Por Oscar Fernández Herrera
Si eres un entusiasta de la música y el talento de Prince,
sabes que “Crystal Ball” es un disco legendario… uno que jamás se editó por
múltiples razones (que en otro texto les compartiré). “Crystal Ball” es, por el
contrario, el vigésimo álbum de estudio del geniecillo de Minneapolis (el
cuarto acreditado al símbolo que él asumió para librarse de su contrato laboral
con Warner Brothers). Es también su segundo disco triple después de
“Emancipation”, lanzado un año antes en 1996.
Se trató del primer repertorio de temas inéditos que se
compilaron de la legendaria bóveda, pues incluyó tomas descartadas que se
grabaron entre 1983 y 1996. Por otra parte, algunas ediciones adjuntaron los
álbumes “The Truth” y “Kamasutra”. Esto se debió a los numerosos retrasos en la
entrega de “Crystal Ball”, que se comercializó a través de una línea
telefónica. El desorden fue tal, que algunos clientes recibieron, en su lugar,
un libro con las letras de “Emancipation”, una camiseta o un casete de “The
War”, atribuido a New Power Generation, la banda de Prince.
El “artista” (como lo llamaban en ese entonces) no grabó
ningún tema especial para este trabajo, pero sí añadió siete remixes o
versiones alternativas de canciones que se editaron antes. Tampoco consideró la
inclusión de temas que involucraran a The Revolution, su primera y más célebre
agrupación.
Lo que Prince ofreció para esta colección resultó un poco
decepcionante para sus más acérrimos seguidores, quienes objetaron la selección
de canciones y el tiempo de cada volumen, que se limitaba a cincuenta minutos
por cada uno. Pese a las primeras consternaciones, “Crystal Ball” ofreció
temazos para todos los gustos.
El tema homónimo, uno que casi alcanza los once minutos de
duración, es un monstruo (en el mejor de los sentidos) que parece sintetizar
toda la obra de Prince: la psicodelia de “Around The World In A Day”, los
arreglos orquestales de “Parade” y los sintetizadores de “1999”. Por cierto,
una versión ligeramente más larga circula en diferentes bootlegs. La canción,
de haberse lanzado como se planeó, habría sido épica en 1986. “Dream Factory”
reclama entonces su merecidísimo protagonismo. Ésta, de igual forma que su
predecesor, es legendaria porque formó parte de otro álbum (el tercero con The
Revolution) que se frustró. De este proyecto de igual forma se enlistaron
“Sexual Suicide”, “Last Heart” y “Movie Star”.
“Days Of Wild”, “Acknowledge Me”, “Interactive” y “Ripopgodazippa”
se grabaron originalmente para “The Gold Experience”, lanzado un año antes, en
1995. Las cuatro son fantásticas y, francamente, no me imagino lo que hubiera pasado
si se hubieran lanzado en aquel trabajo. “Hide The Bone”, compuesto por Brenda
Lee Eager y Hilliard Wilson, es una chulada.
Otro destacado es “Cloreen Bacon Skin”, un intrigante y
socarrón tema de casi dieciséis minutos que se grabó durante un descanso de una
gira en 1983 y que, posteriormente, se citó o sampleó en “Tricky” (de The Time)
y en “Soul Psychodelicide” (aún inédita).
Una cortita pero hermosa balada es “An Honest Man”, que se
ensayó y produjo en el curso de las grabaciones de “Parade”, el soundtrack para
“Under The Cherry Moon”. En esa línea está “Good Love”, un tema que sí se comercializó
(aunque fuera de la discografía oficial de Prince), pero que iba a lanzarse primeramente
en “Camille”, otro malogrado álbum.
“The Ride”, un track
registrado en directo desde los Paisley Park Studios en 1995, está cargado de
estridentes guitarras con un toque de blues, algo que Prince tocaba bastante en
sus aftershows. Es muy apropiado para
“The Undertaker”, el disco al que iba destinado y que finalmente se dejó de
lado (aunque puede escucharse gracias a las versiones no oficiales que circulan
en el mercado).
“Crucial” es otro de los prodigios que podemos escuchar en
“Crystal Ball”. Según múltiples fuentes, se presume que éste fue reemplazado
por “Adore” para finalizar “Sign ‘O’ The Times”, la obra cumbre de su majestad
púrpura. De igual forma se dice que se escribió concretamente para “The Dawn”,
un musical que tampoco se realizó.
Otros favoritos son “Make Your Mama Happy”, “Calhoun
Square” y “She Gave Her Angels”, una canción con un profundo significado
emocional porque está unida al único hijo de Prince, quien falleció poco
después de haber nacido debido al síndrome de Pfeiffer en 1996. “She Gave…” se
pensó para “Emancipation”, pero después se consideró para “Happy Tears”, un
álbum infantil que se canceló por claras razones.
En términos musicales, “Crystal Ball” es una radiografía
del laboratorio sonoro de Prince: sus capas de producción, sus mutaciones
estilísticas y su forma única de grabar, remezclar y reinventarse sin la necesidad
de validación externa. Técnicamente, el disco muestra tanto su obsesión por el
control como su voluntad de compartir retazos inacabados, lo que lo hace
culturalmente invaluable.
Más allá del caos en su distribución, es una cápsula del
tiempo y un testimonio de la creatividad inagotable de un artista que no solo
desafió las normas de la industria, sino que expandió las fronteras de lo que
significa hacer música.
Súper indispensable.

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