatral y pomposo. Con todo, “The Work, Pt.
1”, sencillo que se distribuyó gratuitamente a través de internet, logró algo
de notoriedad gracias a su fusión de funk y jazz inspirado por James Brown.
El disco es, frente a ese tropel de resonancias del jazz,
un trabajo espiritual que nos cuenta la traición y el destierro de una sociedad
utópica que crearon Los Niños del Arcoíris, y cómo su líder, El Sabio, busca en
Dios la llegada de una compañera que no lo abandone. El relato, en ocasiones desmedido
y ambiguo, es una reinterpretación de la biblia y la mitología egipcia. Por
fortuna, la música sobresale para recordarnos que Prince es un hombre libre y
de firmes creencias.
Como si se tratara de un fastuoso número de ópera neo rock,
Prince suena con asombrosa fluidez al transitar de un jazz funk a un ardiente
R&B con bastante facilidad. Si bien puede resultar molesto para un oyente
ocasional, “The Rainbow Children” está repleto de grandes canciones como “The
Everlasting Now” (un clásico instantáneo) y “The Last December” (épica). Pese a
sus estridentes guitarras, los efectos de ralentización restringen el goce en
ciertos momentos.
Es probable que los grandes sinsabores que dejó este álbum
sean su religiosidad y la poquedad de un jazz más auténtico (en algunos temas
suena bastante genérico). Por último, la incomodidad del público frente a un
discurso aparentemente evangelizador y la poca atención mediática aplastó
cualquier triunfo artístico.
Mucho se debatió con relación a que el propósito de Prince
al grabar “The Rainbow Children” era avergonzar a Mayte, su primera esposa. De
hecho, algunos tracks fueron tachados de moralistas y racistas.
Personalmente es un disco que me gusta (aunque no sé en qué
lugar lo pondría si tuviera que calificarlo), pues además de los temas ya
mencionados, en él escucharás “She Loves Me For Me”, un temazo de altísimo valor.
Muy recomendable pese a sus rimbombancias líricas.
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