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sábado, 6 de diciembre de 2025

Attila


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

Para bien y para mal, la música italiana ha tenido un profundo impacto en el pop mexicano. Desde hace décadas, artistas nacionales han hecho suyas canciones como “La Maldita Primavera”, interpretada originalmente por Loretta Goggi; “Bella Señora”, de Gianni Morandi; y “Toda la Vida”, del gran Lucio Dalla, por mencionar tres ejemplos bastante visibles. No obstante, nadie se ha atrevido a “tocar” a Mina Mazzini, la Tigresa de Cremona. Única. Nadie como ella.

 

El fenómeno Mazzini es bastante curioso (e increíble): se inició como intérprete de los éxitos del rock estadounidense en los años cincuenta, y ya en los sesentas reclamaba más atención con temas como “Città Vuota”, “Se Telefonando” y “Conversazione”. En 1971, “Grande, Grande, Grande” la catapultó al estrellato internacional de manera casi inmediata. Después, el silencio (aunque no dejó de grabar música). Mina anunciaría su retiro de los escenarios, si bien seguiría su carrera desde sus estudios de grabación en Italia y Suiza.

 

Así comenzó un ritmo frenético de trabajo que incluía dos discos por año y que se extendería hasta entrados los noventa, cuando redujo la cuota a una sola placa por año. Es asombroso cómo Mina ha mantenido su carrera sin aparecer en público. Los rumores y teorías sobre su reclusión son tantos que ya nadie les presta atención. Su último disco, “Gassa D’amante”, se editó hace unos meses.

 

“Attila” se lanzó en dos volúmenes y puede considerársele como uno de sus trabajos más finos y exitosos en términos de ventas. “Tiger Bay”, “Se Il Mio Canto Sei Tu”, “Non Tornerò”, “Sensazioni”, “Don’t Take Your Love Away” –potentísima interpretación de la canción de Isaac Hayes-, y “Che Volgarità” son un viaje de emoción pura.

 

La riqueza del repertorio de “Attila” radica en su equilibrio entre lo clásico y lo experimental. En la versión uno, sobresalen temas como “Tiger Bay”, que abre con una atmósfera cinematográfica y una entrega vocal de absoluta precisión emocional. “Non Tornerò” y “Sensazioni” mezclan el drama italiano con arreglos casi etéreos, mientras que “Che Volgarità” termina con una crítica aguda del espectáculo mediático, teñida de sátira pop.

 

La versión dos se adentra en tonos más introspectivos: “Se Il Mio Canto Sei Tu” es una balada contenida, casi confesional, mientras que “Don’t Take Your Love Away” es una inconfundible clase magistral de entrega conmovedora, en la que Mina abraza el legado de Hayes sin imitarlo para transformarlo con un poder vocal abrumador y gran control técnico.

 

El disco marcó el pináculo de la discografía de Mina en términos tanto de sofisticación musical como de impacto comercial. En aquel momento muchos pensaron que su carrera entraba en una fase repetitiva, pero este álbum demostró lo contrario, pues consolidó su capacidad para reinventarse sin traicionar la esencia de su sonido.

 

El álbum redefinió su fase de estudio como un período creativo autónomo y poderoso, que disipó el mito de que la ausencia de escenario significa declive artístico. Con “Attila”, Mina Mazzini demostró que ella marcaba el tono de la música pop italiana desde detrás de escena.

 

La recepción fue inmediata y contundente. La crítica celebró su audacia estética, la diversidad de registros vocales y la madurez interpretativa que se respira en cada tema. Para el público, “Attila” se convirtió en un objeto de culto: no solo por la música, sino por la presentación visual, con una portada tan vanguardista que mereció su espacio en museos de arte contemporáneo. La carátula, obra de Luciano Tallarini con fotografías de Mauro Ballets modificadas por Giani Ronco, y que llegó a exhibirse en el Museo de Arte Contemporáneo en Nueva York, es simplemente increíble.

