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sábado, 15 de febrero de 2025

Mix Up, Zona Rosa


 

Por Oscar Fernández Herrera

Para Edgar Fernández Herrera, mi hermano, el melómano más grande que conozco…

 

 

 

Cuando ingresé al glorioso CCH Naucalpan, descubrí que un mundo repleto de experiencias -listas para disfrutarse y padecerse- me aguadaba impaciente. Pese a que fui educado en el seno de una familia que apreciaba la música y la radio hablada, mis gustos musicales eran “paupérrimos” (que no malos). Fue gracias a un amigo que conocí un Mix Up en Plaza Universidad.

 

Fue en ese momento cuando comencé a apreciar la música de una forma casi prodigiosa y voraz, pues con cada visita compraba más y más discos para saturar mis oídos. No importaban los pendientes ni las salidas con los amigos. Para mí, todo se resumía en escuchar tanto como fuera posible. Mix Up Zona Rosa, en la Colonia Juárez, fue un refugio, un lugar donde mi melomanía creció y se alimentó de canciones y artistas increíbles. Les comento que mi primera visita fue en 1995, y desde entonces no paré hasta que, después de tres décadas de adquisiciones, fisgoneos y charlas con amigos, me enteré de que no podré comprar allí una vez más debido a su inminente cierre.

 

Son tantos los álbumes que compré allí que me resulta un poco complicado enlistarlos todos. Sin embargo, puedo asegurarles que en Mix Up Zona Rosa adquirí gran parte del escaso material físico de Prince que aún se encontraba disponible en estas tierras (en aquellos años, el geniecillo púrpura se encontraba en medio de una disputa legal con Warner, su sello discográfico, lo que hacía que sus discos escasearan a horrores). También puedo certificarles que allí fue donde compré los únicos CDs que tengo del maestro Caetano Veloso.

 

Fue en aquel Mix Up donde descubrí a Björk, cuando lanzó “Homogenic”, en 1997. Mis apreciadísimas ediciones Ryko de Zappa y Bowie las compré allí (o, al menos, la mayoría, porque también solía frecuentar Tower Records… que cerró años antes). ¿Los álbumes de world music que están en la repisa de mi habitación? Sí, son de Mix Up Zona Rosa. La fiebre italiana que experimenté cuando estudiaba en la FES seguramente encontró su remedio en aquel lugar al que, según recuerdo, acudían tantos como yo.

 

Pero no siempre iba a comprar, porque en muchas ocasiones solo iba a pasar el rato, a encontrarme con algún amigo (como Roberto) o con mi hermano, o a distraerme de los problemas laborales tan cotidianos como simples. El pretexto era mínimo; la gracia era ir y ya.

 

Las cosas cambiaron con la edad. Dejé de consumir música en formato físico para abrirle las puertas a la digitalización. Quizá por cuestiones de espacio, quizá por razones económicas (comprar una canción del álbum resultaba más práctico y económico que obligarme a adquirir uno completo en físico que, honestamente, no lo valía). Fue así que cesaron mis escapadas al Mix Up Zona Rosa.

 

Es indudable que las tiendas físicas de discos están desapareciendo. Lo que alguna vez fue un espacio lleno de emoción y descubrimiento, resultó ser una rareza en muchas ciudades. Si se analizan las razones detrás de esta tristísima pérdida, surgen algunas causas que se entrelazan: desde el desinterés de los consumidores hasta la supremacía del streaming. Es interesante prestar atención a lo que sucede.

 

Hoy en día, la música está al alcance de un clic. Plataformas como Spotify, Apple Music o YouTube “revolucionaron” por completo la forma en que la consumimos. No es necesario ir a una tienda y comprar un CD o un vinilo para escuchar lo que nos gusta. Todo está disponible de inmediato y a un precio muy accesible. La gente ahora busca la comodidad, y la experiencia de tener un disco físico ya no parece tan atractiva (¿no se los dije un poco antes?).

