Por Oscar Fernández Herrera
Madrugar el seis de agosto para gritar emocionado el categórico triunfo de la selección mexicana de futbol ante su similar nipón fue increíble. El resultado final resultó más que merecido; sin embargo, es necesario un baño de realidad: el desempeño de la delegación nacional en las olimpiadas fue pobre. Muchos son los factores que pueden explicar este penoso escenario: corrupción, falta de centros de entrenamiento para atletas de alto rendimiento, criterios de selección discordantes, y un larguísimo etcétera.
De la misma forma, es obligatorio señalar el abandono histórico que sufre el deporte en nuestro país. Con la llegada de la ex velocista Ana Guevara a la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE), la crisis empeoró debido al pudrimiento de la institución, la incompetencia de los funcionarios detrás de escritorios, el acaparamiento de recursos por parte de la administración federal para beneficiar al béisbol, y la desaparición del Fondo para el Deporte de Alto Rendimiento (Fodepar).
Reprochar el desempeño de los atletas siempre será más sencillo que criticar al sistema causante de este problema, aunque es poco factible que este escenario se mantenga por más tiempo porque la pendiente es pronunciada y continua. ¿Quién dará la cara ante la desorganización, el congelamiento de recursos y la eliminación de becas? Los competidores merecen respuestas y acciones inmediatas.
Señalémoslo con todas sus palabras: la administración obradorista y las federaciones no están cumpliendo con sus funciones y, como en otras ocasiones, los juramentos y los “ahora sí” no faltarán. Más de lo mismo, como siempre.
Con todo, los deportistas merecen un aplauso porque a pesar de estas circunstancias, se plantaron para defender nuestros colores e ilusionarno
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