Por Oscar Fernández Herrera
Si bien los contrarios denuncian que una saturación en la industria del cine de superhéroes se acerca, la realidad es que los fanáticos aún celebran y consumen estos filmes con demasiado entusiasmo, lo que les garantiza la permanencia para los siguientes años. En el terreno de las series del mismo género, el panorama es aún prometedor. Por ello, en esta ocasión reseñaré “Moon Knight”, de Marvel Studios.
A pesar de que leo historietas desde pequeño, admitiré que lo poco que sé con relación a este “caballero lunar” se debe a sus esporádicas apariciones en algún cómic de Spiderman, así que mi emoción fue mínima cuando supe de esta serie. Mi interés despertó al enterarme de que Oscar Isaac protagonizaría las hazañas de Marc Spector, el hombre detrás de Moon Knight.
Grabada en Jordania, Hungría y Estados Unidos, entre otros lugares, Moon Knight llamó rápidamente la atención del público gracias a un magnífico desarrollo del protagonista. No obstante, el ritmo de la trama es algo torpe y, en ocasiones, empobrece el resultado final.
A diferencia de las tradicionales (y cansadísimas) historias de origen, en “Moon Knight” los elementos se presentan de manera casi inconcebible, obligándonos a seguir con atención el desarrollo de las acciones. Las apariencias nos conducen a supuestos que no siempre resultarán auténticos. De nuevo, si existe algo que reprochar, ésa es la irregularidad del argumento que en ocasiones conduce a la nada.
El talento de Isaac es increíblemente notable, pues gracias a él tenemos un superhéroe con múltiples matices. Todos ellos importantes. Percibir cómo cambia del simplón Steven al imprudente Marc Spector es uno de los puntos más altos de la serie. El ornamento egipcio resulta perfecto para mantener nuestra curiosidad intacta.
Gracias a la naturaleza de nuestro protagonista, el humor está plenamente justificado y bien distribuido, aunque esa fórmula del chiste en medio de un momento de tensión ya es cansada e irritante.
Es necesario señalar que no se trata de un trabajo perfecto, pues los deslices argumentales, el villano genérico y el triunfo del espectáculo por encima del relato están presentes; sin embargo, cumple con su propósito y añade nuevos estándares para el desarrollo de mejores historias en el inagotable universo de los héroes encapotados.
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