 

La dualidad del lanzamiento –dos ediciones complementarias– reforzó el aura enigmática de Mina y elevó el disco a la categoría de arte total. Fue, y sigue siendo, un recordatorio de que el pop puede ser elegante, radical y profundamente humano.

Nirvana MTV Unplugged


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

 

 

Es 18 de noviembre, pero de 1993. Kurt Cobain, Krist Novoselic y Dave Grohl, acompañados por el guitarrista Pat Smear y la chelista Lori Goldston, subían al escenario de los estudios Sony Music en Nueva York para hacer una presentación acústica para la cadena MTV, para su popular serie Unplugged.

 

A diferencia de otras agrupaciones o artistas, Nirvana interpretó su set en una sola toma. No hicieron ensayos ni grabaron varias sesiones para las canciones; ellos llegaron en vivo, en crudo diría yo, dando como resultado una presentación muy honesta y demostrando que la música de la agrupación no solo eran gritos y distorsiones: tenían melodía y excelentes letras, músicos en toda la extensión de la palabra.

 

No sé si fue decisión de la agrupación o solo de Cobain, pero no se interpretó ninguna canción verdaderamente popular. De hecho, creo que la única que entraría en ese rubro sería “Come As You Are” (por cierto, escuchen la versión del maestro Caetano Veloso, es una joya). Todo el resto del material, aparte de canciones propias, fueron versiones de temas de sus admirados y amigos los Meat Puppets (tres canciones), del viejo Lead Belly (una versión desgarradora de “Where Did You Sleep Last Night”, que puso fin al concierto) y de los escoceses Vaselines, además de la versión del tema de David Bowie de 1970 “The Man Who Sold the World”, que encontró una nueva audiencia tras la interpretación de Nirvana. Esta nueva audiencia creía que la canción era de Cobain y compañía, lo que obligó a David Bowie a reinterpretar su propia composición en una versión más lenta y con tintes de trip hop, que la verdad no es muy afortunada.

 

El episodio se emitió en Estados Unidos el 16 de diciembre de 1993. Unos meses después, un fatídico 5 de abril de 1994, Cobain fue encontrado muerto en su hogar. Posteriormente, el 1 de noviembre de ese mismo año, Geffen Records publicó el álbum Nirvana: MTV Unplugged in New York, alcanzando el número uno.

 

Recuerdo que, cuando escuché el disco, me impactó y me gustó mucho, todo en su totalidad. Pero en ese 1994 no dejaba de escuchar su versión acústica de “All Apologies”; me gusta más, incluso, que la versión original contenida en In Utero.

 

Más allá de los números que haya alcanzado el disco, éste nos mostró y dejó el legado de la desnudez de la música de Nirvana, demostrando la gran calidad de su trabajo. Desgraciadamente nunca vamos a saber qué niveles hubieran alcanzado si Cobain no hubiera materializado su suicidio. Sin embargo, con su escasa discografía demostraron que eran —y que son hoy en día— una de las grandes bandas de todos los tiempos.

 

Sing When You're Winning


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

En el lejano 2000, Napster —el servicio pionero de intercambio de archivos de música lanzado en 1999 por Shawn Fanning y Sean Parker— era el rey de la piratería, y fue a través de él que descargué “Rock DJ”, de Robbie Williams, el cantante y compositor inglés que sonaba por todos lados.

 

El álbum “Sing When You're Winning” fue considerado como uno de los puntos culminantes de la carrera de Robbie Williams en solitario: un ambicioso y multifacético álbum de pop rock que mostró diversas facetas de su personalidad artística.

 

En general, el disco recibió críticas predominantemente positivas. Temas como “Let Love Be Your Energy”, “Supreme”, “Better Man” y su colaboración con Kylie Minogue en “Kids” demostraron su talento para combinar ritmos pegadizos, melodías accesibles y cierta versatilidad estilística: desde baladas melancólicas hasta temas bailables, un testimonio de su versatilidad como artista.

