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sábado, 29 de marzo de 2025

Graffiti Bridge


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

Debo confesarles, estimadísimos lectores, que “Graffiti Bridge” fue el primer trabajo de Prince que realmente me decepcionó. Cuando lo adquirí, solo conocía “Thieves In The Temple”, que se compiló en el primer volumen de The Hits & The B Sides, lanzado en 1993, dos años después del disco que les reseño. Por alguna razón, mi interés en él era mínimo, pero nunca creí que fuera un descalabro casi total.

 

Quizá deba mencionarles que conocí a Prince y su increíble música en 1994, cuando presentó, de manera casi simultánea, el EP “The Most Beautiful Girl In The World” y los álbumes “Come” y “The Black Album”, tan dispares como espectaculares. Las primeras grabaciones que adquirí de él me enloquecieron, pero debo admitir que, en ese momento, triunfaban a lo grande Soundgarden, Pavement y Nirvana, y, admitámoslo, “Graffiti Bridge” sonaba completamente fuera de moda. No lograba dar con el tono ni con los esteroides más punzantes.

 

Otra de las razones que probablemente impidieron mi deleite fue el espantoso filme que lo acompañó. “Graffiti Bridge”, la película, fue (y sigue siendo) indefendible. Es aburrida, incongruente y nada memorable. El soundtrack, para empeorar la situación, es una larguísima colección de temas poco inspirados de Prince, The Time, Mavis Staples, Tevin Campbell y George Clinton, aunque defenderé la participación de este último porque “We Can Funk” (que resultó ser una recomposición de “We Can Fuck”, de 1983, que después se conoció como “The Dawn” y “Moral Majority”) es una chingonería. La historia habría sido distinta si solo se hubieran incluido las canciones de Prince.

 

Para empeorar la situación, es importante señalar que el geniecillo de Minneapolis se encontraba de gira en Europa y Japón y tenía que terminar la película, sin considerar los problemas que de ella resultaron. Quizá esto dio lugar a la selección de temas guardados en la (ahora) célebre bóveda para lanzar una especie de “grandes éxitos” de puro material inédito. ¡Y vaya que Prince tenía material de sobra para escoger! Según algunos biógrafos, al momento de sus primeras configuraciones, se pensó en la inclusión de temas como “Ruthie Washington Jet Blues”, “Camille”, “Everything Could Be So Fine”, “XYZ”, “Crucial”, “Power Fantastic”, “Beatown”, “Big Tall Wall”, “The Grand Progression”, “U”, “Cool 1990”, “Billie Holiday”, “Stimulation” y “Born Free”. De todas éstas, solo tres han sido lanzadas oficialmente.

 

Del mismo modo, les cuento que el disco nunca se emparentó con el proyecto “Rave Unto The Joy Fantastic”, que nunca se compendió ni lanzó en 1988, cuando se supo de su existencia.

 

Descalabros atrás, quizá se pregunten por qué les reseño “Graffiti Bridge” si tanto me disgusta. Porque, al final, es un larga duración de Prince y eso siempre apunta a buena música. Sublime, diría yo. “Joy In Repetition” se encuentra, fácilmente, entre las veinte mejores canciones de su majestad púrpura. Es una rola sucia respaldada por un solo de guitarra grandilocuente (en el mejor de los sentidos). En pocas ocasiones escucharás al de Minneapolis tan inspirado.

 

“Thieves In The Temple”, grabada al final de las sesiones que deribaron en “Graffiti…”, es una inconcebible canción acusatoria, una que sólo Prince podría escribir. En ella, él trata de superar una traición amorosa para arremeter al final. Lo sorprendente de “Ladrones en el Templo” es que se encuentra a medio camino entre un tema bailable y una balada. Los “House Mix” y “House Dub”, con las típicas resonancias de la época, son tremendamente adictivos. Consígalos a la de ya.

 

Por último, “We Can Funk”, a dueto con el maestro George Clinton, otra rola indecorosa (a pesar de lo infantil de las letras) que finaliza con una desorbitada súplica a la copulación libertina. ¡Uf!

 

“The Question Of U”, “Can’t Stop This Feeling I Got” y “Still Would Stand All Time” son tan dignísimas como placenteras y recomendables.

 

 

 

 

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