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viernes, 18 de febrero de 2022

Víctima y victimario

 

Por Oscar Fernández Herrera

 

Bastó una mañana para que Andrés Manual López Obrador, presidente de México, demoliera sus autoproclamas como la incesante víctima del neoliberalismo y, por primera vez, se asumió como victimario, despiadado y por poco brutal. El blanco de su ira fue el periodismo en general, si bien sus imputaciones, recriminaciones y desaprobaciones se centraron en Carlos Loret de Mola.

 

El mandatario enloqueció, literal, al perder el control de la agenda pública, pues sólo así abonaba el terreno para dictar el curso de las discusiones. Obrador, el perpetuo candidato, no ha logrado comprender que gobernar no es lo mismo que ser opositor, pues como representante del poder federal está sujeto a la crítica y eso es algo que no soporta. Los aparentes descubrimientos que Loret de Mola hizo en sus artículos desestabilizaron completamente al presidente.

 

¿Será que AMLO siempre pensó que para dirigir al país sólo bastaba con la retórica? Poco a poco, se ha confirmado que las palabras no son suficientes para solucionar la delincuencia, la crisis económica y la corrupción, entre otras dificultades nacionales.

 

El affaire de la Casa Gris se ha sumado a una creciente lista de denuncias que salpican directamente a la familia López Obrador, por lo que ha resultado natural el desgaste del discurso frente a la penosa realidad. En consecuencia, el tema de la “Mansión del Bienestar” no ha disminuido y sigue marcando tendencia, a pesar de los deseos del tabasqueño.

 

Con el creciente peso de la opinión pública, Obrador ha cometido dos delicadísimos errores: la sugerencia de una “pausa” en las relaciones con España y los señalamientos en contra de Loret de Mola, si bien éste es mucho más profundo porque implica circunstancias tremendamente delicadas: el homicidio de más de dos docenas de periodistas en todo el territorio nacional y las constantes intimidaciones que ha sufrido el gremio desde hace años.

 

La torpe reacción del presidente sólo ha demostrado que no sabe reaccionar eficientemente si el ritmo del conflicto no lo dicta él. No dudo que pueda “recuperar” el “poder”, aunque las consecuencias podrían costarle demasiado. La más notable de ellas es el quebrantamiento de su imagen de hombre honesto e incorruptible.

 

Queda la posibilidad de una radicalización por parte de Andrés Manuel; y los analistas políticos ya descartaron la noción de un presidente de la reconciliación y la unidad, por lo que existe una preocupación real de frente a lo que pueda suceder en los próximos meses.

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