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sábado, 8 de noviembre de 2025

Studio Uno


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

A principios de la década de los sesenta, Mina Mazzini se consolidó como una de las voces más influyentes de la música italiana, pues sobresalió por sus poderosas interpretaciones y su estilo moderno que rompía con las formalidades de la época.

 

Su participación en el popular programa de televisión “Studio Uno” no solo aumentó su fama, sino que dio origen a “Studio Uno” y “Studio Uno ‘66”, dos discos emblemáticos lanzados entre 1965 y 1966, respectivamente, y en los que interpretó una cuidada selección de temas que combinaron la sofisticación y la innovación de la música pop mediterránea. Estos álbumes no solo reflejaron su capacidad vocal, sino también su notable papel en el desarrollo del entretenimiento televisivo - musical en Italia.

 

“Studio Uno” es, probablemente, su primer gran disco (aunque, como ya vimos, es una colección de temas interpretados para la televisión italiana), ya que se adelantó a los magníficos “Mina Canta O Brasil”, presentado en 1970, y Mina ‘71, y dejó atrás a un cuarteto de discos homónimos, a los poco conocidos “2 Note”, “Renato” y “Stessa Spiaggia Stesso Mare”, y a un número impresionante de sencillos sueltos.

 

La magia de esta colección está en su aire cinematográfico tan seductor (sí, ese que nos vendió el cine italiano de aquellos años) y nostálgico. Se basa principalmente en la reinterpretación de temas ingleses, franceses y americanos como “It’s For You”, de The Beatles, (“So Che Mi Vuoi”), “It’s A Lonely Town”, de Gene McDaniels, (“Città Vuotta”), y “C'est Irreparable”, de Nino Ferrer, (“Un Anno D’amore”), entre muchas otras.

 

Como si se tratara de una incongruencia, “Studio Uno” es consistente, pero con una riqueza sonora que resulta bastante difícil de relatar con sinceridad. Transmite un deleite que, como ya mencioné con anterioridad, nos traslada a una animada cinta italiana como “La Ragazza Con La Valigia”, de Valerio Zurlini, o “Divorzio All’italiana”, de Pietro Germi. La sofisticación es una de las cartas fuertes de Mina y en este disco es una confirmación indiscutible.

 

Resulta casi imposible destacar una canción por encima de otra (ya les ofrecí tres ejemplos bastante buenos), pero me animaré a enlistarles mis favoritas: “Città Vuotta”, “L’ultima Occasione” (el cover de Franceso Renga para su “Orchestra e Voce” es muy agradable), “Più Di Te” y “Se Piangi Se Ridi”. Es un generoso desfile de éxitos que suenan y bailan en un gran salón con un techo con estrellas pintadas a mano. Enorme.

 

En definitiva, “Studio Uno” no solo marcó un punto de inflexión en la carrera de Mina, sino que también representó un momento brillante dentro del pop europeo de los años sesenta. Su fuerza interpretativa, unida a arreglos que siguen sonando frescos y envolventes, transformaron a este álbum en una obra esencial para comprender no solo la evolución de la música italiana, sino también el refinamiento y la sensibilidad de una artista única e irrepetible.

 

Es mucho más que una simple colección de canciones: es un ejercicio de estilo y sensibilidad que condensó el espíritu de una época en la que la música popular empezaba a dialogar con el cine, la moda y los nuevos imaginarios culturales del siglo XX. Mina, con su voz dúctil y poderosa, se movió entre géneros y lenguas como si recorriera pasillos de un mismo palacio sonoro, donde cada habitación ofrece un matiz distinto de elegancia. El disco no solo resiste el paso del tiempo, sino que parece habitarlo. No envejece, flota. Como los grandes clásicos, no se agota con la escucha, sino que se reconfigura para ser redescubierto una y otra vez.

 

¡Qué grande eres, Mina Mazzini!

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