 

Sin embargo, algunos críticos advirtieron sobre la inconsistencia de “Sing…”. Según reseñas en publicaciones como NME y Spin, las letras resultaron planas o emocionalmente superficiales, y algunas canciones se escucharon menos inspiradas que sus grandes éxitos. Con todo, la carismática voz de Robbie, su presencia escénica y su estilo relajado lograron que incluso los pasajes más flojos fueran soportables y consolidaran al álbum como un exitoso ejemplo de pop mainstream con una identidad propia y distintiva.

 

El éxito del sencillo “Rock DJ” fue crucial para el éxito de “Sing When You're Winning”. La canción alcanzó el número uno en el Reino Unido y muchos otros países para posicionarse como uno de sus sencillos más exitosos.

El videoclip, dirigido por Vaughan Arnell, causó una enorme controversia, ya que mostraba a Robbie desprendiéndose de su carne hasta que solo quedó su esqueleto: un espectáculo visual crudo e impactante.

 

Esta provocativa imagen contribuyó a que “Rock DJ” fuera famoso más allá de la música: fue censurada en varios países, atrajo una gran atención mediática y consolidó la reputación internacional de Robbie como un artista provocador e irreverente dispuesto a experimentar con su propio cuerpo como parte de su espectáculo.

 

Un disco recomendable, aunque no es una obra maestra. Después de un cuarto de siglo aún es escucha muy fresco y dinámico.

 

Big Mama Thornton

Por Edgar Fernández Herrera

 

 

 

Una de las grandes artistas del blues, con una voz que rugía, gemía y susurraba, fue el enlace entre las grandes cantantes de blues de las décadas de los 20 y 30 con las voces de los 60. Hablemos de una mujer extraordinaria: nos referimos a la gran Big Mama Thornton.

 

Nacida en Montgomery, Alabama, un 11 de diciembre de 1926 bajo el nombre de Willie Mae Thornton, su padre fue predicador y su madre cantaba en la iglesia. Es con ellos que tuvo su primer contacto con la música por formar parte de la vida religiosa, pero el gospel nunca la apasionó, sino el blues.

 

A los catorce años abandonó el hogar familiar al unirse a la banda de Sammy Green, pero en 1948 se estableció en Houston. En este periodo es donde aprende a cantar y a tocar la armónica de manera autodidacta; en 1950, con los Harlem Stars, hizo su primera grabación y Mama Thornton fue la voz principal.

 

1951 es el año crucial para la oriunda de Alabama: firma un contrato con el legendario sello discográfico Peacock Records. En Houston se relaciona con grandes bluseros que la influirían enormemente, como Junior Parker, Lightnin’ Hopkins y Clarence “Gatemouth” Brown.

 

En 1952, dos jóvenes judíos desconocidos le entregan una canción para grabar: “Hound Dog”, un bluesazo de doce compases. Aquellos chicos eran Jerry Leiber y Mike Stoller; ambos tenían 19 años y escribieron la melodía especialmente para ella. “Hound Dog” cuenta la historia de una mujer que corre a un vividor de su casa y de su vida. No solo es una de las grandes canciones de Big Mama, es una de las inmortales del blues. Años después, un chico blanco haría su propia versión, de una manera —diría yo— machista y hasta racista. Elvis Presley la llevaría al número uno de las listas, un éxito que se le negó a Big Mama Thornton, pese a que su versión es infinitamente más poderosa que la blandengue interpretación del oriundo de Tupelo, Misisipi.

 

Desgraciadamente, jamás disfrutó las mieles del éxito, aunque a finales de los 60 y principios de los 70 tuvo grabaciones que le dieron cierta notoriedad. También ayudó que otra texana hiciera un cover de una de sus canciones: “Ball and Chain”, que Janis Joplin interpretó de manera sensacional e histórica.

 

En los 70 luchaba con sus adicciones y, en 1983, sobrevivió a un accidente automovilístico. Desgraciadamente, Thornton murió de un ataque al corazón el 25 de julio de 1984, a los 57 años de edad. Sus restos se encuentran en el Cementerio Inglewood Park, en Los Ángeles, California.



 

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