 

El modelo tradicional de "comprar para coleccionar" disminuyó. En lugar de ver el disco como un objeto valioso, la música se transformó un bien de consumo rápido. Se escucha una canción, se pasa a la siguiente, y así sin mucho pensamiento. Y en este sentido, las tiendas de discos ya no ofrecen una ventaja competitiva frente al acceso casi ilimitado que ofrecen los servicios digitales.

 

La industria también cambió. En lugar de álbumes completos que cuentan una historia o tienen un concepto detrás, ahora todo gira en torno a los sencillos. El público ya no se toma el tiempo para escuchar un disco entero de principio a fin. Se consume de forma casi impetuosa y se olvida con igual rapidez. Eso, estimados lectores, tiene que ver con cómo se produce ahora la música, más pensada para las playlists que para una experiencia profunda.

 

Las tiendas físicas, que antes ofrecían álbumes pensados como obras de arte, no pueden competir con la prontitud con la que se liquidan los sencillos y el hecho de que nadie parece estar buscando un “disco completo” hoy en día. En consecuencia, la demanda de estos productos en las tiendas se desplomó.

 

Las portadas eran mucho más que una simple imagen. Eran una parte fundamental de la experiencia. Descubrirlas, tocarlas, observar los detalles, todo eso formaba parte de la conexión musical. Pero en el mundo digital, ese valor se ha perdido. Las portadas se ven ahora como pequeños iconos en las pantallas de los teléfonos o las aplicaciones. No hay la misma relación emocional con ellas.

 

El arte que solía acompañar a los CDs o vinilos ya no tiene el mismo peso. La gente ya no las observa con la misma atención, porque la música ya no se consume de la misma manera. La desaparición de este aspecto visual en la experiencia es otro de los factores que afectó a Mix Up y establecimientos similares, que dependían de la conexión entre lo físico y lo artístico.

 

El streaming es el gran competidor, y no parece que se pueda hacer mucho para ganarle. Por una tarifa mensual, puedes escuchar millones de canciones, descubrir nuevos artistas sin tener que gastar un solo centavo en un CD. Esta comodidad desplazó por completo la experiencia de ir a una tienda física a comprar música. Las tiendas ya no tienen la posibilidad de ofrecer algo tan conveniente, tan accesible, tan inmediato.

 

Por otra parte, el valor de tener un álbum físico cayó drásticamente frente a la opción de tener acceso ilimitado a cualquier canción, en cualquier momento y en cualquier lugar. Las tiendas físicas, a pesar de su historia y su valor cultural, simplemente no pueden competir con eso.

 

Los comercios tampoco supieron cómo adaptarse a estos cambios. Si bien algunos intentaron renovarse ofreciendo vinilos o incluso actos especiales, muchas veces estas iniciativas no fueron suficientes.

 

Sí, el vinilo ha tenido un pequeño resurgimiento, eso no ha sido suficiente para solucionar el problema. El mercado físico no supo cómo reinventarse de forma exitosa porque no bastaba con vender vinilos o tener un pequeño rincón para conciertos en vivo; había que ofrecer algo más, algo que conectara con la forma de consumir música hoy en día. Pero muchas tiendas no dieron con el punto.

 

El cierre de Mix Up Zona Rosa es un reflejo de cómo ha cambiado nuestra relación con la música y con el consumo cultural en general. El streaming, la inmediatez del acceso digital y la contradictoria evolución de la industria musical han sido factores determinantes en este proceso. No pudieron adaptarse a tiempo, y a pesar de sus esfuerzos por mantenerse relevantes, su modelo de negocio parece haber quedado atrás. Aunque es cierto que algunos sectores siguen disfrutando del vinilo y de la experiencia física, la mayoría de los consumidores ya no ven el valor de una tienda de discos como lo hacían antes.

 

Te echaré de menos, queridísimo Mix Up…

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