Por Oscar Fernández Herrera
Después de las disparidades que ocasionó la personificación de Ben Affleck como el murciélago protector de Ciudad Gótica, reinaba cierta inquietud entre los seguidores del cine de superhéroes debido a que Robert Pattinson recuperaría el accidentado legado de Batman para protagonizar un nuevo episodio en la pantalla grande. Luego de meses de especulaciones y presunciones de lo más disparatadas, llegó el momento de disfrutar de un trabajo que, esencialmente, cumple con creces.
Lo primero que sobresale es la personalidad de Batman. No se trata del justiciero seguro de sí mismo, con toda la sagacidad e intuición que lo transformará en el detective más eficiente del mundo. Tampoco posee los gadgets necesarios para enfrentar al crimen organizado que continuamente golpea a la población. Como contraparte, tenemos a un hombre que aún desconoce su papel como guardián nocturno. Se muestra un poco inseguro, pero temerario. El resultado es interesante porque se trata de un Batman que hasta el momento no había aparecido en el cine.
Pattinson demuestra que su elección como Batman fue la mejor, aunque no terminó de convencerme como el acaudalado Bruce Wayne. Encuentro su caracterización un poco acartonada y, a ratos, forzada. Quizá cambié de opinión más adelante.
Los contrapesos de nuestro héroe son efectivos, pero poco auténticos. Sus motivaciones las conocemos de sobra, aunque El Acertijo domina a ratos con sus transgresiones. El argumento es llevado de manera inteligente, aparentando ser más una cinta negra que la típica aventura de superhéroes.
Ciudad Gótica luce espectacular, pues reclama un protagonismo forzoso. No brillaba así desde las entregas de Tim Burton: lóbrega y melancólica.
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